Edin Dzeko mete el gol del año y deja al Chelsea en evidencia

El delantero de la Roma, que hizo dos tantos, protagoniza la remontada de su equipo en Stamford Bridge después de ir perdiendo 2-0 frente a un rival conservador e inseguro

Dzeko marca el 2-2 de volea.Dan Mullan (Getty Images)

Llegaron las primeras tormentas del otoño y la Champions elevó el nivel de las emociones. El paso del ecuador de la liguilla registra evoluciones más o menos predecibles en los grupos A, B, D y H, en donde Manchester United, PSG, Bayern, Barça, Juve, Real Madrid y Tottenham aseguran posiciones de tranquilidad. En los grupos E, F y G, sin embargo, se observa una atmósfera extraña en la que prosperan el Spartak, el Shaktar y el Besiktas a costa de Oporto, Mónaco, Nápoles y Sevilla. Capítulo aparte merece el cuarteto del Grupo C. En este microclima de condenados por el sorteo solo viven en calma ...

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Llegaron las primeras tormentas del otoño y la Champions elevó el nivel de las emociones. El paso del ecuador de la liguilla registra evoluciones más o menos predecibles en los grupos A, B, D y H, en donde Manchester United, PSG, Bayern, Barça, Juve, Real Madrid y Tottenham aseguran posiciones de tranquilidad. En los grupos E, F y G, sin embargo, se observa una atmósfera extraña en la que prosperan el Spartak, el Shaktar y el Besiktas a costa de Oporto, Mónaco, Nápoles y Sevilla. Capítulo aparte merece el cuarteto del Grupo C. En este microclima de condenados por el sorteo solo viven en calma los felices hinchas del Qarabag, contentos, como Pierre de Coubertin, de participar. El Atlético (2 puntos), la Roma (5) y el Chelsea (7) parecen condenados a sufrir hasta el último minuto de la sexta jornada para clasificarse para la siguiente fase.

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El duelo que enfrentó al Chelsea y a la Roma en Stamford Bridge exhibió la tensión acumulada en el Grupo C. Fue un partido descontrolado. Un sacamuelas para Antonio Conte y Eusebio di Francesco, los entrenadores. Dos italianos de culturas diversas pero no tanto como para disfrutar de la cadena de errores que condicionaron los acontecimientos. Un espectáculo para las hinchadas, que asistieron a los acontecimientos desde el asombro: 2-0 a favor del Chelsea en el minuto 37; 2-2 en el minuto 64; y 3-3 en el minuto 75. Conclusión: la Roma esconde más de lo que aparenta y el Chelsea suma siete puntos pero atraviesa una crisis existencial.

El equipo de Conte salió a encerrarse. Se cubrió con defensa de cinco, como de ordinario, pero con algunas variaciones en la nómina: Zappacosta, Azpilicueta, Christensen, Cahill y Alonso. Por delante, Cesc, Bakayoko, David Luiz, Hazard; y en punta solo Morata. La fórmula tiene muchos números: 5-3-2, 3-4-2-1, y 5-4-1. Pero responde a una idea vieja: resistir sin la pelota es lo primero. Al equipo y a su afición se les acartonó el sentido de tanto emplearla. El zarpazo y el contragolpe les brinda seguridad, pero lo ponen en práctica como si ya no supieran bien por qué. El Chelsea, que venía de perder dos partidos consecutivos en la Premier, da síntomas de aburrimiento. Hinchas y jugadores cumplen dolientes con el deber de mirar o esforzarse. Como si albergaran pocas esperanzas de redención.

Ante la Roma, se encontraron con las ventajas que descubren los equipos imprecisos. Dinámicos y atrevidos, los jugadores visitantes tuvieron escaso vuelo. A la Roma le faltan futbolistas desequilibrantes en el mediocampo y eso no hay orden que lo compense. Ante la ausencia de alguien que meta el último pase, Perotti chocó contra todo y Dzeko se vio aislado en la multitud de camisetas azules. El Chelsea aguantó media hora sin sufrir daños más por la superpoblación de su área que por defender bien. En una arrancada atropellada, David Luiz se asomó al área y remató dos veces, favorecido por el rechace. A la segunda envió el tiro bien tocado junto al palo izquierdo de Alisson. Fue el 1-0.

“¡Vamos!”, gritó, en perfecto castellano, furioso, el jugador brasileño. Como reivindicándose y tratando de contagiar al resto. Como si advirtiera cierto peligro. Habían pasado diez minutos y la fortuna se situaba del lado del conjunto de Conte, uno de esos técnicos celebrados por sus dotes para la especulación. Pasada la media hora, Bruno Pérez y Gonalons combinaron mal en el mediocampo, Hazard les robó la pelota, y del tuya-mía con Morata sobrevino el 2-0. El prestigio de Conte crecía. “¡Vamos!”, gritó Hazard, en perfecto castellano. “¡Come on!”, les gritó Conte desde la banda, animándoles a concluir una hazaña. Parecía demasiado ruido para un partido de la tercera jornada de la primera fase. Pero ellos debían saber mejor que nadie el estado en el que se encuentra el Chelsea. El correr de los minutos demostró que si se daban tantos ánimos era porque lo necesitaban.

Primero Courtois resolvió con éxito un mano a mano con Nainggolan. Después Kolarov avanzó por el carril izquierdo y soltó un zurdazo que acabó en la red. El 2-1 fue el resultado al descanso. El Chelsea había gozado de un exiguo 37% de posesión. La cifra no debía inquietar a un entrenador como Conte, experto en el aprovechamiento del repliegue y el dominio del espacio, pero la expresión en su rostro era de preocupación. Al poco de la reanudación retiró a David Luiz, que se fue protestando, y metió a Pedro, circunstancia que luego lamentó públicamente. “He cambiado el sistema", dijo Conte, "pero no ha servido de nada porque empezamos a improvisar y no generamos peligro en el rival mientras que perdimos nuestras certezas”.

Sea cual sea el sistema del que habló, aquello se pareció mucho a las trincheras. Es decir: lo de casi siempre. Conte formó dos líneas muy densas y puso a Hazard y a Pedro a cerrar espacios en el medio con cinco zagueros atrás. Al Chelsea le costó hilvanar jugadas en la primera parte y se le hizo igual de difícil en la segunda. La diferencia residió en el acierto de Edin Dzeko. El 2-2, obra del bosnio, pasará a la historia como uno de los grandes goles del 2017. Fazio avanzó y al superar la línea del medio campo envió un pase a Dzeko. La pelota cayó sobre el borde del área de Courtois según el delantero la acompañaba con la zancada midiendo velocidades y distancias. Cambió el paso, frenó, y empalmó con la zurda sin dejar que picara. El portero se estiró en un escorzo que no detuvo el remate. Los aficionados de la Roma deliraron en la esquina. Cinco minutos más tarde, en el minuto 75, a la salida de una falta lanzada por Kolarov, otra vez Dzeko cabeceó a gol. Otra vez, burlando a Christiensen.

Solo un descuido de la defensa de la Roma permitió al Chelsea empatar el partido. Hazard, el mejor jugador del equipo inglés, no es exactamente un goleador y mucho menos un cabeceador. Pero se anticipó a Fazio, el hombre más largo sobre el campo, antes de cabecear un centro de Pedro sin despegar los pies del suelo. El 3-3 definitivo.

El empate en Londres consolida al Chelsea en el liderato pero no le asegura nada, mucho menos si sigue jugando tan mal. La Roma sale reforzada y el Atlético queda malparado, bajo la presión de tener que ir a Londres a sacar tres puntos ante el rival que lo dominó en el Wanda

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