¿Messidependencia? Sí, gracias

El Barça mira a Messi porque no debe mirar a ningún otro sitio, en contraposición a un Real Madrid que todavía no sabe a dónde mirar desde la espantada de Zidane y Cristiano

Messi, este miércoles en el Camp Nou. En vídeo, declaraciones de Valverde sobre la ausencia de Messi tras lesionarse ante el Sevilla.Vídeo: GTRES / EPV

Para comprender la importancia capital de Messi en el Barça basta con recrearse en las imágenes difundidas estos últimos días por las televisiones de medio mundo. El argentino permanece tumbado en la banda tras su encontronazo con el Mudo Vázquez, el partido se reanuda, y los aficionados encuadrados en el mismo tiro de cámara que el futbolista clavan su mirada sobre él, desentendiéndose por completo del juego. Así es Messi, tanto fuera como dentro del campo: un imán que lo atrae todo, poco importa si hablamos del balón, los en...

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Para comprender la importancia capital de Messi en el Barça basta con recrearse en las imágenes difundidas estos últimos días por las televisiones de medio mundo. El argentino permanece tumbado en la banda tras su encontronazo con el Mudo Vázquez, el partido se reanuda, y los aficionados encuadrados en el mismo tiro de cámara que el futbolista clavan su mirada sobre él, desentendiéndose por completo del juego. Así es Messi, tanto fuera como dentro del campo: un imán que lo atrae todo, poco importa si hablamos del balón, los entramados defensivos del rival o la atención de los espectadores.

La Messidependencia dejó de ser un debate candente hace mucho tiempo, tanto que el propio Ernesto Valverde no muestra reparo alguno a la hora de reconocerla. Y hace bien. Cualquier otra respuesta sería entendida como una astracanada innecesaria, otro alegato sin valor, torpe y latosa poesía. Hace unos años, durante la celebración de una boda, presencié una reacción que me dejó maravillado por su lógica. La mujer, prima segunda del novio, se emocionó tanto con el “sí, quiero” de este que perdió el oremus y comenzó a pedir pañuelos a cuantos la rodeábamos con bastante escandalera. Fue entonces cuando el marido, un tanto abochornado por sentirse el centro momentáneo de la celebración, le secó el rostro con sus propias manos mientras le decía: “Tranquila, ¿qué esperabas? ¿Qué te dijera que no?”.

Evarist Murtra, uno de los personajes más respetados y apreciados del entorno culé, ya lo advertía en unas declaraciones realizadas a este mismo periódico hacia final de la temporada 2012-2013. “Hemos pasado de la Barçadependencia de Messi a la Messidependencia del Barça”. Y añadía. “Yo no lo veo como un problema, incluso puede ser una ventaja si se orienta bien. Una tarea que, en cualquier caso, corresponde a los técnicos”. Dicho cometido estuvo a punto de devorar a Luis Enrique en sus primeros meses, tan obsesionado con liderar una nueva revolución del proletariado que tropezó -y salió rebotado- ante la naturaleza absolutista de Messi. Valverde, por el contrario, siempre ha tenido claro que todo gira en Barcelona alrededor del nuevo Rey Sol, ese Luis XIV contemporáneo capaz de construir su propio Versalles en un par de arrancadas.

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La Messidependencia es la mayor bendición recibida por un club como el Barça desde que Cruyff aterrizara en El Prat allá por 1973. Lo hizo acompañado de su esposa, Danny, y rodeado por una marabunta tan necesitada de referentes que algunos ofrecían a sus hijos en santo sacrificio para que los besara. Una semana más tarde, llegaría el histórico 0-5 en el Santiago Bernabéu. Como entonces, los ojos de todo el barcelonismo permanecen hoy clavados en un único punto, correctamente focalizada la atención y sin riesgo alguno de dispersión. El Barça mira a Messi porque no debe mirar a ningún otro sitio, en contraposición a un Real Madrid que todavía no sabe a dónde mirar desde la espantada de Zidane y Cristiano. Y por eso resulta tan conveniente la respuesta de Valverde al ser preguntado sobre dependencias, un tipo de patología que solo puede tratarse desde la más estricta humildad y honradez. El Barça tiene un problema y su entrenador lo sabe mientras que, en Madrid, nadie parece saber ni contestar.

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