Padres en la escuela del deporte

Talleres prácticos e intercambios de roles ayudan a desterrar la violencia y que los familiares gestionen sus emociones cuando acuden a partidos de sus hijos

Padres de jugadores de categorías infantiles observan el partido de futbol de sus hijos a pie de campo, en “A Merced de Conxo” en Santiago de Compostela OSCAR CORRAL

Un estudio gubernamental indica que en España una media de más de seis de cada diez chicos y chicas en edad escolar practican deporte bajo la supervisión de un monitor o entrenador y fuera del horario lectivo. Resulta sencillo entender que gracias a ello no solo adquieren habilidades y destrezas físicas, sino que desarrollan pautas que tienen que ver con la cooperación, el respeto o la integración. Se trabaja con los chicos, proliferan escuelas de entrenadores y por eso cada vez están mejor preparados, los árbitros tienen colegios en los que se adiestran. “Pero en todo este microsistema hay un...

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Un estudio gubernamental indica que en España una media de más de seis de cada diez chicos y chicas en edad escolar practican deporte bajo la supervisión de un monitor o entrenador y fuera del horario lectivo. Resulta sencillo entender que gracias a ello no solo adquieren habilidades y destrezas físicas, sino que desarrollan pautas que tienen que ver con la cooperación, el respeto o la integración. Se trabaja con los chicos, proliferan escuelas de entrenadores y por eso cada vez están mejor preparados, los árbitros tienen colegios en los que se adiestran. “Pero en todo este microsistema hay un cuarto agente, los padres y madres”, advierte Alfredo Sáenz, doctor en Psicología Social por la Universidad de Zaragoza. Y ahí surge la cuestión: ¿Cómo se educa a los padres?

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El fútbol, en especial en la base, remueve conciencias con cierta frecuencia. Brotan intereses alejados de la ética, fricciones, peleas que se viralizan. Y suenan alarmas que se disipan hasta la siguiente bronca. Hace unos meses, en A Coruña ocurrió un suceso que pasó desapercibido. Un niño de 9 años le llamó a un contrincante “negro de mierda”, su entrenador le escuchó, le reconvino y le explicó que el siguiente partido lo iba a ver desde el banquillo a pesar de que su nivel futbolístico estaba por encima del de sus compañeros. La madre se lo llevó a otro equipo. “Me enteré de lo que pasó, me hizo pensar y organizamos unos talleres dirigidos a padres y una charla con árbitros que dieron a conocer su labor a padres, técnicos y jugadores”, explica Alfonso Queijo, presidente del Orillamar, un clásico del fútbol base coruñés.

Tampoco inventó nada que no existiese. Lo relevante es que cada vez hay más iniciativas así. “Tocamos cuestiones como hábitos saludables, primeros auxilios o comportamientos violentos”, completa Queijo. Esa es la chicha, cómo abordar y reducir la violencia verbal e incluso física en un ámbito que debería ser educativo y recreativo. “Tratamos de dar a los padres unos parámetros para que puedan controlar sus emociones en los partidos de sus hijos, les explicamos que para ellos son un espejo y que valoren cómo se pueden sentir cuando les oyen insultar o meterse alguien”, apunta Javier Torres Gómez, que durante 16 temporadas fue profesional del fútbol en el Real Madrid y el Valladolid, y en los dos últimas campañas recorrió casi todos los clubs de LaLiga con una escuela para padres.

Ahora, de vuelta al equipo pucelano, dirige un departamento multidisciplinar de Ciencias del Deporte. “Ahí también nos preocupamos de que los padres vean que la manera como actúan ante el fútbol es una lección de vida que dan a sus hijos”. Y detalla: “Si cuando los chicos se encuentran ante una situación como la suplencia y los padres les defendemos, justificamos, criticamos al entrenador o incluso los cambiamos de equipo sin que intenten buscar soluciones por sí mismos, estamos invitándoles a no afrontar situaciones problemáticas en el día a día”.

Evento pionero en Sagunto

Ejercitar la voluntad de los padres no es sencillo, porque además los más concienciados son justo los que acuden a las clases. “Y son más comunes los malos comportamientos en la grada lejos de las grandes canteras, que también tienen otros problemas con los familiares”, describe Sáenz, que desarrolla iniciativas que ofrecen herramientas para que los padres aprendan a gestionar emociones. Trabaja en ello con federaciones territoriales, clubes o ayuntamientos como el de Sagunto, donde el próximo mes de abril dirigirá un evento pionero sobre deporte y educación en el que se expondrán acciones que fomenten la deportividad en entornos formativos.

“Llevamos a los padres al campo, a que controlen el balón ante una situación de observación o presión, que reproduzcan lo que viven entrenadores, árbitros o jugadores. Intercambiamos roles y provocamos situaciones incómodas para que sepan qué se siente y cómo controlarse”, explica. También Torres Gómez va en esa línea, que no solo agrupa al familiar que critica y censura todo lo que se mueve sino al entrenador chillón: “Un técnico que prepara algo, pero el jugador se equivoca, pierde el balón y le meten un gol en contra. ¿Qué hacer ahí? Explicamos la importancia de elegir gestos y momentos. Muchas veces comerse el genio va en beneficio de la formación de un chaval”.

“Tenemos que intentarlo, que los padres sean conscientes de que la relación de los hijos con el deporte es para disfrutar y adquirir valores”, concluye Queijo, que invita a relativizar: “Siempre habrá a quien le quede corto todo esto, que te dicen que su hijo se merece más o que el club no está a su altura porque pierde muchos partidos. Normalmente es gente que tiene mucha prisa y poco recorrido”.

Escuela de padres en el Aurrerá impartida por Gesto Deportivo, iniciativa empresarial impulsada por Alfredo Sáenz.EL PAÍS

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