Reportaje:

Un modelo que se tambalea

El Arsenal de Wenger, a solo dos puntos del descenso en la 'Premier', firma su peor arranque liguero desde 1953

La escena final del derbi londinense disputado ayer en White Hart Lane entre el Tottenham y el Arsenal, saldado con un triunfo por 2-1 para los spurs, simboliza a la perfección el estado de convulsión por el que atraviesan los gunners. El técnico Arsène Wenger, caracterizado por un discurso refinado y exquisitas formas desde que desembarcase en Inglaterra en 1996, denegó estrechar la mano de Clive Allen, unos de los ayudantes de su homólogo Harry Redknapp, y este le reprendió con diversos aspavientos mientras el alsaciano se dirigía al túnel de vestuarios. "Felicité a Harry y a ...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

La escena final del derbi londinense disputado ayer en White Hart Lane entre el Tottenham y el Arsenal, saldado con un triunfo por 2-1 para los spurs, simboliza a la perfección el estado de convulsión por el que atraviesan los gunners. El técnico Arsène Wenger, caracterizado por un discurso refinado y exquisitas formas desde que desembarcase en Inglaterra en 1996, denegó estrechar la mano de Clive Allen, unos de los ayudantes de su homólogo Harry Redknapp, y este le reprendió con diversos aspavientos mientras el alsaciano se dirigía al túnel de vestuarios. "Felicité a Harry y a su segundo. ¿A cuánta gente más debo hacerlo?", se excusaba Wenger después. "Dice que no me ha visto ni me ha oído, pero no es cierto", alegó Allen.

Más información

El Arsenal acababa de caer en el territorio de su más acérrimo enemigo, que acumula tres triunfos y solo ha cedido un empate en los últimos derbis, justo el día que Wenger cumplía su decimoquinto aniversario en la Premier, de forma paradójica, el mismo lugar que ocupa ahora mismo su equipo en la tabla, a tan solo dos puntos de los puestos de descenso y que solo ha sumado dos triunfos en la Liga. El peor arranque liguero de la entidad de Highbury desde 1953. "Estamos 12 puntos por debajo del Manchester United y el City. No sería realista decir ahora que ganaremos la Liga", manifestaba, resignado, el preparador francés; "tendremos que pelear mucho para volver a estar arriba".

No le falta razón a Wenger, cuyo modelo futbolístico se tambalea desde que el club alzase su último trofeo -la FA Cup de 2005- y el Barça le derribase en la final de la Champions de París en 2006. Aquella lluviosa noche en el Stade de France, en la que los azulgrana voltearon el marcador en la recta final del encuentro, supuso el epílogo de una época gloriosa para el Arsenal, que unos años atrás había conquistado tres títulos de la Liga inglesa (1998, 2002 y 2004) y había engatusado al fútbol inglés con su passing game y su arriesgada propuesta sobre el tapete. Un modelo innovador que alcanzó su cénit con Los Invencibles, aquella generación liderada por Thierry Henry y que selló el ejercicio de 2004 sin perder un solo partido.

Emigró la estrella francesa y también su guardia pretoriana, formada por futbolistas contrastados, curtidos en mil batallas, como Ashley Cole, Patrick Vieira o Robert Pires, pero Wenger nunca alteró su guion. Halló un nuevo líder, el joven Cesc, y se aferró a su compleja red de cazatalentos, que reclutaron para el Emirates a jóvenes imberbes como Van Persie o Nasri. Hoy día, solo el holandés continúa. La marcha de Fàbregas y la del francés, los motores del equipo, ha debilitado sobremanera al Arsenal esta temporada. Desde los despachos se buscó un remiendo, que llegó a última hora con la incorporación masiva de Benayoun, Arteta, André Santos, Mertesacker y Park, que se añadían a Gervinho y Chamberlain, un juvenil por el que desembolsaron 13 millones de euros.

Sin embargo, el equipo no carbura y algunos ya lo excluyen del Big Four (integrado por el Arsenal, el Liverpool, el Manchester United y el Chelsea, a priori, los más fuertes de Inglaterra). Desde la salida del alemán Lehmann, no encuentra estabilidad en la portería, en la que se ha asentado el semidesconocido Szczesny. La zaga, antaño liderada por rocas como Adams o Campbell, está hoy poblada por defensas tiernos y es actualmente la tercera más frágil del campeonato con 16 goles en contra (solo las del Blackburn -17- y el Bolton -21-, los dos últimos clasificados, son peores). El centro del campo, la piedra de toque del dinámico esquema de Wenger, se ha resentido por la caída de Wilshere -lesionado, no jugará por lo menos hasta diciembre- y arriba se echa en falta, al margen de Van Persie, un estilete que termine las jugadas y aporte pólvora cuando los partidos se enfangan.

No parece inmutarse Wenger, sereno pese al runrún de la grada y que esta campaña ha claudicado ante rivales como el Liverpool, el Tottenham o el Manchester United, que endosó a los gunners una de las mayores goleadas de su historia en Old Trafford (8-2). "Todo lo que se habla sobre su posible salida es ridículo. ¿Quién lo puede reemplazar? Su trabajo ha sido simplemente increíble", expuso en su día Alex Ferguson, con el que ha librado varias batallas dialécticas el alsaciano. "Ya sabéis cómo es el fútbol. Pierdes unos pocos partidos y ahora Wenger es un pobre entrenador", señalaba con ironía Redknapp a los periodistas el día antes del derbi. "Pensar que gastar un montón de dinero resuelve los problemas, o que despedir al técnico resuelve los problemas, son curas a corto plazo que en realidad tienen un gran coste para los clubes", dijo hace unos días el presidente ejecutivo del Arsenal, Ivan Gazidis; "¿quién nos ha hecho jugar como él?".

Wenger se lamenta en el banquillo de White Hart Lane.EDDIE KEOGH (REUTERS)