Columna

¡Socorro, no hay nadie al mando!

'Avenue 5', la última sátira de Armando Iannucci, parece un cruce paródico entre 'Star Trek' y 'Vacaciones en el mar', pero en realidad es una ficción sobre la política contemporánea

Armando Ianucci en el plató de 'Avenue 5', de HBO, en Londres.

Armando Iannucci, que pese a su nombre es más escocés que las gaitas, es uno de esos geniecillos que cuentan siempre la misma historia, pero como la cuenta con tanta gracia, se la disfruto las veces que sean menester. O tal vez he desarrollado un fanatismo acrítico por todo lo que hace y me pasa lo que a mi compañero de columna Carlos Boyero con el cine de Almodóvar, pero a la inversa. Que todo lo que sale de Iannucci me parezca bien es sospechoso, así que no tomen este texto como el precepto de alguien que sabe de lo que habla, sino como el delirio de un admirador obsesivo.

...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites
Más información

Armando Iannucci, que pese a su nombre es más escocés que las gaitas, es uno de esos geniecillos que cuentan siempre la misma historia, pero como la cuenta con tanta gracia, se la disfruto las veces que sean menester. O tal vez he desarrollado un fanatismo acrítico por todo lo que hace y me pasa lo que a mi compañero de columna Carlos Boyero con el cine de Almodóvar, pero a la inversa. Que todo lo que sale de Iannucci me parezca bien es sospechoso, así que no tomen este texto como el precepto de alguien que sabe de lo que habla, sino como el delirio de un admirador obsesivo.

Avenue 5 (HBO) es la última sátira que le han consentido. A primera vista, parece un cruce paródico entre Star Trek y Vacaciones en el mar, pero en realidad es una ficción sobre la política contemporánea tan ácida y evidente como Veep o The Thick of It. Lo que en sus caricaturas sobre el poder era una metáfora implícita, aquí se convierte en trama y argumento explícito: una nave espacial-crucero de placer se desvía del rumbo, va a la deriva y no hay nadie a bordo que sepa pilotarla. El capitán (un sensacional Hugh Laurie) resulta ser un actor contratado para hacer de capitán y no tiene ni idea de para qué sirven los botones y los mandos, pero transmite una imagen de serenidad y confianza que tranquiliza mucho al pasaje.

Esa es la idea casi nihilista que Iannucci tiene del poder y de la política: no hay nadie al timón. Los presidentes y los gobiernos solo saben sonreír y fingir que pilotan para que no cunda el pánico. No es, seguramente, una cosmovisión consoladora ni optimista, pero cualquiera que haya tratado, siquiera de refilón, a algún poderoso, sentirá con un escalofrío que es rotundamente certera.

Sobre la firma

Archivado En