Análisis

Cristianator

Holanda jugó contra una multitud, la que por sí solo simbolizó un titán, Cristiano Ronaldo, que entró en combustión cuando más le necesitaba su equipo

Cristiano Ronaldo celebra su segundo gol.Kim Ludbrook (EFE)

Holanda jugó contra una multitud, la que por sí solo simbolizó un titán, Cristiano Ronaldo, que entró en combustión cuando más le necesitaba su equipo. Una respuesta fabulosa, a la altura de la corona que le anticipa y a la que le faltaba una estrella en una cita de alto vuelo de un torneo de selecciones. La irrupción de CR en el encuentro, con un remate al poste al cuarto de hora, desenchufó por completo a los oranje, incapaces de detener al capitán luso, que una y otra vez, uno a uno, mandó a la lona a cuantos holandeses se cruzaron en su camino. Todos sintieron pánico a su paso y u...

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Holanda jugó contra una multitud, la que por sí solo simbolizó un titán, Cristiano Ronaldo, que entró en combustión cuando más le necesitaba su equipo. Una respuesta fabulosa, a la altura de la corona que le anticipa y a la que le faltaba una estrella en una cita de alto vuelo de un torneo de selecciones. La irrupción de CR en el encuentro, con un remate al poste al cuarto de hora, desenchufó por completo a los oranje, incapaces de detener al capitán luso, que una y otra vez, uno a uno, mandó a la lona a cuantos holandeses se cruzaron en su camino. Todos sintieron pánico a su paso y un solo jugador cambió el rumbo inicial del partido con un extraordinario ejercicio de superioridad, sin una gota de suficiencia, sin atrezos para las cámaras, sin miradas al ombligo. Fútbol en estado puro, el que distingue a este fenómeno.

Fue una obra demoledora, solo al alcance de elegidos como este Hércules hecho futbolista. Disparó, regateó, cabeceó, centró, bregó, se ofreció y hasta se contuvo en los desplantes, solo concentrado en el juego, comprometido. Con todos los cristianos juntos, nada pudo hacer Holanda, que es alguien en esto del fútbol, pero que no tuvo radar para detener a un futbolista convertido en una marabunta. El primer tiempo de CR fue un compendio de fútbol, abusivo por momentos. Un poste le escupió un remate, Stekelenburg le frustró un cabezazo explosivo y nada pudo hacer ante su definición de cirujano tras un excelente desmarque muy bien advertido por João Pereira, el nuevo lateral valencianista. Por entonces, Dinamarca era la clasificada. El rescate del delantero madridista encumbró a Cristianator.

Fue una obra demoledora, solo al alcance de elegidos como este ‘Hércules’ hecho futbolista. Disparó, regateó, centró, bregó...

Aun con Portugal más contenida, CR siempre fue una amenaza, como su sublime servicio a Nani y su excepcional definición en una contra en el segundo tanto. Llegó al área, por el costado contrario a la jugada, como un búfalo. Recibió un pase geométrico de Nani y se frenó en seco. Van der Wiel descarriló, cayó desplomado y él ajustó la pelota a la red. Con futbolistas así es fácil que la pelota sea dócil, no tanto los postes, que le devolvieron otro zurriagazo en el acto final del encuentro.

Puntual el Cristiano devastador, esta vez como supremo director de un coro, no por su cuenta, Portugal se verá con la República Checa y su capitán se demostró de lo que es capaz cuando se pone al servicio de la causa común: dos goles y 12 remates tras recorrer 10.139 metros.

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