GOLF | Masters de Augusta

Tiger Woods cumple con su rutina ganadora

El jugador norteamericano logra su tercera chaqueta verde de Augusta en un domingo sin emoción

Llegados al hoyo primero, jugados los cuatro (o cinco) primeros golpes, así de pronto, la única duda que quedaba en Augusta era qué haría Tiger Woods en la ceremonia de la chaqueta verde. ¿Haría como Jack Nicklaus en 1966, el primero que lograba ganar el Masters dos años consecutivos, una ceremonia de autoimposición? ¿O, más ceremonioso, optaría por la solución Nick Faldo en 1990, dejarse poner la chaqueta por un asistente en funciones, un mayordomo servicial, en este caso Hootie Johnson, el presidente del muy respetado Augusta National Golf Club? Así de simple, así de aburrido, en eso se qued...

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Llegados al hoyo primero, jugados los cuatro (o cinco) primeros golpes, así de pronto, la única duda que quedaba en Augusta era qué haría Tiger Woods en la ceremonia de la chaqueta verde. ¿Haría como Jack Nicklaus en 1966, el primero que lograba ganar el Masters dos años consecutivos, una ceremonia de autoimposición? ¿O, más ceremonioso, optaría por la solución Nick Faldo en 1990, dejarse poner la chaqueta por un asistente en funciones, un mayordomo servicial, en este caso Hootie Johnson, el presidente del muy respetado Augusta National Golf Club? Así de simple, así de aburrido, en eso se quedó uno de los grandes domingos del año deportivo, a eso redujo Tiger Woods, el golfista del siglo (hasta ahora), una de las tradicionales tardes de excitación, nervios, drama (que dicen los ingleses), emoción. A un bostezo. Y desde el primer hoyo.

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Seamos justos, de todas maneras. Woods destrozó el domingo del Masters, pero, pese a toda su capacidad conocida, y la que queda por descubrir, no lo hizo solo, no podía: le ayudaron los rivales. Y no rivales cualquiera, sino la crème de la crème del golf mundial. Los siete primeros clasificados antes del domingo figuraban entre los primeros de los rankings más importantes. No eran unos cualquiera, evidentemente, pero llegados al tee del primero parecieron empeñarse en demostrarlo. Nada más dar cuatro golpes, un driver, un hierro y dos putts, Tiger Woods ya era líder en solitario.

A Goosen, en efecto, al inexpresivo surafricano, al clon de Ernie Els, al golfista motivado por el belga Jos Vanstiphout, el menudo psicólogo deportivo que se mueve como pez en el agua, sin ahogarse, por el putting green, atendiendo de un lado a otro a todos sus discípulos, echando el aliento en la cara alternativamente a Darren Clarke, Thomas Bjorn, Ernie Els, Retief Goosen, Adam Scott, a ese Goosen, tan preparado, el primer hoyo le costó cinco golpes, un bogey que le alejó, definitivamente, tan pronto como en el primer hoyo, de la victoria.

Tigritis

Un birdie en el segundo para el Tigre ya aclaró definitivamente el asunto. El leaderboard, hasta el sábado tan apretado, empezó a aclararse. Lo llaman tigritis o, simplemente, intimidación. Lo sufren todos, aunque nadie lo reconoce porque es inexplicable. "Yo no tuve tigritis el sábado", dijo Olazábal, que había jugado con Woods y había perdido. "De hecho estuve comienzo con él y con Butch Harmon, nuestro entrenador, y salí a jugar tranquilo. Luego en el campo, no sé qué pasó, pero cosas que nunca había hecho, errores que hacía siglos que no cometía, empezaron a acometerme. Y Woods, tan perfecto". Nadie sabe por qué, pero ocurre.

