Análisis:

El dinero y la NBA

La mayoría de los jugadores de baloncesto de la NBA son también jugadores de baloncesto con defectos, que es lo que deja a la mayoría de los jugadores de baloncesto de la NBA fuera de la Final de la NBA. Algunos de los perdedores y de los pringados cuajan en un equipo en el momento oportuno y son arrastrados hasta la Final por sus compañeros de equipo más capacitados - nos vienen a la cabeza Nate Robinson y Shannon Brown -, pero en la mayoría de los casos, los jugadores clave de cualquier Final de la NBA son los que han entendido cómo se juega correctamente al baloncesto.

La Final de es...

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La mayoría de los jugadores de baloncesto de la NBA son también jugadores de baloncesto con defectos, que es lo que deja a la mayoría de los jugadores de baloncesto de la NBA fuera de la Final de la NBA. Algunos de los perdedores y de los pringados cuajan en un equipo en el momento oportuno y son arrastrados hasta la Final por sus compañeros de equipo más capacitados - nos vienen a la cabeza Nate Robinson y Shannon Brown -, pero en la mayoría de los casos, los jugadores clave de cualquier Final de la NBA son los que han entendido cómo se juega correctamente al baloncesto.

La Final de este año no ha sido una excepción. Los núcleos de ambos equipos estaban formados por jugadores que juegan como hay que jugar. Es decir, que se preocupan más por ganar, en lugar de preocuparse más por ganar dinero.

El omnipresente e inevitable dinero es lo que convierte a las chicas guapas en mujeres florero, a los hombres feos en playboys y a los jugadores de baloncesto en polvo. Pensemos en los jugadores de la NBA que parecen más motivados por el tamaño de sus cuentas bancarias. Me vienen a la cabeza Gilbert Arenas, Vince Carter y Tracy McGrady. Ahora pensemos en los jugadores que ganan - o que parece que quieren ganar - campeonatos. Son los jugadores como Tim Duncan, Steve Nash y Dirk Nowitzki. A esos hombres no les motivan ni el dólar, ni el euro, ni el rublo. Como es lógico, esos son los hombres que, año tras año, se encuentran en situación de ganar.

Se podría escribir lo mismo sobre muchos de los jugadores que participan en la Final de este año, pero en su caso se podría escribir por una razón distinta: ya tienen todo el dinero que necesitan. Paul Pierce, Ray Allen, Kevin Garnett, Kobe Bryant, hombres con cuyo patrimonio neto combinado se podrían adquirir varios países sudamericanos.

Sus motivos no son del todo puros; es dudoso que Allen o Pierce hubiesen trabajado tan duro o les hubiese importado tanto cuando tenían 25 años y no tenían todavía la vida resuelta. A veces, la sabiduría de haber experimentado la riqueza es necesaria para desencadenar esos sentimientos ganadores.

Pero eso era entonces y esto es ahora. En los tiempos que corren, hasta Kobe Bryant juega en una burbuja pos-dinero. Cuando le veíamos jugar en la Final de este año, le notábamos un ápice más cerca de convertirse en el jugador de baloncesto que siempre hemos querido que sea. Es verdad que es egoísta, repelente y probablemente insensato, pero también está dedicado a los resultados del marcador que está justo encima de él. Y no solo a la parte que refleja sus puntos.

Los jugadores clave de la Final de este año eran lo bastante mayores como para saber que la gloria individual y la riqueza personal solo les aporta una felicidad limitada y que lo que la gente recordará es su comportamiento en los momentos de máxima presión. No viene mal que casi todos los que estaban en la cancha ya hubieran ganado un campeonato, un poco como unos padres ante la llegada del segundo hijo, que ya no se emocionan tanto como los primerizos, pero siguen disponibles para cambiar un pañal alguna que otra vez.

Desde la perspectiva de un aficionado al baloncesto, ha sido una atracción fantástica, de esas que hacen que este cascarrabias se emocione una vez más con la NBA. Una verdadera hazaña teniendo en cuenta mis tendencias misantrópicas a la hora de ver deporte profesional. El dinero es el causante de mi desagrado por formar parte del público. Sé que el dinero es la gasolina que mueve a los atletas profesionales.

Por lo tanto, es paradójico que el dinero haya sido lo que ha convertido la Final de la NBA de este año en la más entretenida de la última década.

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