Tribuna:

La noche en que conocí a Jaime

Había estado con él muchas veces. Nos cruzamos habitualmente en los circuitos y nos saludamos. Nos conocemos relativamente bien. Incluso las veces que le he entrevistado personalmente siempre me ha sorprendido muy positivamente. Sin embargo, no descubrí la parte fundamental de su personalidad hasta que el pasado miércoles por la noche estuve con él cenando en su hotel en Singapur. Jaime Alguersuari es de otra pasta. No es como la mayoría de los pilotos de la F-1 que se mueven por paddock con cuatro ruedas metidas en la cabeza y que son incapaces de pensar en otra cosa que no sea correr.
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Había estado con él muchas veces. Nos cruzamos habitualmente en los circuitos y nos saludamos. Nos conocemos relativamente bien. Incluso las veces que le he entrevistado personalmente siempre me ha sorprendido muy positivamente. Sin embargo, no descubrí la parte fundamental de su personalidad hasta que el pasado miércoles por la noche estuve con él cenando en su hotel en Singapur. Jaime Alguersuari es de otra pasta. No es como la mayoría de los pilotos de la F-1 que se mueven por paddock con cuatro ruedas metidas en la cabeza y que son incapaces de pensar en otra cosa que no sea correr.

Él también piensa en eso. Es su obsesión cuando se sube al coche, cuando habla con los mecánicos, cuando piensa de forma profesional. Pero, aunque sólo tiene 20 años, sabe también que la vida se compone de muchos otros elementos, de muchas otras pasiones, de situaciones incómodas a veces con las que hay que lidiar en el presente para conseguir objetivos más lejanos. Alguersuari tiene una mente abierta al presente y al futuro. Quiere ser el mejor, pero a su tiempo. "Primero necesita comprender muy bien todo lo que le envuelve: el equipo, el coche, el resto de pilotos, el paddock, el mundo de la F-1. Después es cuando puede darlo todo", comenta su padre, Jaime, al que conocí cuando todavía corría en moto y estaba entre los mejores de España.

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Sabía de las cualidades de Jaume Alguersuari, de su precocidad, de lo bien puesta que tenía la cabeza. Pero cuando el miércoles por la noche le ví departiendo con su padre, con su compañero de equipo Sebastien Buemi, con el padre de éste, y con diversos miembros del equipo Toro Rosso, descubrí los motivos por los que se siente cómodo en el equipo. No quiere el protagonismo. Renuncia a él si es necesario, y se lo concede a Buemi para que éste se sienta el capitán. Es un acto de humildad, pero también una postura que le proporciona confort. Y la relación entre Jaime y su padre es viva y rica, poco común con un chico de esa edad. Todos esos elementos le dan estabilidad y confianza. Y en Singapur dio la sensación de que estaba ya a punto para dar un salto definitivo: estuvo sensacional en la clasificación. Y si no entró por primera vez en la Q3 fue por puro accidente. Pero ahí no acaba nada. Su historia en la F-1 realmente acaba de empezar.

Jaime Alguersuari, en el Gran Premio de Singapur.GETTY

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