Koeman se enreda y salta al pasado
El holandés necesita administrar con mucho cuidado su crédito sentimental. Sin éxitos, los mitos se erosionan pronto
Fue un clásico sin fragor y sin público, un clásico de entreguerras que habló mejor de la sensatez de Zidane que de las ingenuidades de Koeman, que se estrenó como técnico en un duelo que conoció muy bien como jugador. Cabe sospechar que tiene un plan para el equipo, pero fracasó el que diseñó contra el Real Madrid.
Koeman le hizo la vida fácil a Zidane, que no conoce la derrota en el Camp Nou. Cualquiera que sea el estado del Madrid, muchas veces...
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Fue un clásico sin fragor y sin público, un clásico de entreguerras que habló mejor de la sensatez de Zidane que de las ingenuidades de Koeman, que se estrenó como técnico en un duelo que conoció muy bien como jugador. Cabe sospechar que tiene un plan para el equipo, pero fracasó el que diseñó contra el Real Madrid.
Koeman le hizo la vida fácil a Zidane, que no conoce la derrota en el Camp Nou. Cualquiera que sea el estado del Madrid, muchas veces en momentos de mal pronóstico, y éste era el caso, Zidane se las arregla para convertir el enfrentamiento con el Barça en un partido aparte, fuera de contexto, presidido por la amnesia. Para Zidane no hay pasado ni futuro cuando llega el clásico.
Zidane conoce muy bien las consecuencias de estos partidos, que ha llenado de víctimas la lista de técnicos del Real Madrid. Rafa Benítez, Julen Lopetegui y Santi Solari perdieron el crédito en las derrotas contra el Barça y sus destituciones tardaron poco en producirse. En el Barça, las consecuencias son menos relevantes, pero también significativas. Es muy difícil para un entrenador reponerse de un trastazo con el Madrid.
Zinedine Zidane ha sido el perfecto paraguas de Florentino Pérez en dos grandes crisis del Madrid, condición que no le blinda de las drásticas decisiones del presidente. A diferencia de la mayoría de sus predecesores, Zidane es más que un entrenador con un respetadísimo pasado como futbolista. Zidane ha reforzado su mística, avalada por tres Copas de Europa y dos Ligas. Está mucho más protegido que el común de los entrenadores. No costó nada, sin embargo, hablar de un ultimátum al técnico en el Camp Nou. Esta clase de especulaciones en la prensa nunca son gratuitas. Sólo hay que observar a quiénes lo dicen y cómo lo dicen.
Koeman fue el autor del gol que cambió la historia del Barça. Nunca se deja de hablar del gol de Wembley en 1992. Es un personaje tan mítico para el barcelonismo como Zidane para el madridismo. A estas alturas, les distingue su trayectoria como entrenadores. Como técnico, Zidane ha aumentado su popularidad. Atacar a Zidane rinde pésimos beneficios. La hinchada le quiere.
Koeman necesita administrar con mucho cuidado su crédito sentimental. Sin éxitos, los mitos se erosionan pronto. Frente al Real Madrid tiró de los méritos para configurar la alineación y se le elogió. Fueron las decisiones que tomó —demorar los cambios, caer en un tremendismo innecesario, prescindir de Ansu Fati, terminar con Braithwaite, utilizar a De Jong y Coutinho como limitadísimos pivotes en los últimos minutos y abocarse a la catástrofe—, además de persistir en un sistema demasiado frágil para los grandes partidos, lo que le condenó.
Se habla del 4-2-3-1 de Koeman cuando en realidad no es otra cosa que un vulnerable 4-2-4. Coutinho confirmó por enésima vez que no tiene alma de centrocampista. A esta evidencia se añade la insipidez de Frenkie de Jong, que no quita, ni pone, pero recibe el amable tratamiento de Koeman. A todos sus defectos, el Barça agregó la desmoralización en un partido que los dos equipos han ganado o empatado más de una vez con 10 jugadores en el campo.
Tampoco ayudó a Koeman el racimo de quejas que utilizó después del encuentro, salto a un pasado infructuoso y desalentador del Barça. En estas cuestiones, Zidane es un maestro. Habló de la victoria como si fuera una cualquiera. Si el Madrid hubiera perdido, tampoco habría modificado el discurso, aunque sea evidente lo que supone el clásico para él: una fecha marcada en rojo a la que aplica el grado máximo de sensatez. Juegan los mejores, en su sitio, y ya está.