Lando Norris, rey del deporte confinado desde Twitch
El piloto de McLaren brilla en un sitio de videjuegos en directo donde han abierto canal en la cuarentena Courtois, Reguilón y Ian Poulter, para charlar con fans, competir entre ellos y dar visibilidad a sus marcas
“Esto no pinta bien: un futbolista está solo dos décimas por detrás de mí. Así de malo soy”, se lamenta, entre divertido y rabioso, Lando Norris, compañero de Carlos Sainz en McLaren. Acaba de terminar la clasificación en el circuito de Bahráin, se está comiendo un cuenco de shawarma de pollo y juguetea en calcetines sobre los pedales. En su casa en Reino Unido. El futbolista es Courtois, que también se alistó el domingo pasado en la prueba sustitutiva del Mundial de F-1 montada por Veloce Esports para disputar las ca...
“Esto no pinta bien: un futbolista está solo dos décimas por detrás de mí. Así de malo soy”, se lamenta, entre divertido y rabioso, Lando Norris, compañero de Carlos Sainz en McLaren. Acaba de terminar la clasificación en el circuito de Bahráin, se está comiendo un cuenco de shawarma de pollo y juguetea en calcetines sobre los pedales. En su casa en Reino Unido. El futbolista es Courtois, que también se alistó el domingo pasado en la prueba sustitutiva del Mundial de F-1 montada por Veloce Esports para disputar las carreras en videojuego. En su casa de Madrid. Las quejas del piloto se ven en su canal de Twitch, un YouTube para la retransmisión de partidas en directo.
Viendo el canal de Norris hay más de 70.000 personas, que inundan el lado derecho de la pantalla con un río de comentarios. Él va cazando algunos. “¿Quién tuvo 160.000 espectadores? ¿Un español en el FIFA?”, pregunta a quien le avisa de que compite con Ibai Llanos, en cuyo canal se decide esa tarde el torneo del FIFA de jugadores de Primera que Asensio ganó para el Madrid. “¿Pero soy famoso en Twitch?”, pregunta Norris (Bristol, 20 años).
Los días de reclusión y cancelaciones de eventos deportivos por la pandemia de coronavirus están proporcionando una rara cercanía a unos cuantos deportistas profesionales. En el que quizá es su momento de mayor encapsulamiento institucional; cuando esa circunstancia se ha visto reforzada por el imperativo legal del estado de alarma, muchos han buscado contactos más directos. Una mezcla de intimidad, espacio para la competición y oportunidad emergente de exposición comercial en un mundo con el deporte televisado en apagón.
Una tarde reciente, antes de ponerse a jugar al Call of Duty, Fabien Causeur, escolta del Madrid, se sentó con su esposa, Lucía Aycart, ante la cámara de su canal recién estrenado. Casi dos horas contestando preguntas. Como por qué él y otros se habían mudado a Twitch: “Tenemos mucho tiempo libre. Me gustó mucho la idea, porque la gente está aburrida en su casa y quiere salir de alguna manera. Podía compartir un poco de tiempo con mis amigos, primero. Y que alguien nos vea y sea divertido me parece una buena opción. Suele ser raro vernos así, no tener tanta restricción de hablar, pero la gente está encantada”, explicó el francés.
Desde que el positivo de su compañero Thompkins puso al Madrid en cuarentena y precipitó la suspensión de la Liga de fútbol, Causeur ha compartido partidas en público con Ibai, Courtois, Campazzo y Reguilón. “Para estar más cerca del público”, explica en respuesta a un breve cuestionario escrito del futbolista del Madrid cedido al Sevilla. “Es un momento bueno para hacerlo, porque estamos todo el día en casa y nos conviene establecer una relación diferente con la gente que nos sigue. Es una manera de que me conozcan realmente cómo soy, algo diferente de lo que están acostumbrados. Es algo hasta divertido”.
Reguilón se sienta casi cada noche en público, con un aparataje tecnológico operado por él mismo, un toque artesanal común a los habituales del streaming. “Plataformas como Twitch o TikTok hacen que el jugador se muestre como es, sin filtros. Cada futbolista es una marca en sí mismo y esto sirve para diferenciarte de otros; van a un público más joven, que es muy interesante para las marcas”, explica Borja Couce, cofundador de Arowana Sports, desde donde asesora a Reguilón y a otros jugadores como Luka Modric y Lucas Vázquez.
