En los territorios de Chava

La ronda atraviesa Gredos, los pueblos del ciclista que en La Covatilla creyó poder superar la depresión

enjamin King (i), durante la novena etapa de La Vuelta 2018. MANUEL BRUQUE (EFE)

"Los pueblos se hunden", se lee en una pancarta triste cuando el pelotón atraviesa el Gredos menos turístico, con calles empinadas de guijarros humildes y los guiris holandeses las descubren con el paso de la Vuelta y se emocionan, y las comparan con los montes de Flandes y sus adoquines que son la savia de sus clásicas. Es el Gredos de Chava Jiménez, el ciclista más de la tierra dura y del granito, a quien recuerda otra pancarta solitaria por su puerto de Peña Negra, y poco más.

Hace 20 años, Chava Jiménez era Dios. Era el instinto y el genio escalador que sacaba de quicio a los rivale...

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"Los pueblos se hunden", se lee en una pancarta triste cuando el pelotón atraviesa el Gredos menos turístico, con calles empinadas de guijarros humildes y los guiris holandeses las descubren con el paso de la Vuelta y se emocionan, y las comparan con los montes de Flandes y sus adoquines que son la savia de sus clásicas. Es el Gredos de Chava Jiménez, el ciclista más de la tierra dura y del granito, a quien recuerda otra pancarta solitaria por su puerto de Peña Negra, y poco más.

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Hace 20 años, Chava Jiménez era Dios. Era el instinto y el genio escalador que sacaba de quicio a los rivales, a Heras, a Escartín, a los otros escaladores del momento, y así ayudaba a ganar la Vuelta al Olano de la resistencia y la regularidad, el contrarrelojista que ascendía las montañas al paso, y todos los aficionados eran de Chava. Y salía a entrenarse desde su casa de El Barraco y por las carreteras estrechas de Gredos, y el sol que blanquea las piedras, le seguían Lastras, Mancebo, Navas, chavalillos más jóvenes que se harían profesionales más tarde porque Chava era su ídolo y le admiraban.

El último puerto que subió Chava en bicicleta fue La Covatilla.

Era la primavera de 2002 y el ciclista intentó huir de la depresión que le había agarrado unos meses antes y no le soltaba. Se fue de excursión por Gredos con Azucena, su chica, se tumbaba al sol en el prado junto a los ríos rápidos, y comía chorizo y alubias, y terminó alojándose unos días en el hotel que el exciclista Cubino tenía en Béjar, al pie de una estación de esquí que la Vuelta había anunciado que se ascendería por primera vez unos meses más tarde. Pese a la medicación de antidepresivos y los kilos de más, Chava sudó y sudó, pero fue capaz de ascender. Un par de días vivió la vida. Gozó de un cierto optimismo y hasta pensó en volver a ser ciclista de verdad.

"Volveré a ser El Chava", se prometió, el artista del ciclismo que la última Vuelta, la de 2001, pese a estar enfadado con sus directores del Banesto, ganó tres etapas y proclamó su genio. Llamó a unos cuantos periodistas y habló con ellos en el hotel de Cubino. Y era difícil creerle. Parecía imposible que lograra escapar de la depresión.

Unos meses más tarde, pasadas las Navidades de 2002, se encontró en Canarias, donde intentaba de nuevo sobrevivir, con Marco Pantani, que también buscaba una esperanza a la que agarrarse. Ambos hablaron de lo mismo, de volver a ser los mejores escaladores de la historia y hasta fantasearon sobre la posibilidad de organizar un equipo juntos, y correr los dos mano a mano.

Chava murió en diciembre de 2003. Dentro de nada hará 15 años. Tenía 32. Un chaval. Pantani murió dos meses más tarde.

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