El Celta se pone una tirita

Dos goles de Iago Aspas derrotan a un Huesca que se hunde incapaz de aprovechar sus opciones ante un rival que empezó silbado por la grada

Jozabed, a la izquierda, pugna con Etxeita, zaguero del Huesca.Salvador Sas (EFE)

Acuciado por la cercanía de los puestos de descenso y con una idea de juego sostenida por andamios, el Celta solventó la jornada con un triunfo, que no es poco botín si se considera que en las diez jornadas anteriores solo había cantado victoria en una oportunidad. El equipo gallego superó al Huesca (2-0) en el estreno en Balaídos del técnico Miguel Cardoso y se puso una tirita sobre unas heridas que todavía se atisban. No ganó con suficiencia, pero le sobró para acabar con cierto relajo ante un rival que sí parece abonado al fondo de la tabla, ...

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Acuciado por la cercanía de los puestos de descenso y con una idea de juego sostenida por andamios, el Celta solventó la jornada con un triunfo, que no es poco botín si se considera que en las diez jornadas anteriores solo había cantado victoria en una oportunidad. El equipo gallego superó al Huesca (2-0) en el estreno en Balaídos del técnico Miguel Cardoso y se puso una tirita sobre unas heridas que todavía se atisban. No ganó con suficiencia, pero le sobró para acabar con cierto relajo ante un rival que sí parece abonado al fondo de la tabla, que partió mejor y debió aprovechar no solo su superioridad inicial sino el desconcierto que reinaba entre todo el celtismo. “El runrún no ayuda”, sentenció al final Iago Aspas. Obviamente fue él quien resolvió con dos goles que, al acanar el partido, le sitúaron al frente del pichichi empatado con Stuani y por delante de Suárez o Messi.

El delantero internacional se maneja sobre el césped de Balaídos como en el jardín de su casa. Por momentos da la impresión de que todo eso es suyo, que ejerce de goleador, entrenador, director deportivo y de comunicación o hasta como presidente. También podría ocupar un espacio en el palco de prensa. Pocas crónicas mejores que las que dispara en tres pinceladas ante los micrófonos incluso antes de irse a la ducha. Su influencia en el equipo y su entorno es tan inmensa que hasta da vértigo pensar que ocurriría si se hace daño en una uña. Sin completar su mejor actuación fue esencial en un triunfo que debió trabajar el Celta, sobre todo desde el aspecto mental porque pocos estuvieron cómodos en Balaídos. No lo estuvo, obviamente, el Huesca, pero tampoco muchos jugadores del Celta, ni su entrenador, que se pasó más de medio partido braceando e impartiendo órdenes que no parecían encontrar aplicación. No estuvo cómodo el graderío, que con la peor entrada de la temporada silbó y censuró al equipo hasta que se puso en ventaja en el marcador. Sólo Aspas pareció controlar la situación. Desde una ubicación liberada, vecina a la mediapunta, gobernó sobre lo que le rodeaba con la madurez de los mejores líderes. Otros dos chicos de la casa, Brais Méndez y Hugo Mallo ejercieron de escuderos para guiar al equipo fuera del atolladero al que se dirigía.

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Porque el Huesca pudo marcar de inicio. Mandó porque el Celta no encontró el hilo para gestionar la pelota como le indicaban desde el banquillo, en la búsqueda de superioridades desde la retaguardia. Pero nada fluía porque brotaban las imprecisiones y la grada las reprobaba en un bucle que semejaba infernal. A los siete minutos debió marcar Rivera con un testarazo a placer que remató como un cadete, una grosera desatención de la zaga celeste. A los doce fue Moi Gómez el que se plantó en el corazón del área local tras un robo en la medular. En esos minutos de ofuscación el Celta apenas se entregó a Boufal, un virguero de esos de patio de colegio, el chupón de toda la vida. Si se ordenase, un judadorazo. Un par de caracoleos suyos le dieron vida al equipo y a la gente, alertaron además al Huesca que cayó en la marrullería, paró el partido y ahí empezó a tener problemas. El Celta le golpeó a la primera, pasada la media hora, en una conexión entre Hugo Mallo y Brais Méndez en la que el lateral entró como cuchillo en mantequilla para habilitar a Aspas en boca de gol.

La ventaja calmó los ánimos en Balaídos y destempló al Huesca, que se cayó. Perdió por lesión a Álex Gallar, que había ejercido de agitador y gastó los tres cambios con media hora por jugar sin encontrar sustituto en esa labor. El partido transitó entonces sin sobresaltos para el Celta, que no estaba para pedir más, hasta que a un cuarto de hora para el final Aspas agigantó su leyenda en un gol en el que galopó medio campo para pelear la pelota, obligar a Akapo hasta una lesión muscular que dejó a su equipo con diez hombres, llevarse la pelota de tacón, pisarla ante el portero al estilo de las estrellas del fútbol sala y dirigirla a un ángulo imparable. Para que pedir más.

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