Iago Aspas toma Riazor

Un gol del estandarte del celtismo resuelve un derbi gallego escaso de fútbol en el que el Deportivo quiso jugar cuando ya era tarde

Iago Aspas celebra el gol del triunfo del Celta en Riazor.Cabalar (EFE)

Lo ganó Iago Aspas, que está muy por encima de todos, un futbolista superlativo que no deja de superar sus propios límites. Nunca había marcado en Riazor, de donde había salido trasquilado en varias ocasiones tras memorables duelos con tipos como Colotto o Marchena. Esta vez llegó su momento. Marcó en un partido sin más chicha que la de la rivalidad, que no es poco, y decidió un derbi que acerca al Celta al objetivo de la séptima plaza y cercena la ambición de su eterno rival por escalar en la tabla y olvidarse de los puestos de retaguardia en la tabla.

El Deportivo fue cristalino desde...

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Lo ganó Iago Aspas, que está muy por encima de todos, un futbolista superlativo que no deja de superar sus propios límites. Nunca había marcado en Riazor, de donde había salido trasquilado en varias ocasiones tras memorables duelos con tipos como Colotto o Marchena. Esta vez llegó su momento. Marcó en un partido sin más chicha que la de la rivalidad, que no es poco, y decidió un derbi que acerca al Celta al objetivo de la séptima plaza y cercena la ambición de su eterno rival por escalar en la tabla y olvidarse de los puestos de retaguardia en la tabla.

El Deportivo fue cristalino desde la pizarra. Pepe Mel guardó a Emre Çolak, Carles Gil, Kakuta y Andone y planteó con éxito una batalla escasa de fútbol, un partido de contacto y desgaste, de respuesta más que de propuesta. Cualquier amago de bajar la pelota al piso y subir líneas con ella sucumbió por más que el Celta esbozase esa intención. Buscó un partido de largo aliento el Deportivo, sabedor de que su rival anda atareado en varios frentes, de que Berizzo apenas refrescó el once que volvió victorioso de Krasnodar con dos variaciones, Roncaglia y Bongonda por Fontàs y Pione Sisto, una tercera cuando a los pocos minutos de empezar el partido Guidetti cayó lesionado y dejó su puesto a Beauvue.

No fue el Celta acostumbrado, tampoco el Deportivo más vistoso. Fue un combate pródigo en sudor, sin excesivas llegadas a las áreas, con poca exigencia para porteros y delanteros. Al Deportivo le faltó fútbol y durante bastantes minutos se lo quitó al Celta, renunció al control a través de la pelota el equipo de Mel y se entregó a la brega, a los detalles, a la idea de tratar de explotar unas acciones a balón parado que su rival supo negarle. Riazor conmemoró el derby, entendido como voz inglesa parangonable a una festiva rivalidad, pero no celebró ni siquiera un regular partido de fútbol. Un error de Roncaglia en la primera acción tras el descanso pudo decantarlo para los coruñeses, pero lo evitó Sergio Álvarez ante Borges. Apenas hubo noticias de los delanteros del Celta durante una hora larga.

Hasta que llegó un momento en el que el Deportivo creyó ver la victoria de cara, no por lo que había mostrado sino por lo que se esbozaba, porque había germinado una especie de convencimiento de que el partido iba a ser eterno y debía madurarse. Mel lo había diseñado así y sobre Mel no cabían discusiones en Riazor tras sumar ocho puntos en cuatro partidos. Con las piernas cargadas, con el Celta sin llegada, el técnico madrileño llamó a Carles Gil y Andone para darle la que se suponía vuelta de tuerca victoriosa a su estrategia. Pero llegó un indomable. Nunca habia marcado con el Celta en Riazor, pero tampoco lo había hecho en Wembley vestido con la camiseta de la selección y lo hizo el día de su debut. Nada parece imposible en este momento para Iago Aspas, que golpeó al Deportivo justo cuando Riazor tenía la sensación de que el partido se volcaba a favor de su equipo y recordaba con alborozo la ausencia de títulos en el historial de su rival.

Aspas marcó tras centro de Beauvue un gol de nueve, pero se mueve como un diez y Berizzo le ubica como un siete. Es un jugador universal. Decidió un partido cerrado que Mel trató de abrir con Emre Çolak, el futbolista con mayor talento de su plantilla, el mismo por cuya ausencia disciplinaria en la ida se le puso la cruz a Gaizka Garitano. Cuando llamaron al turco al Deportivo ya le urgía el talento y la necesidad de reparar en un cuarto de hora lo que pudo haber resuelto en hora y media. Restó la sensación de que tenía mimbres para hacerlo, pero que conformó el cesto con las varillas equivocadas. "Era un partido de cero a cero", resumió Mel. Pero lo perdió.

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