Nairo remata en Calpe una emboscada preparada por Valverde

El irlandés Roche, nuevo líder tras un ataque hacia la costa que sorprende a Superman

Calpe -
Nairo cruza la meta esprintando.Dario Berlingheri (Bettini Photo)

Como bien sabía Shakespeare las mayores tragedias nacen siempre de las causas más estúpidas y las emboscadas pueden más que las batallas a campo abierto. Un niño en vacaciones que revienta una piscina hinchable de cuatro metros cuadrados en el jardín de un chalet en las alturas de Torrevieja, y su contenido se convierte en un torrente que desciende hasta el valle donde se embalsa en una curva por la que deben pasar veloces, flirteando con el peligro, ciclistas ciegos lanzados a más de 50 por hora en equilibrio sobre tubulares de pocos milímetros. Y muchos, por supuesto, se caen.

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Como bien sabía Shakespeare las mayores tragedias nacen siempre de las causas más estúpidas y las emboscadas pueden más que las batallas a campo abierto. Un niño en vacaciones que revienta una piscina hinchable de cuatro metros cuadrados en el jardín de un chalet en las alturas de Torrevieja, y su contenido se convierte en un torrente que desciende hasta el valle donde se embalsa en una curva por la que deben pasar veloces, flirteando con el peligro, ciclistas ciegos lanzados a más de 50 por hora en equilibrio sobre tubulares de pocos milímetros. Y muchos, por supuesto, se caen.

Si el Tour chulea al mundo desde su épica de los Alpes, las montañas jóvenes que siguen creciendo, y aludes de naturaleza incontrolada, a los que sobrevive, la Vuelta responde con la épica de la piscina y las subidas a montes viejos, a los que la erosión desgasta y en los que se cuelgan urbanizaciones de lujo sobre el Mediterráneo calmo. La piscina reventada envía al suelo el sábado a un par de equipos, deja heridos y retrasados a los favoritos Roglic y Aru, y a Superman le viste de rojo. La subida hacia la Nao exalta el fulgor juvenil del viejo Valverde, que en un derroche de energía bárbaro prepara la emboscada que remata Nairo, nada menos que Nairo, el rey del Galibier y de todas las montañas altas, en la costa, entre bañistas despistados en la playa saturada a la sombra del Peñón de Ifach, tan testarudo como el colombiano..

"La armonía de un equipo", dice el colombiano, que entra esprintando al paseo marítimo de Calpe, y solo después de cruzar la meta levanta los brazos y hace como que vuela, hace como el cóndor, el ave con el que algunos le bautizan, porque, explica, quiere seguir volando alto, quiere proclamar que Nairo sigue activo. “Lo necesitaba, y lo necesitaba el equipo, este golpe de moral y de tranquilidad”. Busca la máxima ventaja sobre el grupo tan selecto que le acompaña en el asalto —Roglic, Urán, Aru, Roche y Nieve— y se queda a 2s del maillot rojo, placer que goza Roche, el hijo de Stephen, líder de la Vuelta por segunda vez en su vida. “Lo defenderé lo que se pueda, como dije la otra vez que lo vestí, y me duró un día”, dice el irlandés. “Espero que esta vez me dure más”.

Un día le ha durado a Superman, que no apareció en el momento decisivo, cuando Nieve, nada más coronar hizo moverse a los más fuertes a su rueda, y luego echó de menos al equipo en una persecución desesperanzada y renegada.

El domingo por la mañana, el neozelandés Bennett, amigo de Roglic, dice que nunca pensó que correr la Vuelta significara tener que cruzar el Mississippi, Roglic habla de la memoria de la remontada —“comencé el Giro delante y me remontó Carapaz; en la Vuelta será al revés”— y Eusebio Unzue, tan taurino, le consuela y acicatea: “como al toro al que despierta y enrabia el puyazo del picador, así a ti la herida en el culo”.

A la provocación tan primaria responde Roglic casi tan primariamente como Valverde, tanta clase, tanto espíritu, tanta bruticie ascendiendo a tope, tope, él solo tirando de todos y agotándolos, los tres kilómetros verticales del Puig Llorença. El pelotón se ha quedado en 20, tan duro ha tirado el campeón del mundo, y todos resoplan y se miran. Comienza el juego de anticipación en el falso llano previo al descenso hacia la arena, y Superman queda eliminado. Se quedan delante los seis más fuertes y hábiles.

El segundo golpe de anticipación lo juega Nairo, él solo, a cuatro kilómetros de la meta, un contrapié perfecto en el que le ayuda su compatriota Rigo, que se abre elegante y educado en ese momento y luego seca a quienes le persiguen. Un colombiano no va a por otro colombiano que busca una victoria.

Es una línea roja tan marcada como las que por la mañana, en el autobús, les marca a los del Movistar su director más joven, Pablo Lastras, que vio desde lejos la imagen de desbarajuste del equipo en los Alpes, en el Tour —los celos y las insinuaciones Landa-Valverde-Nairo, los tres jefes—, y la sufrió. “No os diré lo que tenéis que hacer”, les dice a los corredores. “Solo lo que no podéis hacer nunca”.

Y Nairo levanta la mano y dice, en la contrarreloj vi que estaba muy bien, creo que hoy, en esa subida por los chalets de lujo que no parece nada antes de llegar al mar podemos intentar algo. Y luego, al acabar la etapa, resume: “Vi el momento de atacar y no miré atrás”.

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