Chozas se lanza en el descenso
Ganó la etapa del Tour de 1985 por el Macizo Central con nueve minutos de ventaja sobre el segundo
El Tour de 1985 lo controló Bernard Hinault con mano de hierro. Fue líder en 16 de los 22 días de carrera. Empezó en la etapa prólogo, aflojó los días siguientes para dejar paso a los llegadores, y en Estrasburgo, después de una contrarreloj que ya no se estila, de 75 kilómetros, volvió a vestirse de amarillo hasta París. Del 6 al 21 de julio.
Pero también pasaron otras cosas. Seguro que se acuerda ...
El Tour de 1985 lo controló Bernard Hinault con mano de hierro. Fue líder en 16 de los 22 días de carrera. Empezó en la etapa prólogo, aflojó los días siguientes para dejar paso a los llegadores, y en Estrasburgo, después de una contrarreloj que ya no se estila, de 75 kilómetros, volvió a vestirse de amarillo hasta París. Del 6 al 21 de julio.
Pero también pasaron otras cosas. Seguro que se acuerda Eduardo Chozas, que se recupera en casa de una enfermedad grave, pero no deja de ver cualquier carrera que transmita la televisión. Recuerda, por ejemplo, aquel recorrido por el país de los volcanes, la Auvernia francesa, en el Macizo Central, cociéndose en su propio sudor, a 40 grados de temperatura, con el asfalto reblandecido, y su ascensión al Puy Mary, en la etapa que tenía su punto final en Aurillac. Había estado a un paso un par de días antes, y tenía esa espina clavada, de las que pinchan a la hora de dormir, en la cama de un hotel infame, y hacen dar vueltas y más vueltas a los ciclistas hasta que encuentran el sueño.
Allí estaba Chozas, la noche anterior, dándole repasos al recorrido que había mirado en el libro de ruta, a un perfil siempre sinuoso por esa zona; planeando su carrera, pedaleando en sueños con el parte meteorológico presente en la cabeza, olfateando por dónde podrían ayudar los vientos, o dónde dificultar. Posiblemente, Chozas le hizo un guiño a José Miguel Echavarri, su director, o un gesto imperceptible a la hora del desayuno, porque hay directores que las cazan al vuelo, y el navarro es uno de ellos. De hecho, ya lo habían hablado en la cena, ese filete muy hecho, casi incomible, y la pasta cocida mucho antes, ya como chicle, pero que hay que tragar, porque más cornadas da el andamio, que decía Tasio Greciano, y todos prefieren la dieta Levitan del Tour a poner ladrillos en una obra. “Es una etapa para ti, Iñaki [Gastón] o para ti, Eduardo [Chozas]”, les había comentado el jefe. “Tiene un puerto a pocos kilómetros de la llegada, con una bajada estrecha, en la que se puede mantener la ventaja que lleve el escapado en la cima del col. Si uno de vosotros dos consigue sacar dos minutos, la etapa es nuestra”.
Y Chozas, obediente, ofuscado al principio porque los equipos de Hinault y Lucho Herrera bloqueaban la cabeza, lo intentó una y otra vez, hasta que encontró su momento, en el descenso del col de Brousse, de cuarta categoría pero con curvas diabólicas. Nadie le siguió. Su aventura se extendió durante más de 100 kilómetros. En el Puy Mary alcanzó 11 minutos de ventaja, prefirió no arriesgar en el descenso, quedaban 30 kilómetros para la meta, pero la diferencia no se arrugó. Ni un pinchazo por el llano le estropeó los planes. Cuando llegó a Aurillac, la diferencia era de 9m 51s sobre el segundo, Ludo Peeters, muchos más de los dos que pedía Echavarri, que había ideado un plan, aunque su pupilo tenía otro, que salió mejor. Ascendió desde el 25º puesto al séptimo en la general.