El Betis manda al Getafe a Segunda

Con el Benito Villamarín entregado al Sporting, el equipo andaluz acaba con un rival sin alma, superado por la tensión y los nervios

Pedro León se lamenta tras descender.PACO PUENTES (EL PAIS)

“El año que viene volvemos al Molinón”. Así rugió la grada del Benito Villamarín para desesperación de un Getafe sin alma, fácilmente doblegado por el Betis, al que le bastaron un par de pinceladas para acabar con la resistencia de un equipo que se ha mantenido en Primera desde 2004 sin una gran estructura ni una gran masa social para ello, lo que habla del mérito de sus dirigentes. Falló el Getafe en su final y cumplió con su obligación el Betis, que no era otra que la de ganar. Apenas tuvo opciones el equipo madrileño, si acaso una gran ocasión de Stefan, en el minuto 54, que sacó muy bien D...

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“El año que viene volvemos al Molinón”. Así rugió la grada del Benito Villamarín para desesperación de un Getafe sin alma, fácilmente doblegado por el Betis, al que le bastaron un par de pinceladas para acabar con la resistencia de un equipo que se ha mantenido en Primera desde 2004 sin una gran estructura ni una gran masa social para ello, lo que habla del mérito de sus dirigentes. Falló el Getafe en su final y cumplió con su obligación el Betis, que no era otra que la de ganar. Apenas tuvo opciones el equipo madrileño, si acaso una gran ocasión de Stefan, en el minuto 54, que sacó muy bien Dani Giménez, el portero que sustituyó al sancionado Adán. Nadie se acordará de este Getafe, que no pudo superar su ansiedad, bloqueado y sin aire en un Benito Villamarín que acabó siendo una fiesta. Su afición quiere mucho a la del Sporting. Y bien que se notó. Desastrosa la jornada para el Getafe, que ve complicado su futuro en Segunda División.

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El fútbol resulta a veces un enigma. Por eso resultó inexplicable la falta de tensión del Getafe a la hora de afrontar su gran final de la temporada. Después de un ejercicio mediocre, con 2.000 aficionados en las gradas de un Benito Villamarín hostil y jugándose la vida, el Getafe fue un fantasma, un equipo sin alma, lleno de nervios, impreciso y sin chispa. Una burda copia del espíritu que siempre impregnó a su entrenador, Esnáider, atónito en la banda ante la falta de juego de los suyos, nervioso en cada acercamiento de un Betis hermanado con el Sporting, con ganas de estropear la presunta fiesta madrileña. El gol del Sporting al Villarreal, lejos de incentivar al Getafe, lo hundió en el sopor, del que solo lo sacó en una primera parte nefasta un buen remate de Stefan en el minuto 23. Los madrileños solo encontraron cierto alivio en los disparos y centros de Pedro León, escaso arsenal para lo mucho que tenían en juego. El Betis, que jugó casi andando, gozó de una gran ocasión en los pies de Jorge Molina, que recibió un gran pase de Dani Ceballos. Guaita salvó al Getafe, que estaba en Segunda porque no ganaba al Betis y lo hacía el Sporting. Su increíble falta de entusiasmo no podía continuar en la segunda mitad. La única opción pasaba por soltarse y abandonar los nervios que atenazaban la mente y las piernas de sus jugadores. Ni Sarabia ni Medrán eran capaces de dar el paso adelante. Su equipo lo notaba, asustado, sin carrera, víctima de su impotencia.

El Betis, en pleno fin de fiesta, tampoco es un rival temible. Solo encuentra fútbol en las botas del irregular Ceballos. Poyet, nuevo entrenador, tomó buena nota en el palco, pues el equipo necesita una reconstrucción en toda regla para aspirar a cotas más altas.

Lo intentó el Getafe, pero entonces llegó el remate de Pezzella, que superó a Guaita con un fantástico remate. Estalló el Benito Villamarín y Esnáider no se lo creía. Como tampoco cuando Gil Manzano pitó un penalti que no pareció de Damián a Musonda. Marcó Rubén Castro (19 goles) y Emi se fue a la calle. El Getafe se moría, asistido en última instancia por un golazo de Medrán. Lo intentó hasta el final, en el estertor de su agonía, camino de Segunda mientras su fiesta se trasladaba a Asturias, a ese Sporting hermanado con el Betis.

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