Joan Mir gana el GP de Europa y se afianza como líder del Mundial
El mallorquín logra su primera victoria en MotoGP y amplía su ventaja en la general a 37 puntos, los que les saca a Quartararo, que se cayó, y a su compañero de equipo Rins, segundo
Anda por la vida con la sonrisa puesta. Con la broma siempre a punto. Él es así. Claro que siente presión, pero presión de la buena, matiza el chaval, “que yo estoy aquí de cachondeo y hay gente que sí lo está pasando realmente mal, por el trabajo, por la covid…” Claro que le molestaba aguantar semana tras semana que le echaran en cara que por muy líder que fuera todavía no había ganado ninguna carrera. “Pero yo lo que quiero es ser campeón del mundo”, respondía una y otra vez.
Nunca ha corrido con la calculadora en la mano ...
Anda por la vida con la sonrisa puesta. Con la broma siempre a punto. Él es así. Claro que siente presión, pero presión de la buena, matiza el chaval, “que yo estoy aquí de cachondeo y hay gente que sí lo está pasando realmente mal, por el trabajo, por la covid…” Claro que le molestaba aguantar semana tras semana que le echaran en cara que por muy líder que fuera todavía no había ganado ninguna carrera. “Pero yo lo que quiero es ser campeón del mundo”, respondía una y otra vez.
Nunca ha corrido con la calculadora en la mano Joan Mir (Palma, 23 años), más bien con la lengua fuera, empujado a remontar casi cada domingo, la vuelta rápida para la clasificación del sábado en la lista del debe. De su regularidad este curso hablan los siete podios en las últimas nueve carreras. De su consistencia con la Suzuki hablan sus cronos en este gran premio de Europa, décima arriba, décima abajo, constante el ritmo al inicio, cuando perseguía, descolgado de su moto, agresivo en la frenada, a su compañero Alex Rins, todo finura a la cabeza del pelotón. Que fue más pelotón que nunca, complicado desprenderse del rival en un circuito tan corto y revirado como el de Cheste.
Un error del catalán, que equivocó la marcha cuando quedaban diez vueltas para el final y se abrió ligeramente en la curva 11, la puerta abierta de par en par para que Mir tomara la delantera, le facilitó las cosas al mallorquín. Pillo, se había guardado unas décimas para tratar de atacar en las últimas vueltas. Pero ni siquiera tuvo que jugársela. Aprovechó la oportunidad que le brindó Rins y cambió el chip. Incrementó su ritmo, vuelta a vuelta, y amplió las distancias con su compañero, poco a poco, pico y pala, hasta sacarle más de un segundo a cuatro vueltas del final. A él y a Pol Espargaró, pegado al colín de las Suzuki todo el domingo, de nuevo en el podio con su KTM.
Mir remataba así la escalada de 2020, su segundo año en la categoría, con una victoria este domingo en el circuito Ricardo Tormo –es el noveno ganador distinto este año– con la que demuestra que tiene mentalidad de campeón. Lograr tu primer triunfo en la categoría reina cuando defiendes el liderato del Mundial y justo en el momento en que más miradas debes soportar está al alcance solo de los campeones. Era el día. Y no dudó.
No había sido un fin de semana nada fácil. La lluvia que recibió a las MotoGP el viernes y que no dejó secarse la pista hasta el día de la carrera llenó de incertidumbre y dudas el paddock. Los pilotos no habían visto el asfalto seco de Cheste hasta la mañana de este mismo domingo, horas antes de la prueba y a temperaturas mucho más bajas. La puesta a punto de la moto era casi un acto de fe. Y rezar no les sirvió a los rivales de los chicos de Suzuki, la moto más regular de la temporada, la misma cara buena en todos los circuitos, ya sean largos o cortos, con más o menos rectas; la que no depara sorpresas, mucho menos a 27 vueltas, cuando exprime como ninguna otra los neumáticos, con delicadeza. Si algo la aleja de la Yamaha que pilota, por ejemplo, Quartararo, es la sensación de saber que no te dejará en la estacada. Nada que ver con la M1, con problemas de motor desde el inicio del curso, con un mal endémico: la falta de agarre; velocísima y suave en algunos trazados, nerviosa e imposible en otros.
Como ocurrió este fin de semana en Valencia, donde no ayudaron las condiciones climatológicas y el agua terminó por estropearle la fiesta al francés, clasificado 11º el sábado, 14º en carrera tras una caída tonta en una de esas curvas traicioneras de Cheste –que tantos mundiales ha sentenciado–, la ocho, donde se fue al suelo al tiempo que veía caer delante de sus narices a Aleix Espargaró. Era la primera vuelta de la carrera y Fabio regresó a pista. Pero ya estaba vendido.
No hubo épica ni remontada. No es la Yamaha de estos años una moto fácil para ir descontando rivales en las primeras vueltas, con el depósito lleno y sin sensaciones. Tampoco hubo épica para Maverick Viñales, castigado con salir desde el pit lane, ultimísimo, por haber necesitado estrenar su sexto motor –no se permiten más de cinco por piloto– ahora que ya se sabe que lleva compitiendo con solo dos propulsores casi desde el inicio del curso y por un equívoco morrocotudo de la fábrica Yamaha, que dejó un buen puñado de motores fuera de circulación al usar unas válvulas de manera ilegal. Terminó 13º el catalán, apenas unos metros por delante de su rival.
“Hay que agachar la cabeza y trabajar duro. Las demás marcas nos han pasado por encima”, criticó Viñales. Ninguno de los dos está formalmente descartado de la lucha por el título: quedan 50 puntos en juego y ellos están a 37 puntos de Mir el de Niza (lo mismo que Rins, que dio un salto de gigante en la clasificación), a 41 el de Roses. A 45 están todavía Dovizioso (Ducati), anodina su carrera para acabar octavo, y Morbidelli, perdido en la nada con su Yamaha, 11º tras sucumbir ante Binder y Petrucci. Pero ninguno de todos ellos parece estar en disposición de quitarle protagonismo a Mir, campeón de Moto3 hace tan solo tres años. El Mundial es cosa suya. Y de Suzuki.