Zidane y la meritocracia

Al francés le corresponde repescar en plenitud a Kroos, James e Isco y, al tiempo, debe proyectar la carrera de los más noveles

Zidane, en un entrenamientoPIERRE-PHILIPPE MARCOU (AFP)

Puntual como suele ser, el fútbol apunta ahora a Lucas Vázquez, capital en la jugada que derivó en el gol de Cristiano y alivió los sofocones madridistas ante la Roma. Una gran jugada, sin duda, pero la figura de este canterano trasciende a sus buenos ratos con el Madrid, por ahora más episódicos que seriales. Con Lucas, y también con Casemiro, subyace el debate sobre la meritocracia en estos tiempos más proclives a la explotación de un parque temático que a la naturaleza deportiva.

Los clubes precisan amortizar sus inimaginables inversiones. A veces la incontrolable ludopatía futbolera...

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Puntual como suele ser, el fútbol apunta ahora a Lucas Vázquez, capital en la jugada que derivó en el gol de Cristiano y alivió los sofocones madridistas ante la Roma. Una gran jugada, sin duda, pero la figura de este canterano trasciende a sus buenos ratos con el Madrid, por ahora más episódicos que seriales. Con Lucas, y también con Casemiro, subyace el debate sobre la meritocracia en estos tiempos más proclives a la explotación de un parque temático que a la naturaleza deportiva.

Los clubes precisan amortizar sus inimaginables inversiones. A veces la incontrolable ludopatía futbolera origina fichajes fantasmagóricos; en otras ocasiones, el genio a la vista simplemente no cala del todo. Para mayor enredo, puede ocurrir que en paralelo un chico de la factoría tome la delantera a los del primer cartel sin haber vendido una mísera camiseta y sin haber sido presentado con alguna serpentina. En el palco, el mando se maldice. En la caseta, el técnico tirita mientras los futbolistas rumian por dónde van los tiros. ¿El míster o el dueño, el fútbol sin más o el fútbol de camerino y purpurina?

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Como tantos y tantos entrenadores, a esta encrucijada se enfrenta ahora Zinedine Zidane, recién llegado, con un equipo por formatear y con el vestuario muy atento a su timbre de autoridad. Por un lado, al francés le corresponde repescar en plenitud a gente como Kroos, James e Isco, por los que la entidad hizo un considerable desembolso y que ya tienen su cuota de mercado. Al tiempo, es el propio Zidane quien debe proyectar la carrera de los más noveles, máxime si estos, caso de Lucas y Casemiro, se lo ganan y se lo ganan. No son pocas las veces que el entrenador se siente un subalterno de una política en la que no ha tenido verbo. Es lo que hay. Zidane, con honores vitalicios, no deja de ser un empleado del club.

Cabe que el francés dicte una alternancia salomónica y parchee según la jornada, pero llegará el día clave y tendrá que elegir sin tirar los dados. Lo hizo Rafa Benítez en el superclásico y con el equipo deseado para el póster empresarial perdió 0-4. Lucas y Casemiro, hasta entonces muy pujantes, cayeron en el olvido. Un largo extravío hasta que Zidane, arrastrado por las circunstancias (lesiones, sanciones) les ha tenido que echar la caña.

La alineación de Lucas y Casemiro tiene mayores connotaciones. Con el primero, jugador desequilibrante, de los que encaran y regatean sin olvidar la marcha atrás para socorrer en defensa, el Madrid se perfilaría con extremos clásicos. Lucas necesita la orilla derecha, así que Bale debería regresar a sus orígenes por la izquierda. Con Benzema de vuelta, ese carril zurdo es del gusto de Cristiano. En el caso de Casemiro, su presencia en el dique descartaría a algunos de los media punta, la estirpe preferida de la institución, que hace años que se hartó de los Gravesen, Pablo García y Diarrás. Un embrollo, sí, pero el Madrid necesita un cortafuegos con hueso (Casemiro) y que alguien, al menos uno, vaya y venga por una banda (Lucas). Gente sin tantas luces de neón a su alrededor.

Aliste a unos u otros, el equipo, la entidad, quedará marcada, para bien o para mal. Y nada mejor para Zidane que reunirse a solas con Zidane y concretar qué es lo que quiere. Disuelta la asamblea consigo mismo, que ponga nombres al proyecto. Como ya sabrá Zizou, el Madrid alcanzó la Octava con meritorios y solventes teloneros como Iván Campo y Karanka. Y la Novena con figuras totémicas como él mismo. También ha comprobado sobre la hierba que tan vital es Keylor como CR. Todo puede ser cuando se parte de una idea propia no contaminada. Leyendas eternas como ZZ no precisan politiqueos.

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