Tras el segundo hoyo, Goosen ya estaba a dos golpes. En el tercero, nuevo birdie del Tigre, ya estaba a tres. Ya no necesitó hacer más Woods. El resto del partido, más de tres horas, 15 hoyos, los jugó en uno sobre par. A su alrededor, en los segundos nueve hoyos, los del agua, los que el tópico, que no es falso, dicen que se hacen sólo peligrosos los domingos por la tarde y sólo para los que quieren ganar, se multiplicaron los harakiris. Phil Mickelson, el valiente que a veces piensa inició una tímida carga, tan tímida que en el hoyo cuarto decidió que lo mejor sería luchar para acabar segundo (terminó tercero). Ernie Els, el otro rubio surafricano, el gigantón del que alaban la facilidad y la naturalidad con las que saca grandes golpes, con las que mueve las caderas y lanza el cebollón del driver rápido como una centella contra la bola, lanzó una carga más duradera. Llegó a acercarse a tres golpes de Woods. Hasta el hoyo 13º, cuando hizo plas, plas. Dos bolas al agua torpemente lanzadas y triple bogey. Un rival menos.

Quedaba Vijay Singh, el fiyiano más coriáceo, aparentemente, el hombre más resistente. Su autohundimiento, que también llegó, por supuesto, fue más espectacular aún que el de Els. Cuádruple bogey en el 15º, con doble visita al agua. Más absurdo también. Singh, que ya daba por descontada la victoria de Woods y sólo quería un final tranquilo, no se arriesgó y con el segundo golpe no quiso cruzar el arroyo de Rae. Lo intentó con el tercero. Inexplicablemente se quedó corto. Lo volvió a intentar. Volvió a mojarse. Cuatro horas y media después de empezar la jornada, finalmente Woods, que salió vestido con su ritual niki rojo apagado de los domingos de triunfo, desveló el único misterio: dejó que la chaqueta verde, su tercera chaqueta verde, se la pusiera Hootie Johnson.

Clasificación final:
1.
Tiger Woods (EE UU), 276 golpes (-12).
2. Retief Goosen (Suráfrica), 279 (-9).
3. Phil Mickelson (EE UU), 280 (-8).
4. José María Olazábal, 281 (-7).
5. Padraig Harrington (Irlanda) y Ernie Els (Suráfrica), 282 (-6).
7. Vijay Singh (Fiyi), 283 (-5).
8. Sergio García, 284 (-4).
9. Miguel Ángel Jiménez, 285 (-3).

Hootie Johnson, presidente del Club de Golf de Augusta, viste a Toger Woods su tercera chaqueta verde.

Todos los números le sonríen al Tigre

Tiger Woods, el fenómeno del golf, puede escribir una enciclopedia con su vida utilizando sólo números, sin letras. La llamaría, claro, Mi vida, mis números, todos mis récords, y empezaría tal que así si hubiera de empezar a recensarse a partir de hoy: Con el cheque de un millón y 8.000 dólares recibido por su victoria en el Masters, Tiger Woods (California, 1975), ya suma unas ganancias de 35.496.870 dólares, lo que le hace el jugador que más ha ganado en la historia. Su tercer Masters, conseguido a los 26 años, tres meses y cinco días (sólo 24 días más viejo que Jack Nicklaus cuando el tercero de sus seis Masters) es el séptimo de los grandes que consigue (lleva también dos PGAs, un Open Británico y un Open de EE UU), marca que ha alcanzado más joven que nadie en la historia, que Nicklaus incluso. Si en 1997, cuando su primer Masters, cuando fue el jugador más joven que lo ganaba, batió también el récord de golpes (270) y el de ventaja sobre el segundo (12), ayer, en un campo 260 metros más largo se quedó en 276 golpes (272 fueron en 2001) y en tres de ventaja sobre el segundo (dos en 2001). Con tres chaquetas verdes iguala a Jimmy Demaret, Sam Snead, Gary Player y Nick Faldo, y se queda a una de las cuatro de Arnold Palmer y a tres de las seis de Nicklaus. En cuanto a la lista de grandes, sus siete títulos le igualan a Harry Vardon, Bobby Jones, Gene Sarazen, Sam Snead y Arnold Palmer, le falta uno para igualar a Tom Watson, dos a Gary Player y Ben Hogan, cuatro a Walter Hagen y 11 a Nicklaus, un objetivo lejano, pero alcanzable, dada la juventud del Tigre y la diferencia que marca sobre los jugadores de su época. El tercer Masters es también el torneo 42º que gana de los 144 que ha disputado en siete años de carrera. De ellos son 31 los que ha ganado en el circuito de la PGA: el récord de 81 de Sam Snead será quizás la única marca que nunca alcance.