Una dosis de desenfreno

Hambrienta, España resuelve su último pulso preparatorio, frente a Polonia (33-28), con una reacción furibunda en los últimos 10 minutos

Víctor Tomás lanza ante el portero Wyszomirski.Alberto Morante (EFE)

Una bravata a tiempo, el orgullo de un bloque de jugadores que no conciben la rendición en ningún momento, permitió a España voltear su último partido preparatorio antes del Mundial y alzar de nuevo el Torneo Internacional-Memorial Domingo Bárcenas en el Palacio de los Deportes de Oviedo. Sufrieron los Hispanos frente a una Polonia (33-28) que también desfilará por la próxima Copa del Mundo, pero sacaron el mazo para romper la roca y sellar un proceso preparatorio saldado con tres triunfos, buenas sensaciones y el mejor de los avales: la ambición y el hambre siguen intactas, carbura el colecti...

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Una bravata a tiempo, el orgullo de un bloque de jugadores que no conciben la rendición en ningún momento, permitió a España voltear su último partido preparatorio antes del Mundial y alzar de nuevo el Torneo Internacional-Memorial Domingo Bárcenas en el Palacio de los Deportes de Oviedo. Sufrieron los Hispanos frente a una Polonia (33-28) que también desfilará por la próxima Copa del Mundo, pero sacaron el mazo para romper la roca y sellar un proceso preparatorio saldado con tres triunfos, buenas sensaciones y el mejor de los avales: la ambición y el hambre siguen intactas, carbura el colectivo.

Después de doblegar a Hungría (27-25) y darse un atracón frente a Noruega (38-20), el pulso ante Polonia suponía una buena piedra de toque para calibrar el estado del equipo. A diferencia de los dos rivales previos, el cuadro de Michael Biegler estará presente en Catar y ofreció argumentos suficientes para dejar patente que será un hueso duro de roer. Advertidos, los hombres de Cadenas apretaron desde el inicio, que fue muy ilustrativo: un robo de Viran Morros sirvió para trazar un rápido contragolpe, culminado desde el flanco derecho por Víctor Tomás. Una declaración de intenciones.

ESPAÑA, 33 - POLONIA, 28

España: Sierra, Vargas, Corrales; Albert Rocas (2), Jorge Maqueda (3), Víctor Tomás (2), Raúl Entrerríos (1), Julen Aginagalde (5), Cristian Ugalde, Juan Andreu, Chema Rodríguez (2), Joan Cañellas (6), Viran Morros, Antonio J. García, Valero Rivera (7), Gedeón Guardiola (2), Niko Mindegia y Alex Dujshebaev (3).

Polonia: Szmal, Wichary; Lijewski (3), Krajewski (4), Orzechowski, Bielecki (2), Rojewski (4), Wisniewski (2), B. Jurecki (4), M. Jurecki, Wyszomirski, Grabarczyk, Jurkiewicz, Maslowski (1), Syprzak (4), Dascek, Szyba y Chrapkowski (4).

Palacio de los Deportes de Oviedo.

No quiso Polonia seguir esa pauta y llevó el partido al terreno de lo físico y el cuerpo a cuerpo. En ese punto, la buena noticia para España estuvo en la presencia de Aginagalde, que el sábado tuvo que retirarse a los seis minutos por un pinchazo muscular. Mera precaución. El pivote de Irún se incrustó entre las torres y batalló como un gladiador, que por algo es uno de los mejores especialistas del mundo en el pivote. Ahí se las tuvo tiesas con Grabarczyck y Jurecki, que intentaron frenarlo con todo, puesto que cada vez que recibía y se giraba el vasco se encontraba con agarrones y zarpazos.

En el plano ofensivo, Rojewscki fue un látigo desde el exterior, fino y sedoso en el lanzamiento. Duro también en la vuelta a la retaguardia, donde Polonia planteó un muro de bloqueos constantes gracias a la envergadura de sus integrantes. Frente al escollo, España tuvo que tirar de la imaginación, un terreno en el que se mueve como pez en el agua Valero Rivero, otra vez el más definitivo, con siete goles. El extremo percutió y definió en su línea, es decir, como el mejor artesano. Y a él se unió desde el lado opuesto Rocas, otro fabricante de delicatessen.

Gol arriba gol abajo, el marcador fue muy parejo durante el primer periodo (16-17), interrumpido con varios tiempos muertos por los entrenadores, poco satisfechos ante tanta irregularidad en un lado y otro. Le vino bien a la primera línea española el paso por el vestuario. Prácticamente inerme hasta entonces, comenzó a aparecer en el segundo acto con Cañellas y Maqueda, que armaron el brazo un par de veces para espolear a sus compañeros. No parecía hacerle falta a Aginagalde, una fuerza incontenible, en permanente carga.

Raúl Entrerríos sostiene el trofeo del Memorial Domingo Bárcenas.Alberto Morante (EFE)

Correcta en la elaboración, España estuvo ofuscada en los tiros. Quedó en evidencia con un lanzamiento alto de Chema Rodríguez, cara a cara con el meta, y un par de intentos baldíos de Rivera, punteado uno por el portero y frenado el otro por el poste izquierdo. Se iba Polonia, apoyada en el acierto de Bielecki y Syprak, pero reaccionaron los Hispanos con mucha garra. El joven Dujshebaev divisó a los extremos y estos emprendieron el castigo a un adversario poco a poco desarbolado. España puso la directa y le infringió un parcial de 6-0, logrado también en gran medida gracias a las intervenciones de Corrales. El portero fue un candado y recibió los cánticos personalizados del recinto de Oviedo.

Surgió la rabia, esa pátina competitiva que envuelve a la selección de Cadenas, capaz de volver la cara ante la adversidad, de frente siempre pase lo que pase. 10 minutos de puro desenfreno. Lo expresó Guardiola con un grito desaforado ante una decisión arbitral, también Rivera, infalible desde los sietes metros, y los dos soberbios latigazos que trazaron Chema Rodríguez y Dujshebaev para poner el lazo al encuentro y al torneo.

Ya se avista Catar, donde el próximo jueves se alzará el telón y empezará la función. Y España, rehecha tiempo, ajustadas todas las piezas, llega con buen tono y optimismo. El desierto espera a la campeona.

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