Análisis:HISTORIAS DE UN TÍO ALTO

La película de Kevin Durant

Hace poco, alguien me comentaba en una fiesta que le había sorprendido que el protagonista de una película fuera tan simpático, humilde y, en general, majo. La fiesta era en Los Ángeles, de modo que el que tuviera que escuchar a alguien ensalzar las virtudes de un actor no tenía nada de particular. Lo que sí me sorprendió fue la identidad del actor. Mi colega de la fiesta estaba hablando de Kevin Durant. Según mi confidente, Durant se pasó el verano pasado rodando una película con una premisa ridícula: va de cómo Durant transfiere mágicamente sus poderes baloncestísticos a un chaval blanco dim...

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Hace poco, alguien me comentaba en una fiesta que le había sorprendido que el protagonista de una película fuera tan simpático, humilde y, en general, majo. La fiesta era en Los Ángeles, de modo que el que tuviera que escuchar a alguien ensalzar las virtudes de un actor no tenía nada de particular. Lo que sí me sorprendió fue la identidad del actor. Mi colega de la fiesta estaba hablando de Kevin Durant. Según mi confidente, Durant se pasó el verano pasado rodando una película con una premisa ridícula: va de cómo Durant transfiere mágicamente sus poderes baloncestísticos a un chaval blanco diminuto que participa en un concurso de tiros durante el descanso de un partido. Pero esta no es una columna sobre cine. No estoy aquí para arremeter contra el dudoso gusto de Durant en lo que a papeles se refiere. Estoy aquí para hablar de las posibilidades que tiene Kevin Durant de ganar un campeonato de la NBA.

¿Por qué un campeonato de la NBA? Bueno, porque, después de que Durant terminara la película y mientras nosotros nos poníamos ciegos a comer en Navidad y desistíamos de nuestros propósitos de Año Nuevo, su equipo, los Thunder de Oklahoma, estaba ocupado apuntándose su mejor racha en la NBA.

Esto sucedió en buena medida gracias al actor de esa película tan absurda. Y a que los Thunder tienen en nómina a Russell Westbrook y James Harden y, como posiblemente habrán oído, a esos chicos se les da bien el baloncesto. Y porque tienen un conjunto de jugadores idóneo para sus estrellas.

Entonces, ¿por qué tengo la impresión de que los Thunder tienen tantas probabilidades de ganar un campeonato de la NBA como la película de Kevin Durant de ganar un Oscar? En parte, porque los Thunder han tenido un calendario relativamente fácil hasta ahora: no han jugado contra los Heat, los Bulls, los Sixers ni los Pacers. Y en parte, porque no me acabo de creer del todo que las desavenencias entre Durant y Westbrook sean un producto de la imaginación de los periodistas (como les gustaría hacernos creer a Durant y Westbrook).

Y es difícil imaginar que los Thunder ganen un campeonato de la NBA porque el equipo en sí parece una obra de ficción, como si hubiera sido creado para la película de Kevin Durant, incluidos los colores del equipo, el logo del equipo y hasta la ciudad en la que el equipo tiene su sede (Oklahoma City suena como algo sacado de Dune, ¿no?). Pero, sobre todo, es difícil imaginar a los Thunder como campeones de la NBA porque todavía nos estamos acostumbrando a que los Thunder existan (sí, ya lo sé, solían ser los Sonics; pero, cuando ven jugar a los Thunder, ¿piensan en Shawn Kemp?). Es una reacción natural para todos nosotros: hace 10 años, a cualquiera le costaba imaginarse a un presidente de Estados Unidos negro.

De modo que no se nos debería culpar por descartar a los Thunder. De momento, la idea de que se conviertan en campeones de la NBA parece tan descabellada como el que yo vea la película de Durant. Depende de ellos convencernos de que su triunfo es algo normal. Basándonos en el progreso del equipo hasta el momento, no es mucho pedir. Pero hacerme ir a ver esa película... Bueno, eso es harina de otro costal.

Kevin Durant realiza un mate en el partido ante Sacramento.RICH PEDRONCELLI (AP)

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