CICLISMO

Una entrenadora en el pelotón

La navarra Iosune Murillo, que prepara al líder del Giro de Italia, el ecuatoriano Carapaz, es la única mujer en el ciclismo de élite

Iosune Murillo, del Movistar Team trabaja con el ordenador en su casa.PABLO LASAOSA

Cuando Richard Carapaz ataca y vuela en las montañas del Giro de Italia, tan ligero, a una mujer en Pamplona comienza a latirle el corazón casi tan rápido, con tanta impaciencia, como al ecuatoriano desencadenado. No, no es su madre que sufre, orgullosa de su niño, ni sus hermanas ni su esposa; se trata de su entrenadora, que analiza científica, calcula al vuelo los vatios que descarga su entrenado, concluye cuántos kilómetros resistirá a ese ritmo y, finalmente, sorprendida, aplaude.

Se llama Iosune Murillo, tiene 39 a...

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Cuando Richard Carapaz ataca y vuela en las montañas del Giro de Italia, tan ligero, a una mujer en Pamplona comienza a latirle el corazón casi tan rápido, con tanta impaciencia, como al ecuatoriano desencadenado. No, no es su madre que sufre, orgullosa de su niño, ni sus hermanas ni su esposa; se trata de su entrenadora, que analiza científica, calcula al vuelo los vatios que descarga su entrenado, concluye cuántos kilómetros resistirá a ese ritmo y, finalmente, sorprendida, aplaude.

Se llama Iosune Murillo, tiene 39 años y figura en el staff técnico del equipo Movistar. Es la única mujer con su responsabilidad en los 18 equipos que conforman el WorldTour, la Champions League del ciclismo, los mejores del mundo. “Los campeones son ellos y son ellas”, dice Murillo, que entrena a otros tres ciclistas del Movistar masculino y a varias del femenino, como Sheyla Gutiérrez. “Se dice que las mujeres somos más disciplinadas, más cuidadosas, pero por lo que veo, estamos igual, igual, con los hombres. Todos ellos y ellas quieren y aman su trabajo, y buscan la excelencia”.

Murillo los define a ellos y a ellas, y se define a sí misma, una mujer acostumbrada a ser una excepción en un medio en el que hasta hace 30 años no se permitía la entrada de mujeres que no fueran caras bonitas para el podio. Y aún se cuentan con los dedos de una mano a médicas, mecánicas o masajistas mujeres. “Fui ciclista profesional en los tiempos de Joane Somarriba y estudié Ciencias de la Actividad Física y del Deporte, y me especialicé para ser directora y entrenadora de ciclismo”, dice Murillo, por teléfono desde Pamplona, desde donde sigue la actividad de su grupo y donde todos los días recibe de ellos llamadas, mensajes, envíos de los datos físicos de la etapa y una valoración subjetiva de su forma. “Analizo, calculo, y les respondo: ‘Confiad siempre en vosotros mismos”.

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Que Murillo acabara trabajando en lo que trabaja ha sido el final inevitable de un camino iniciado junto a su pareja, el exciclista profesional Juanjo Oroz, que dirige el equipo amateur Lizarte. “Él me apoyó mucho, me empujó, me motivó para empezar”, dice Murillo. “Pero solo pude seguir porque vieron que mis métodos funcionaban, y fueron ellos, precisamente, los que más pelearon para estar conmigo”.

En el Lizarte comenzó a trabajar con Carapaz, que ya destacaba, Pedrero, Arcas y Castrillo, corredores a los que sigue entrenando ahora que han llegado al Movistar. “Carapaz fue clave. Apostó mucho por mí. Cuando dio el salto, exigió que yo le siguiera entrenando, y, así, poco a poco, este año ya figuro en la estructura del equipo”, dice Murillo, madre de dos chavales, de 4 y 8 años. “Su integración en el equipo ha sido una cuestión natural, caía por su propio peso”, explica Mikel Zabala, responsable de rendimiento del Movistar.

A Carapaz, maglia rosa desde el sábado y, a los 25 años ganador ya de tres etapas en la carrera italiana, le extraña que le puedan preguntar si le costó aceptar que una mujer le dijera cómo entrenar. “Pero, bueno…”, dice Carapaz, que llegó de Ecuador a Pamplona hace tres años. “¿Cómo se puede preguntar eso? Con Iosune comencé hace años y siempre he querido que me entrenara ella. Estoy muy a gusto porque es una persona que dialoga, que escucha y, después de eso, decide. Y sabe mucho. No impone. La conversación es fundamental para fijar los criterios y tomar decisiones”.

Carapaz, uno de los pocos ciclistas del mundo que resiste la tentación de irse a Andorra o a Mónaco, vive solo en Pamplona, a pocas calles de donde vive su entrenadora, y esa cercanía física le ayuda también de forma especial. “Los ciclistas están obligados a ser personajes solitarios, a entrenarse solos, cada uno con sus planes… Así es fácil que en noviembre, por ejemplo, cuando empiezan a prepararse, tan lejos de sus objetivos, necesiten más apoyo para vencer la soledad… Nos vemos de vez en cuando, tomamos café, hablamos de todo…”.

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