El tiempo sin competición permite cultivar perfiles cada vez más apetecibles para algunas marcas. Los acuerdos que antes incluían horas de rodaje, menciones en Facebook, Twitter e Instagram, empiezan a contemplar también Twitch. “Las marcas quieren aparecer. Si no pueden en el estadio y en la televisión, como ahora, tienen que buscar cómo hacerlo”, explica David Bayón, talent manager de G2 Esports empotrado en la casa desde donde emiten Ibai Llanos y otros creadores de la empresa. “Si yo fuera deportista, viendo lo que hace Courtois, con 4.000 personas viéndole jugar al F1, también me lo plantearía”, añade Bayón.
Según Farhan Ahmed, responsable de alianzas estratégicas de Twitch, lo están haciendo: “Estos días hemos visto deportistas nuevos de todo el mundo que aprovechan la oportunidad de reunir gente, conectarlos y crear comunidades en Twitch. Desde Stoffel Vandoorne y Ian Poulter a clubes como el Real Madrid”.
“Este ya no es un terreno de nicho. No son friquis que comen doritos”, dice Bayón. En el torneo del FIFA, emitieron 1.300 minutos de vídeo en directo, con un pico de 173.000 espectadores solo en el canal de Ibai (se emitió en más), que sumaron más de 100 millones de minutos consumidos. Con 200 personas mirando, el propietario de un canal de Twitch puede ingresar unos 500 euros mensuales con la publicidad y los suscriptores. Figuras como Courtois negocian acuerdos más favorables, y pueden sumar lo obtenido por mostrar otras marcas.
El domingo pasado, en su desternillante sesión de seis horas en directo, Norris mostró dos camisetas que se había diseñado para la cuarentena, a la venta por 30 libras en la web de McLaren. Lleva días agotada en todas las tallas.
Aunque estos números aún se atisban en el paisaje futuro. “Es una buena época para los simuladores, para competir en serio con gente que está en casa”, cuenta el piloto de GT Dani Juncadella. Para la espera ha montado, con Félix da Costa y Norris, un campeonato en otro simulador, el iracing, en el que se reta con profesionales y para el que tienen en lista de espera pilotos de F3 y F4. Y ya mira al futuro: “Las marcas van a tener cada vez más interés y veremos coches con patrocinadores”, anticipa. “Por ahora se trata de pasar un buen rato”. Ahí está también Max Verstappen, piloto de Red Bull, que participa en el torneo de Juncadella y en el de Veloce Esports, que sumó 2,5 millones de visualizaciones el fin de semana pasado. “De momento queremos mantenerlo lo más puro posible”, dicen desde su entorno. “Hemos visto los problemas de Sergi Roberto con el Barcelona en el torneo del FIFA por los contratos [no participó porque el club tiene un acuerdo con la competencia]. Por ahora Red Bull no nos ha dicho nada, y queremos que siga así. Aunque terminarán por fijarse”.
Como lo ha hecho el Mundial de MotoGP, que este domingo organizó la primera carrera con pilotos en su videojuego; o LaLiga, que se movió enseguida para patrocinar el campeonato de Ibai, o la F-1, que el fin de semana pasado empezó su propia competición de esports y este domingo se agarró a Norris, el showman del momento, para dar la batalla por la atención: anunció en su web que los aficionados podían retarle en Twitch.
La tarde del domingo anterior ya fue ajetreada en casa del piloto. “Acabo de llevarme por delante a Ian Poulter”, se reía tras estrellarse contra el del golfista. Desde el garaje de su casa, con varios de sus 14 Ferrari aparcados detrás del asiento donde juega, Poulter se revolvió y sacó de la pista a Norris: “¡Sigue con el golf!”, bromeó el piloto.
El momento cumbre llegó después, cuando sacó el teléfono para pedir consejo sobre cómo salir último en la parrilla. “Llévatelos a todos por delante”, le dijo Verstappen. “Conduce como si fueras detrás de mí”, aconsejó Sainz. Los espectadores se disparaban por encima de los 90.000 mientras telefoneaba al consejero delegado de McLaren, Zak Brown. Los días siguientes, cuando encendía su canal de Twitch, antes de aparecer él, la pantalla se llenaba con cientos de “#thankyoulando” (gracias, Lando) repetidos.