Año lento, agua rápida

En el curso posolímpico, los nadadores aguardan una piscina que dispare las marcas

La piscina del Sant Jordi en la primera jornada de entrenamientosLLUIS GENE (AFP)

Ranomi Kromowidjojo esperaba el autobús sentada en una piedra. La mujer más rápida del mundo en el agua pasaba desapercibida para los viandantes en lo alto del Montjuïc. Morena, 22 años, 1,78 de estatura, 65 kilos de peso, protegiéndose del sol con unas Ray-Ban Wayfarer negras, parecía la chica más normal del mundo al salir de la piscina del Palau. Acababa de entrenarse en el vaso más grande jamás construido en unos Mundiales. Un vaso de alta velocidad para un año que, en principio, se anuncia más lento que otros. Las primeras figur...

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Ranomi Kromowidjojo esperaba el autobús sentada en una piedra. La mujer más rápida del mundo en el agua pasaba desapercibida para los viandantes en lo alto del Montjuïc. Morena, 22 años, 1,78 de estatura, 65 kilos de peso, protegiéndose del sol con unas Ray-Ban Wayfarer negras, parecía la chica más normal del mundo al salir de la piscina del Palau. Acababa de entrenarse en el vaso más grande jamás construido en unos Mundiales. Un vaso de alta velocidad para un año que, en principio, se anuncia más lento que otros. Las primeras figuras del ránking de 100 y 50 libre han alargado los tiempos, tras las vacaciones posolímpicas de 2012. Pero, ¿quién sabe? “La piscina parece rápida”, dice Ranomi, “¡a partir del domingo la probaremos!”.

Myrtha, la empresa italiana que provee de piscinas a la federación internacional ininterrumpidamente desde los Juegos de 1996, asegura que las aguas de la piscina que ha instalado en el Palau son las más limpias de gérmenes y turbulencias que ha conocido nunca la historia de las carreras. Emilio Alonso, el director general del fabricante, baja hasta la solera del Palau y señala el suelo de cemento. “Aquí se pone el parquet cuando hay partidos de baloncesto de la ACB”, dice. Ahora, sobre esa misma base descansa un paralelogramo de losas de hormigón sin clavar al suelo. Sobre las losas se apoya la piscina: una estructura de 170 placas de acero inoxidable y pvc ajustadas con 30.000 tornillos. Ni una soldadura sella el continente de 4.000 metros cúbicos, 2.500 toneladas. En total: un 60% más de volumen que la piscina del Mundial de Barcelona de 2003.

A los 50 metros de largo reglamentarios, verificados sobre el terreno por un topógrafo, se añaden 26 de ancho y tres de profundidad. Frente a los 25 metros de anchura tradicionales, los 26 del vaso de Barcelona permiten colocar 10 calles en las pruebas preliminares. Los tres metros de hondo son esenciales para habilitar la instalación a la competición de sincronizada, que exige esa profundidad. También es importante para que los nadadores de línea vayan rápido.

Una profundidad de tres metros y las pocas turbulencias favorecen los registros

Bob Bowman, el que fuera entrenador de Michael Phelps, estuvo en Montjuïc ayer por la mañana. “Esta piscina es muy rápida porque, igual que la del Centro Acuático de Londres, tiene tres metros de profundidad”, dijo el ahora director técnico del equipo de Estados Unidos. “Eso es decisivo porque cuando los nadadores se lanzan al agua y comienzan a moverse generan una onda que se proyecta hacia el fondo, rebota, y sube a la superficie. Cuanto más profundo esté el lecho, más difuminado es el rebote y menos energía devuelve hacia arriba. En las piscinas de dos metros esa onda sube más rápido y genera un borbollón que levanta la superficie del agua y obstaculiza a los nadadores”.

Parecidas a las ondas que se proyectan hacia el fondo son las que se expanden hacia los laterales. Hasta hace dos décadas, las olas golpeaban los costados y regresaban al centro, por donde braceaban los nadadores, frenándolos. La evolución de las corcheras y los rebosaderos amortiguó esta turbulencia. La piscina del Palau añade un ingenio más: un sistema de inyección continua de líquido que mantiene el nivel constante. “Por el principio de Arquímedes”, dice Alonso, “los nadadores cuando se arrojan provocan que el agua salga hacia afuera. Antes se interrumpía la inyección durante las carreras para evitar que el fluido ayudara a los nadadores a flotar, pero esto provocaba que bajara el nivel de agua y las olas rebotaban contra el borde, agitando mucho la superficie. Ahora el agua sigue entrando por los laterales a través de un sistema extra lento. El fluido circula como un espiral y no afecta a la flotabilidad”.

El agua que entra es de la red. La que sale, poblada de residuos, aceites, grasas, microbios, sudores, orines, etc., se filtra en polvos de piedra volcánica y musgos del género sphagnum, clarificadores y bactericidas endémicos de los lagos de Canadá, el sur de Chile y Nueva Zelanda. La limpieza ecológica, aseguran los operarios, reduce al mínimo indispensable la utilización del pernicioso ácido clorhídrico.

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