El portero lagartija

Ochoa, estrella de México ante Brasil, está sin equipo tras acabar contrato en el Ajaccio

Guillermo Ochoa, portero de México para un balón a Thiago Silva. Themba Hadebe (AP)

Al final de cada entrenamiento de México, Guillermo Ochoa reta a sus compañeros a exigentes series de flexiones y abdominales. Observan en el héroe de Fortaleza que es un obseso del trabajo físico y que su paso por Europa, en el Ajaccio francés ha acentuado su interés por fortalecerse. “Yo le llamo lagartija”, relata el central Maza Rodríguez. En México, por la similitud que adopta al erguir el cuello a las flexiones se les denomina como al diminuto reptil. “A veces terminamos con los brazos entumecidos y el sigue sin parar. Nos derrota a todos”, prosigue Rodríguez. “Nadie me ha regalado nada”...

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Al final de cada entrenamiento de México, Guillermo Ochoa reta a sus compañeros a exigentes series de flexiones y abdominales. Observan en el héroe de Fortaleza que es un obseso del trabajo físico y que su paso por Europa, en el Ajaccio francés ha acentuado su interés por fortalecerse. “Yo le llamo lagartija”, relata el central Maza Rodríguez. En México, por la similitud que adopta al erguir el cuello a las flexiones se les denomina como al diminuto reptil. “A veces terminamos con los brazos entumecidos y el sigue sin parar. Nos derrota a todos”, prosigue Rodríguez. “Nadie me ha regalado nada”, asegura Ochoa, portero precoz desde que Leo Beenhakker, con solo 17 años le concediera la titularidad del América, el club más rico de México.

La presencia de Memín o Memo, diminutivo de Guillermo, generó en la zona mixta del estadio Castelão un remolino de micros y grabadoras a su alrededor. De su frente había desaparecido la cinta que evita que su melena ensortijada le entorpezca la visión. Su nariz afilada está coronada por la cicatriz de una raja. Su voz es pausada para explicar ese cabezazo a Neymar que emuló al de Gordon Banks a Pelé en el Mundial del 70. “En un principio pensé que no iba poder pararlo, pero vi que podía sacarlo de un manotazo”. Esa intervención y otra a otro testarazo de Thiago Silva al borde del final le consagraron como el portero del campeonato hasta el momento. “Me sentía bien, con la seguridad de que no encajaría un gol”, prosigue mientras niega haber escuchado los entusiastas gritos de la ruidosa de hinchada mexicana, que le aclamaba como si estuviera en un coso taurino al son de “portero, portero” .

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A pocos días del Mundial, Ochoa no era el elegido para defender la portería mexicana. Corona estaba en todas las quinielas para ser el titular. El meta del Cruz Azul ya le había quitado el puesto en la pasada Copa Confederaciones. Sin embargo, Miguel Herrera observó en el tramo final de la preparación a un Ochoa más sereno y mentalizado para la cita. “No fue fácil entrar en el grupo, ni jugar. Nadie me ha relegado nada, todo ha sido por mi constancia”, insiste.

“En México”, dice Andres Guardado “le han criticado mucho en los últimos años y tapará muchas bocas”. “Es una persona seria, muy profesional, pero disfruta en los entrenamientos. Le conozco desde que teníamos 19 años, ha cambiado porque ahora tiene mujer e hijos, pero esa alegría que tiene nunca la ha perdido. Siempre pone la música en el autobús, pero cuando coge el ordenador y se pone series de televisión ahí ya lo perdemos”. “Yo no juego para tapar bocas”, puntualiza Ochoa.

“El remate de Neymar era complicado, hizo cuatro intervenciones espectaculares. Es un arquero de buenos reflejos como se vio, de mucha elasticidad, sus mejores condiciones las explotó ante Brasil. Es un tipo frío que en este tipo de partidos siempre da la cara”, le elogia el meta Corona, su competidor más directo.

“Ha crecido mucho desde que se fue a Europa para jugar en el Ajaccio, pese a que no es un equipo de los grandes, pero allí ha mantenido su calidad. Es parecido a Casillas, bastante bueno bajo los palos”, concede Márquez. “Su nivel en el América y ahora en el Ajaccio es que se ha visto ante Brasil. No es una sorpresa. Es un atajador impresionante”, le describe Talavera, el tercer portero mexicano, que descubre una de sus pasiones: “Es un amante de la tecnología, cada vez que estamos en un aeropuerto se mete en las tiendas de informática para comprar lo más novedoso”.

Ochoa llegó al Ajaccio en 2010 después de haber sido condenado inesperadamente por Javier Aguirre al banquillo en el Mundial de Sudáfrica. En un principio, su destino iba a ser el París Saint Germain, pero un positivo por clembuterol anuló el precontrato. El lagartija, junto a otros compañeros de la selección mexicana, consumió carne adulterada. Fueron exculpados, pero su llegada a París quedó abortada. El presidente del Ajaccio Alain Orsin le llamó para decirle que tenía un sitio en su equipo y le convenció con las bondades de la isla de Córcega. Ochoa aceptó la oferta y ganar cuatro veces menos de lo que le pagaban en el América por confiar en él cuando la acusación de dopaje aún pesaba sobre su cabeza. Después de tres temporadas, este verano queda libre. A pesar del descenso de este curso, la afición del Ajaccio le despidió con un enorme retrato desplegado sobre las gradas del François-Coty. Ahora mismo está sin equipo. “Este tipo de partidos te ayudan a encontrar mejores equipos”, dice el héroe de Fortaleza, que ha sonado para el Barça, el Espanyol y equipos de la Premier. “Ha hecho el mejor partido de un portero en lo que va de Mundial”, le ha elogiado Kahn. “Mi cabeza no para de darle vueltas al remate que me sacó. No me ha sorprendido porque le conozco de la Liga francesa y le he visto unas cuantas paradas como la de Neymar”, concluye Thiago Silva.

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