La mujer que doma el mar
La brasileña Maya Gabeira se convierte en la surfista que recorre la mayor ola: 22,4 metros
Nazaré, una pequeña ciudad de la costa oeste de Portugal, es para Maya Gabeira (Río de Janeiro, 33 años) el lugar de su renacimiento y, sobre todo, de su doble consagración. Fue allí donde la surfista carioca sufrió, hace siete años, un grave accidente al caer de una ola gigante. Superó las lesiones y el trauma de la caída cuando regresó a sus aguas bravas en 2018 y se convirtió en la mujer que surfeó la ola más grande de la historia (20,7 metros). Este mes, la Liga Mundial de Surf (WSL)...
Nazaré, una pequeña ciudad de la costa oeste de Portugal, es para Maya Gabeira (Río de Janeiro, 33 años) el lugar de su renacimiento y, sobre todo, de su doble consagración. Fue allí donde la surfista carioca sufrió, hace siete años, un grave accidente al caer de una ola gigante. Superó las lesiones y el trauma de la caída cuando regresó a sus aguas bravas en 2018 y se convirtió en la mujer que surfeó la ola más grande de la historia (20,7 metros). Este mes, la Liga Mundial de Surf (WSL) ha reconocido que Maya batió un nuevo récord en febrero: surfear una ola de 22,4 metros.
“Surfear esa ola fue algo especial, pero a la vez muy aterrador”, cuenta la brasileña. “Estaba en Nazaré con la intención de disfrutar del momento y, por suerte, volvió a suceder”. El descenso por la ola gigante duró poco más de 10 segundos, suficiente para romper su propio récord. En 2018, tuvo que pedirle al Guinness que reconociera su marca, ya que el libro de récords mundiales no distinguía entre las categorías masculina y femenina y el récord pertenecía a otro brasileño, Rodrigo Koxa (24,4 metros).
Antes de convertirse en plusmarquista, Maya tuvo que superar los efectos del accidente de 2013. Tras caer de la tabla, la surfista fue tragada por una secuencia de fuertes olas que la dejaron sin sentido. Tuvieron que rescatarla, la reanimaron en la playa y la llevaron al hospital de Nazaré. Maya se había fracturado un tobillo y se había lesionado la columna vertebral, y tuvo que pasar por tres operaciones y un largo período de rehabilitación. Cuando pudo volver a surfear, experimentó el trauma psicológico de la caída: tenía pesadillas por la noche y empezó a sufrir ataques de pánico.
Entonces decidió establecerse en Nazaré. Al surfear diariamente en las aguas heladas, recuperó poco a poco la confianza y desarrolló dos mantras que le ayudaron a pasar por el proceso de recuperación del cuerpo y la mente. “Las cicatrices cuentan historias”, suele bromear con otros surfistas sobre las marcas que le dejaron las operaciones. “El miedo es esencial”, afirma, al explicar que el accidente hizo que fuera más cautelosa y estuviera más atenta a los límites del mar. Es consciente de que, a pesar de su talento, no tiene la obligación de domar todas las olas que aparecen en su camino.
Maya empezó a surfear temprano, a la edad de 13 años. En su adolescencia, viajaba a Hawái en temporada alta, donde trabajaba como camarera y lavaba platos mientras participaba en sus primeras competiciones de surf. Desde entonces, sigue una estricta rutina de sueño para levantarse temprano y aprovechar los “grandes días”, con el mar lleno de olas. Antes de convertirse en una de las más grandes surfistas de su generación, se la conocía solo por ser la hija de Fernando Gabeira. El periodista y exguerrillero formó parte de la lucha armada contra la dictadura militar en Brasil, pasó casi una década en el exilio y fue diputado federal por el Partido de los Trabajadores, con el que rompió después de que Lula da Silva llegara a la presidencia de Brasil. Maya nunca se ha involucrado en la política, aunque sí expresó públicamente que no votaría al ultraderechista Jair Bolsonaro.
Este año, la brasileña se ha convertido en la primera mujer en competir con los hombres en el principal evento de la WSL en Nazaré. Elegida seis veces la mejor surfista de la temporada, Maya descarta la posibilidad de cambiar de categoría para competir en los Juegos —el surf será deporte olímpico en Tokio—. Su refugio está en el mar agitado. “Mi deporte es superar el miedo cada día. No me veo lejos de las olas gigantes”, asegura.