El vídeo mata al Celta

El VAR determina la expulsión de dos futbolistas del equipo gallego en el amanecer de un partido que sentenció el Granada sin mayor incomodidad

Fran Beltrán ve la cartulina roja durante el partido ante el Granada.CELTA

El vídeo mató a una estrella radiofónica en un hit ochentero y ahora amenaza al fútbol, cautivo ante el sobredimensionado empleo de lo que debería ser un auxiliar tecnológico y en ocasiones actúa como un potente e incomprendido crispador. Su manejo no puede ser robótico. Sucedió en Balaídos, donde el Celta, un equipo que no suele dar una mala patada, se quedó con nueve jugadores antes de la media hora de partido, un tiempo en el que apenas se jugó, transcurrido entre consultas y visionados. Todo quedó condicionado, obviame...

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El vídeo mató a una estrella radiofónica en un hit ochentero y ahora amenaza al fútbol, cautivo ante el sobredimensionado empleo de lo que debería ser un auxiliar tecnológico y en ocasiones actúa como un potente e incomprendido crispador. Su manejo no puede ser robótico. Sucedió en Balaídos, donde el Celta, un equipo que no suele dar una mala patada, se quedó con nueve jugadores antes de la media hora de partido, un tiempo en el que apenas se jugó, transcurrido entre consultas y visionados. Todo quedó condicionado, obviamente también el resultado: el Granada se llevó los puntos con suficiencia (0-2) y ya suma siete sobre doce, magnífico botín para un equipo que acaba de recuperar la máxima categoría y que ha disputado tres de sus cuatro partidos lejos de Los Cármenes. Ganó dos de ellos y empató el otro.

Nada de lo sucedido se explica sin dos expulsiones que deben servir para reflexionar. El primero en desfilar hacia la caseta fue Jorge Sáenz, un debutante, un central que supera el metro noventa y que acudió a una disputa con Soldado que parecía intrascendente. Lo hizo con la vista en la pelota mientras su pie izquierdo pisaba de manera involuntaria la zona del tendón de Aquiles de Roberto Soldado. A estas alturas ya parece claro que la normativa trata de proteger al futbolista, pero las directrices, quizás por novedosas, carecen de la flexibilidad aplicable desde el sentido común y el castigo, en bastantes de estas acciones, parece desproprocionado. Resulta complicado imaginar que en una final de un Mundial un equipo se quede en inferioridad numérica a los diez minutos por una situación así. Le ocurrió al Celta contra el Granada, como ya le había pasado en la primera jornada a favor en el partido contra el Real Madrid. Luego llovió sobre mojado cuando un cuarto de hora después Fran Beltrán siguió el camino de Sáenz porque acudió a un balón dividido con los tacos por delante y golpeó a Puertas.

La acción del mediocentro celeste fue temeraria, pero hasta ahora se hubiese resuelto con una amonestación porque además su bota resbaló sobre el esférico antes de chocar con la pierna de su oponente. Prieto Iglesias le mostró la tarjeta amarilla, pero el vídeo requirió su atención. Regresó al monitor y tras un nuevo conciliabulo con Jaime Latre desenfundó de nuevo la roja.

Seguramente sea más una cuestión de aplicación que de normativa, pero protegidos los futbolistas alguien debería de proteger al fútbol. Nadie salió a dar patadas a Balaídos, no hubo querencia ni por el juego violento ni por la gresca, más allá del nerviosismo que empezó a campar tras tanto episodio videográfico. Todos se salieron del partido, los futbolistas, la gente, el árbitro pareció incluso incómodo. El partido agonizó, abocado a una única dirección, a que el Granada encontrase una vía para marcar el gol que debía sentenciarlo. No estuvo especialmente lúcido para mover la pelota y con ella al rival, pero sí contundente para marcar a la salida de un córner en la última jugada de una primera parte que se prolongó casi durante una hora. El Celta iba de golpe en golpe.

El gol aplacó las urgencias que empezaba a sentir el Granada ante un rival replegado en torno a una línea de cuatro, otra de tres y con Iago Aspas en solitario a la espera de uno de esos milagros que acostumbra a alumbrar. No tuvo opción. Al poco de regresar del descanso Yangel Herrera encontró un latifundio para armar un remate que se embocó imparable para Rubén Blanco. Poco antes le habían anulado un tanto a Carlos Fernández tras fuera de juego de Soldado. El Celta ya estaba desplomado, limitado a una persecución sin suerte, dignísimo al menos para acabar el partido cerca del área rival y, sobre todo, evitar una goleada ante un Granada que tampoco hizo sangre.

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