El deporte argentino empieza a romper el tabú de la homosexualidad

El baloncesto acompaña a Sebastián Vega, de 31 años, el primer jugador profesional de la Liga en declararse gay

Sebastián Vega, baloncestista argentino de Gimnasia de Comodoro Rivadavia, en un partido de Liga Nacional disputado el 20 de febrero pasado contra Hispano Americano de Río Gallegos.Walter Díaz (Telam)

Al jugador argentino de baloncesto Sebastián Vega, de 31 años, le temblaban las manos cuando el pasado martes dio al botón de enter y publicó su carta en las redes sociales. “Me acuerdo del momento con exactitud: yo tirado en la cama, absolutamente a oscuras, mirando el techo en silencio, sin saber qué hacer, sin querer asumir, con la cabeza explotada. Acababa de estar con un hombre por primera vez y no lo podía acep...

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Al jugador argentino de baloncesto Sebastián Vega, de 31 años, le temblaban las manos cuando el pasado martes dio al botón de enter y publicó su carta en las redes sociales. “Me acuerdo del momento con exactitud: yo tirado en la cama, absolutamente a oscuras, mirando el techo en silencio, sin saber qué hacer, sin querer asumir, con la cabeza explotada. Acababa de estar con un hombre por primera vez y no lo podía aceptar. Aquella noche fue una de las peores que recuerde”, comenzaba. Con esa carta pública, Vega se ha convertido en el primer jugador de la Liga Nacional de Baloncesto en salir del armario. Su paso al frente sigue al que dio meses atrás el jugador de voleibol Facundo Imhoff y amplía la grieta abierta en el muro de uno de los grandes tabúes del deporte, el de la homosexualidad masculina.

Vega, jugador de Esgrima y Gimnasia de Comodoro Rivadavia y ex del seleccionado argentino, atiende a EL PAÍS después de cortar una llamada con su padre. “Está muy contento y emocionado. Solo le pone triste que le gustaría estar acá para abrazarme”, cuenta desde la ciudad patagónica que da nombre al club y en la que vive desde 2017, a casi 2.000 kilómetros al sur de su Gualeguaychú natal.

Los numerosos cambios de club a lo largo de su carrera deportiva —debutó en Central Entrerriano y después pasó por Peñarol, Boca, Quimsa y Libertad de Sunchales— influyeron en la decisión de hacer pública su condición sexual. “Me estaba haciendo mal. Cada vez que cambiaba de club me tenía que volver a exponer de vuelta y es muy agotador tener que estar dando explicaciones”, dice. Pesó aún más el deseo de “cerrar un ciclo” para poder disfrutar del futuro y allanar el camino a las nuevas generaciones. “Es un tema bastante tabú, pero creo que planté una semillita para que todo pueda empezar a cambiar y se viva con naturalidad. Ojalá los que están empezando ahora no tengan que dar explicaciones sobre lo que hacen o dejan de hacer”, subraya.

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Uno de los temores a los que tuvo que hacer frente fue el de quedarse sin trabajo. Llegó a pensar que ser gay y jugar al baloncesto era incompatible. El apoyo de sus compañeros y de su club antes de hacerlo público y de los demás a posteriori han desterrado ese miedo para siempre. La estrella argentina de la NBA Emanuel Ginóbili y el entrenador de la selección albiceleste de baloncesto, Sergio Hernández, están entre quienes han expresado su respaldo a Vega. “Te admiro mucho por la valentía de sacar esta carta y también me duele que hayas sufrido tanto. Tenemos que avanzar, la sexualidad de cada persona no debería ser cuestionada”, escribió en Twitter el base Facundo Campazzo, amigo de Vega y uno de los primeros en felicitarle.

La Confederación Argentina de Básquetbol también celebró la valentía del jugador para abrir el camino “a que nadie sea juzgado por sus elecciones sexuales”. “Nos generan orgullo las reacciones de la familia del baloncesto argentino. Es importante que todos vean que estamos evolucionando como sociedad y que no hay que tener miedo a vivir libremente”, responden desde la Confederación.

Vega se sintió identificado con Facundo Imhoff cuando este hizo pública su homosexualidad en agosto, después de que su equipo de voleibol ganase la medalla de oro en los últimos Juegos Panamericanos. “Yo tenía las mismas preguntas, la misma incertidumbre: quedarme sin trabajo y que el club me cierre las puertas. Esos miedos no me los pudo sacar nadie hasta que no lo dije porque no tenía ningún referente”, cuenta Imhoff. En estos meses, ha recibido decenas de mensajes de personas que le escriben para contarle que gracias a él se lo pudieron contar a sus amigos y a su familia. “El gran cambio fue que me usen de ejemplo. Me llena el corazón y me digo: valió la pena”.


En el fútbol no se habla

¿Y en el fútbol? Ningún jugador de primera línea en el deporte rey de Argentina se ha declarado gay. Tampoco son demasiados alrededor del mundo. El pionero fue Justin Fashanu en 1990, quien se suicidó ocho años después tras una denuncia por abuso sexual. En Australia lo reconoció Andy Brennan. Luego, en Francia, Olivier Rouyer. Les siguieron los estadounidenses Robbie Rogers y David Testo. “¿Cuántos jugadores somos en el fútbol argentino? 30 por plantel, en 26 equipos en Primera División nada más, te da una suma alta de jugadores. ¿Vos decís que no va a haber uno que sea homosexual? Esa persona está sufriendo”, declaró el mediocampo Matías Vargas el año pasado al canal de televisión TyC cuando jugaba en el club Vélez Sarsfield.

El contraste es grande con el fútbol femenino, donde hay jugadoras lesbianas y se asume con naturalidad. “Vivimos en una sociedad machista y el mundo del deporte lo es muchísimo más. La masividad del fútbol hace que sea mucho más difícil romperlo por la gran exposición que tiene”, comenta Imhoff. Este jugador de la selección argentina de voleibol cree que ese machismo enraizado conlleva que sea más difícil aceptar a un deportista gay que a una deportista lesbiana: “En esa mentalidad, el hombre al que le gusta otro hombre deja de ser macho, se cuestiona su masculinidad, la lesbiana no deja de ser vista como mujer”.

Imhoff admite que al principio tuvo miedo a recibir insultos homófobos desde las gradas, pero después lo venció. “Me ha sucedido que me digan ‘puto’ en la cancha y sonreí porque hoy no me lo tomo como una agresión”, recuerda. Del vestuario, en cambio, todo son recuerdos positivos: “Se afianzó el vínculo. Sintieron que yo les brindaba mucha confianza al contar algo tan íntimo y se sintieron libres para contarme ellos cosas privadas, de las que antes no hablaban”.

Vega e Imhoff creen que es cuestión de tiempo que la homosexualidad se normalice también en el deporte, como ha ocurrido en otros ámbitos de la sociedad. “Nosotros somos una generación bisagra. Los padres de nuestra edad crían de otra forma y la sociedad acompaña, va cambiando”, augura Vega. Anima también a quienes dudan a dar un paso al frente. “Vale la pena. Elijo vivir mi vida con libertad”.

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