Pitar a Piqué

En Johannesburgo y en medio planeta estuvo Piqué defendiendo al equipo que el aficionado tanto ama

Gerard Piqué juega con su hijo Milan en el césped del Bernabéu después del partido contra Italia. David Ramos (Getty Images)

En la extraordinaria entrevista que le hace Maite Rico a Javier Marías en El País Semanal hay respuestas de las que aprendo, como logra el mejor Marías en sus novelas (“No puedes meterte en todas las guerras porque hay enemigos que manchan demasiado, incluso aunque sea para combatirlos”) y otras con los que no estoy de acuerdo. Las respuestas que me gustaron se las envié a amigos con el enlace a la entrevista, como suelo hacer. Las que me disgustaron traté de olvidarlas para no enfadarme ni enfad...

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En la extraordinaria entrevista que le hace Maite Rico a Javier Marías en El País Semanal hay respuestas de las que aprendo, como logra el mejor Marías en sus novelas (“No puedes meterte en todas las guerras porque hay enemigos que manchan demasiado, incluso aunque sea para combatirlos”) y otras con los que no estoy de acuerdo. Las respuestas que me gustaron se las envié a amigos con el enlace a la entrevista, como suelo hacer. Las que me disgustaron traté de olvidarlas para no enfadarme ni enfadar a nadie más; eran opiniones arriesgadas, para eso Marías es Marías, de las que sospeché que disgustarían a más gente que a mí. Una de ellas sobre feminismo, ajena a los temas del libro que promocionaba Marías, fue el tuit con el que la cuenta de EL PAÍS promocionó la entrevista en redes.

Ese titular impugnaba la entrevista: los que se enfadaban con él estaban demasiado enfadados para leerla, pero lo suficientemente enfadados para compartirla. En cualquier caso era una opinión que, emitida en solitario, centraba el debate. Vende mejor lo que puede ser malo que lo que puede ser bueno; tiene más peso, el impulso de juzgarlo es mayor y se extiende con más facilidad una opinión que "caería fatal" como dice Marías que una que no se sabe cómo va a caer. He observado que cuando conocemos personalmente a alguien tendemos -creo yo- a priorizar su parte positiva; cuando no lo conocemos personalmente, tiende a imponerse con más facilidad lo que nos parece malo: lo desagradable impugna el resto e invalida aquello que nos pueda gustar o nos ha gustado.

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Tuve esa impresión cuando leí la entrevista a Marías, y cuando vi después el resumen del partido de España y escuché los silbidos a Piqué. Había un aficionado medio en el Bernabéu que entre la Copa de Mundo y las Eurocopas que ganó Piqué con España, y las supuestas opiniones políticas y el forofismo culé de Piqué, prefería lo segundo. Es el mismo aficionado medio que te dirá que la final de Johannesburgo es un día tan importante como el día en que nació su hijo. En Johannesburgo y en medio planeta estuvo Piqué defendiendo al equipo que el aficionado tanto ama, pero ese aficionado que silba a Piqué prefiere que jure bandera a que se parta la cara por la selección.

Va al campo con la misma camiseta que él, a defender en la grada al equipo que él defiende en el campo y a celebrar los goles con la misma euforia que él. Pero entre lo que les une ese día, que es todo, y lo que les separa otros días, que son unas cosas, elige el rechazo.

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