Ucrania facilita el triunfo a Alemania
Dos errores en la defensa de centros sin peligro desmontan la resistencia del equipo de Shevchenko frente a una selección cada vez más tosca
Ganó Alemania. La noticia más previsible de la historia del fútbol ya no es tan previsible. Ganó Alemania después de tres empates sucesivos: España (1-1), Suiza (1-1) y Turquía (3-3). Derrotó a una Ucrania inane y canceló la racha de tres partidos sin victoria que desató un chorreo crítico contra el seleccionador. Joachim Löw está en la mira. Se tambalea de...
Ganó Alemania. La noticia más previsible de la historia del fútbol ya no es tan previsible. Ganó Alemania después de tres empates sucesivos: España (1-1), Suiza (1-1) y Turquía (3-3). Derrotó a una Ucrania inane y canceló la racha de tres partidos sin victoria que desató un chorreo crítico contra el seleccionador. Joachim Löw está en la mira. Se tambalea desde hace años, según se aísla en el cargo que le coloca al frente de un equipo que ha perdido vitalidad y talento. Lo único que prospera en la selección alemana es la melena de Löw, cada vez más voluminosa, más trabajada, más lacia cayendo sobre el rostro impertérrito del hombre que condujo a la mannschaft al título mundial en 2014 y que ahora se muestra perplejo ante lo que ve.
Löw mira y actúa. Pero sus decisiones no transforman lo esencial. Alemania se vuelve cada vez más rígida. No contribuyó el esquema: 5-2-2-1. Tres centrales con Kimmich por delante para cortar los contragolpes ucranianos, Kroos en plan ornamental, Goretzka entre líneas con Draxler, y Gnabry moviéndose a los espacios a la espalda de los centrales. La estructura se petrifica desde las alas, donde Klostermann y Halstenberg tienen poco de extremos y mucho menos de volantes. Están para correr, centrar y volver corriendo. Prevalecen las líneas rectas. El tono es mecánico. Ante dificultades complejas, el equipo no encuentra respuestas ni por afuera ni por adentro, en donde Goretzka nunca ofrece soluciones imaginativas, Kroos carece del dinamismo necesario para apoyar a sus compañeros de forma continuada, y Kimmich elige demasiado tarde demasiadas veces.
El balón rodaba lentamente, de bota en bota alemana. Cualquier equipo bien organizado habría contenido ese ataque sin demasiados sobresaltos. Pero los jugadores de Ucrania entraron fríos al partido y no tardaron en exponer su punto más débil: la portería. Infectados de covid los porteros Piatov, Pankiv y Lunin, bajo los palos se situó Guorgui Bushchán, suplente de suplentes. Muy nervioso toda la noche, Ginter le metió el primero a la salida de un córner pésimamente defendido por sus centrales, y Goretzka le clavó el segundo tras un centro de Ginter que no habría tenido futuro en otras circunstancias. Bushchán salió, saltó y en lugar de despejar la pelota, o de cogerla, se la puso en la cabeza a Goretzka. El 0-2 parecía definitivo. Pero Alemania atraviesa un periodo sombrío.
Hubo 20.000 personas en el estadio nacional de Kiev. El alcalde de la ciudad, Vitali Klitschko, autorizó la entrada de púbico a pesar de que las muertes en Ucrania por la pandemia ascienden a 108 muertes por día, superando la centena por primera vez desde el comienzo de la pandemia.
Alentados por su público, los ucranianos se revolvieron con la ayuda de Malinovski y Yarmolenko, muy activos en la desconexión del juego de Kroos y Kimmich. Pasado el minuto 70, Sobol lanzó a Yaremchuk y Süle lo derribó en el área. Malinovski metió el 1-2. El partido cobró vida. Ucrania, que recibe a España el próximo martes en el mismo ecenario, empujó a Alemania al terreno de la ansiedad.
La victoria apenas sirve para reivindicar la figura del extraviado Löw. Alemania sigue sin convencer.