Unos ‘playoff’ con toda la barba

Uno no consigue engancharse en absoluto al juego de los Rockets, pese al espectáculo de su máxima estrella noche tras noche

James Harden, de los Houston Rockets.Rick Bowmer (AP)

Conocí a Daryl Morey, general manager e impulsor de esta manera tan extrema que tienen los Houston Rockets de jugar al baloncesto —basada casi exclusivamente en los tiros de tres puntos y las entradas a canasta, fruto de una combinación de datos que parece ya imparable— hace una década. Venía de visita a Madrid con el lituano Arturas Karnisovas, que era entonces su responsable de prospección de talento internacional, y al que muchos de ustedes recordarán por sus brillantes años en el Barcelona y en la selección lituana de los nove...

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Conocí a Daryl Morey, general manager e impulsor de esta manera tan extrema que tienen los Houston Rockets de jugar al baloncesto —basada casi exclusivamente en los tiros de tres puntos y las entradas a canasta, fruto de una combinación de datos que parece ya imparable— hace una década. Venía de visita a Madrid con el lituano Arturas Karnisovas, que era entonces su responsable de prospección de talento internacional, y al que muchos de ustedes recordarán por sus brillantes años en el Barcelona y en la selección lituana de los noventa. Nos recuerdo sentados en las gradas del polideportivo Magariños echando un vistazo al entrenamiento de Estudiantes, aunque ya por entonces su principal objetivo era el fichaje de Sergio Llull, nuestro personal Asterix de la aldea Europa,resistiendo hoy y siempre los cantos de sirena del invasor. Mientras Arturas y yo charlábamos con la vista puesta en la cancha, el señor Morey trabajaba en silencio sin levantar la mirada de su iPad. Ya entonces me había contado Arturas ciertas de sus inquietudes vitales, entre las cuales jamás estuvo practicar o ser siquiera fan del deporte que estaba revolucionando desde su imbatible tableta.

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Motivado por los partidos de playoff en marcha tanto en la NBA como en la Euroliga, con los Rockets un año más como serios contendientes al anillo americano y el Zalguiris Kaunas ejerciendo de cenicienta europea, me entretuve leyendo de nuevo una referencia sobre Morey publicada por Michael Lewis (autor de la aclamada Moneyball) en uno de sus libros, en la cual nos presenta a un personaje obsesionado por los datos y la mejora en la toma de decisiones. Y me dio por imaginar cómo sería una conversación previa a estos partidos decisivos entre Morey y Saras Jasikevicius (entrenador del Zalgiris), otro perfil radical frente al juego —a Saras le das un iPad en una pista de baloncesto y más vale que el aro tenga una red estrecha y compacta—, capaz de asustar seriamente al gran favorito, el Fenerbahçe de Obradovic: 1-1 en el cruce de playoff con los dos próximos partidos en su pista de Kaunas.

Imagino, por supuesto, a dos tipos inteligentes llegando finalmente a un acuerdo para que el técnico de laboratorio levantara un poco la vista de la pantalla, siempre y cuando el excesivo jugador —obligado a vestir ahora con traje y corbata— le asegurase algunas decisiones críticas a lo largo del partido basadas en datos y no en la pura inercia competitiva del choque.

Sin embargo, y aquí necesito ayuda, uno no consigue engancharse en absoluto al juego de los Rockets, pese al espectáculo de su máxima estrella noche tras noche, con esas barreras estadísticas de anotación en permanente peligro de ser —de nuevo— derribadas. Y del mismo modo, uno se queda enganchado al canal cada vez que el equipo de Jasikevicius aparece en la televisión, con muy pocos jugadores a los que ahora mismo sea capaz de hacer referencia. Ya me perdonarán los lectores por esta reflexión final, que no pretendo que nadie comparta en absoluto; uno encuentra en los Rockets de Houston y en su fabricada e imparable estrella ofensiva una falta de expresividad, una monotonía en su estilo de juego, un abuso de lo técnico sobre lo táctico, que impide cualquier atisbo de sorpresa y en mi caso de enganche a lo que está sucediendo, más allá de la respuesta del rival, que suele estar por debajo de mis expectativas. Con el Zalguiris Kaunas de Jasikevicius me sucede lo contrario. La expresividad de su técnico y su capacidad de sorprenderme es adictiva. Yo le pediría a Harden que, si va a seguir jugando así, al menos se afeite la barba para que podamos ver una mueca de humanidad en sus gestos; la que su juego prefabricado nos impide ver en su baloncesto.

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