La cuarta de Démare, en territorio Pantani

El francés no falla en ningún sprint de un Giro que llega el jueves a Cesenatico con Almeida siempre de rosa

Démare se impone en Rimini.LUCA BETTINI (AFP)

El encanto del Giro, del ciclismo, y su memoria, lo que recuerdan los niños, son las palabras con las que se cuenta, con las que lo inventan a voces en la radio, con las que lo recreaba en el papel Gianni Mura, y su tumba reciente en Senigallia –su lápida sencilla recubierta de tiestos con flores, un mazo de cartas Modiano para jugar a la escoba, un cerdito de vidrio azul soplado, su retrato—la pasa rozando el pelotón que vuela hacia el norte recorriendo por el Adriático y sus playas infinitas la “larga carretera de arena” que decía Pasolini cuando escribía e inventaba su Italia.

Llegan...

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El encanto del Giro, del ciclismo, y su memoria, lo que recuerdan los niños, son las palabras con las que se cuenta, con las que lo inventan a voces en la radio, con las que lo recreaba en el papel Gianni Mura, y su tumba reciente en Senigallia –su lápida sencilla recubierta de tiestos con flores, un mazo de cartas Modiano para jugar a la escoba, un cerdito de vidrio azul soplado, su retrato—la pasa rozando el pelotón que vuela hacia el norte recorriendo por el Adriático y sus playas infinitas la “larga carretera de arena” que decía Pasolini cuando escribía e inventaba su Italia.

Llegan a Rimini, donde murió Pantani solo en invierno triste, donde nació hace 100 años Fellini, y su memoria, su niñez hecha película, sus recuerdos, tiene la misma ironía sentimental, y la fantasía de la tierra, la niebla, que las crónicas de Gianni, y, seguramente los dos, tan así, habrían querido que Sander Armée, desafiante delante de la jauría que lo acosa, hubiera llegado solo a la última playa, e inventar después la historia de un belga de 34 años que no teme al viento de cara, y ese es su oficio, dar la cara al viento, aunque sucumba.

Los deseos no cumplidos son la vida y a Armée se lo traga el pelotón a cinco kilómetros, y después hay sprint y gana de nuevo Arnaud Démare.

Y aunque el francés de Picardía, imbatible en el Giro –cuatro sprints cuatro victorias y tres veces Sagan su segundo-- proclame lo contrario, la vida son las derrotas, la vida es Gaviria. “Démare acelera con tal fuerza que arde el asfalto bajo sus ruedas”, grita el comentarista de la tele, y a Gaviria, que intenta anticiparlo --y está perfectamente colocado para hacerlo, a rueda del francés, y nueve de cada 10 veces sería una victoria fácil--, levanta el culo, da cinco pedaladas, 40 metros, se sienta y baja la cabeza, hundido, le arden las piernas.

Termina séptimo el antioqueño de La Ceja, terror de las llegadas hace nada (y solo tiene 26, y 48 victorias en seis temporadas en el WorldTour, y en el Giro de su debut, en 2017, ganó cuatro etapas y la maglia ciclamino, como Démare este 2020) e imbatible en sus días de gracia, que desde que en marzo enfermó de la covid 19 durante el Tour de Emirates, son muchos menos que los de derrota.

Al Giro le quedan 10 etapas y uno o dos sprints para que Démare se siga solazando y Gaviria sufriendo. Hoy sale de Cesenatico, cinco playas más al norte, donde nació Pantani hace 50 años, y regresa a la misma playa de salida después de subir y bajar los Nove Colli —Polenta, Pieve di Rivoschio, Ciola, Barbotto (el favorito de Pantani, que allí hacía sus test), Montetiffi, Perticara, Madonna di Pugliano, Passo delle Siepi y Gorolo—, el círculo de las nueve colinas, un recorrido que unos amigos se inventaron hace 50 años una tarde en el Bar del Corso, en el puertocanal leonardesco, el café que hospedaba el Club Coppi, la escuela de ciclismo donde Pantani empezó a pedalear. Constituye la marcha cicloturista madre de todas las marchas, y el Giro la homenajea a la vez que a su Pantani. Nibali, que piensa aprovecharla, aplaude, y Almeida, siempre de rosa, se prepara.

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