Herrerín salva al Athletic

El conjunto de Ziganda comenzó bien pero acabó dependiendo del portero ante el Hertha

Iker Muniain disputa el balón durante el partido ante el Hertha BSC.Matthias Kern (Bongarts/Getty Images)

Lo que empezó en los pies de Aduriz acabó en las manos de Herrerín. Y las manos fueron más importantes que los pies, contradiciendo la propia denominación del fútbol. Ocurre cuando el importante es el portero y los demás, actores de reparto. Y el Athletic que ayer se estrenaba en Berlín en la fase de grupos de la Europa League, tras dos sufridas eliminatorias previas, comenzó agarrado a su delantero centro, Aduriz, y su lugarteniente, Muniain, y acabó colgado de lo...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Lo que empezó en los pies de Aduriz acabó en las manos de Herrerín. Y las manos fueron más importantes que los pies, contradiciendo la propia denominación del fútbol. Ocurre cuando el importante es el portero y los demás, actores de reparto. Y el Athletic que ayer se estrenaba en Berlín en la fase de grupos de la Europa League, tras dos sufridas eliminatorias previas, comenzó agarrado a su delantero centro, Aduriz, y su lugarteniente, Muniain, y acabó colgado de los guantes de su portero Herrerín, que repelía disparos de Plattenhardt, de Ibisevic, de Kalou, como un ilustrado espantador de moscas.

Ante el Hertha, el Athletic tampoco encontró su perfil. Se le vio de frente, en una primera mitad poderosa que miniaturizó a su oponente (salvo en el tramo final) malgastando ocasiones de Aduriz y Muniain, con el portero como única barrera, pero ágil como un junco. Jugaba el Athletic con el paso firme de quien se siente seguro. Muniain, de media punta, le da juego interior, paredes, sorpresas más allá de la clásica jugada: pase, centro, remate. Lgo por cierto que falla en el segundo asunto. No hubo ni un solo centro al área, por parte de extremos o laterales, que mereciese un aplauso, uno solo. A cambio, el Hertha parecía un equipo demasiado rutinario, apelando a la experiencia de Kalou o Ibisevic, y confiando en el desgaste rojiblanco (hoy de negro). Pero de la exuberancia de uno, el Athletic, y la abulia del otro, el Hertha, no surgió nada concreto. Sueños de uno frente a modorra del otro.

Y se le vio al Athetic de espaldas, en la segunda mitad. Por razones que se desconocen, el conjunto de Ziganda tiende al letargo. Y tras volver del vestuario, fue un Athletic mustio que engrandeció al rival, que poco tenía, hasta porporcionarle tres ocasiones que Herrerín convirtió en respuestas heroicas. Apareció la profundidad de los laterales del Hertha y la inteligencia de Kalou para encontrar huecos que solo una defensa mustia podía ofrecerle. Y e salvó el Athletic, como antes se había salvado el Herta. Más concretamente, a uno lo salvó Herrerín y al otro Kraft. Entre el uno y el otro porteros transcurrió mucha rutina, bastante monotonía y un 0-0 que merece y desmerece a ambos. Dirá el Athetic que otro partido sin perder y otro sin encajar gol, y un punto fuera de de casa. Y dirá bien. Pero jugó mal. O poco, para ser más exactos.

Más información

Archivado En