Mediterráneo de ida y vuelta
Concierto de María del Mar Bonet y Borja Penalba en el Teatre Micalet de València
No hay nada en la reciente manga de conciertos de Maria del Mar Bonet y Borja Penalba que recuerde a la versión empobrecida, a la penuria de recursos, de esos bolos acústicos a los que, qué remedio, han de recurrir en este momento la mayoría de músicos de nuestro país a causa de la que nos ha caído encima. Aunque el suyo también sea, lógicamente, un formato acústico, ellos se las apañan – con la indispensable aportación de ese tercer hombre que es el versátil percusionista Antonio Sánchez, un prodigio manejando cachivaches de cualquier naturaleza – para llenar por completo con sus vibraciones ...
No hay nada en la reciente manga de conciertos de Maria del Mar Bonet y Borja Penalba que recuerde a la versión empobrecida, a la penuria de recursos, de esos bolos acústicos a los que, qué remedio, han de recurrir en este momento la mayoría de músicos de nuestro país a causa de la que nos ha caído encima. Aunque el suyo también sea, lógicamente, un formato acústico, ellos se las apañan – con la indispensable aportación de ese tercer hombre que es el versátil percusionista Antonio Sánchez, un prodigio manejando cachivaches de cualquier naturaleza – para llenar por completo con sus vibraciones un Teatre Micalet por el que ya pasaron durante tres noches de septiembre (una de ellas sirvió para registrar un disco en directo de próxima publicación), porque la que iba a ser cuarta y última tuvo que aplazarse hasta ayer mismo, y la demanda aún generó un par de conciertos más, una inesperada propina, este sábado y el lunes. La sensación de cuasi normalidad se refrendó con un aforo rayando en el 70%, prueba de que la precaución sanitaria no es en absoluto incompatible con una nutrida entrada, más aún cuando el comportamiento de la parroquia es ejemplar. Y el sensacional despliegue de la pareja, extraordinariamente compenetrada, brindando la estampa de una alianza en estado de gracia, hizo el resto.
Como no podía ser de otro modo, fue como un viaje de ida a vuelta a través de algunas sonoridades de nuestra orilla del Mediterráneo, esa que compartimos con las baleares, en el que – tratándose de València – , la poesía de Vicent Andrés Estellés cobraría un especial relieve: imponente Maria del Mar Bonet en el rescate de Les Illes y Jo tinc una amor petita; arrebatador Borja Penalba al recuperar aquella No puc dir el teu nom que musicó junto a Tomàs de los Santos, una pieza de magnética inclinación pop. Un Penalba que había inaugurado la noche en solitario, por cierto, exhumando dos composiciones restauradas desde la noche de los tiempos, la Nova cançó de s’amor perdut de Joan Ramon Bonet (hermano mayor de Maria del Mar, también parte de Els Setze Jutges) y el poema que Pere Quart le dedicó a Bonet en Ripoll, musicado por el propio Penalba.
Noche, pues, de clásicos y de gemas hasta ahora inéditas, de lenguajes sonoros y voces que empastan con una precisión abrumadora, de poesía y pentagrama, de folk y canción popular entrelazadas, impulsadas por esa fuerza casi telúrica que ni se vende ni se compra, en la que tampoco faltaron guiños a Toti Soler (Petita Festa), Ovidi Montllor (Homenatge a Teresa) o Marc Granell (No hi ha llum), y que tuvo su culmen en una emocionantísima Alenar (la misma que samplearon el año pasado Manel: a nadie puede extrañar que ni el próximo Primavera Sound se le resista a Maria del Mar Bonet) en la que Borja introducía referencias a enclaves tan nuestros como la calle Cavallers, la siempre reivindicativa – aún ahora, incluso con ánimo renovado, quién iba a decirlo – Què volen aquesta gent? y la despedida con los contornos de nana de ese himno ancestral que es La Balenguera en su versión más desnuda, cantada al alimón con un público entregado. Una noche (otra, seguro) para enmarcar.