Adiós, Arturo

La Cubana, entre Frégoli y Peter Handke

'Adiós Arturo' es un espectáculo efervescente y genial

Una imagen de 'Adiós Arturo', de La Cubana.

Este Arturo efervescente y genial, a cuyo homenaje jacarandoso el público asiste, es alter ego de Jordi Milán y de cada uno de los intérpretes de La Cubana, compañía giróvaga, imprevisible, con más dimensiones que la teoría de cuerdas y mayor potencial de revalorización que el S&P 500, indice bursátil neoyorquino.

En Adiós, Arturo se entrecruzan la revista musical, el entremés de desfile de figuras, el sainete cómico lírico, las variedades del Molino barcelonés y los rituales de paso castizos.Tod...

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Este Arturo efervescente y genial, a cuyo homenaje jacarandoso el público asiste, es alter ego de Jordi Milán y de cada uno de los intérpretes de La Cubana, compañía giróvaga, imprevisible, con más dimensiones que la teoría de cuerdas y mayor potencial de revalorización que el S&P 500, indice bursátil neoyorquino.

En Adiós, Arturo se entrecruzan la revista musical, el entremés de desfile de figuras, el sainete cómico lírico, las variedades del Molino barcelonés y los rituales de paso castizos.Todo en esta función bulle, tintinea, pellizca, mueve a la risa franca y a la carcajada. Como de costumbre en esta compañía barcelonesa, la adaptación de la pieza a la ciudad donde se representa está soberanamente lograda: una de sus cimas risueñas, la interpretación del chotis popularizado por Olga Ramos Yo no digo que el ser de Madrid, escrito por su marido, Enrique Ramírez Gamboa, cantado aquí por un dantzari, un jotero, una china de Zhejiang, una drag queen… y coreado por la mayoría del público espontáneamente, deviene en crisol perfecto de las Españas. Esta versión feliz del himno oficioso de la capital debería ser adoptada como vídeo promocional por la Dirección General de Turismo de la Comunidad de Madrid.

Está fuera de lugar ponerle peros a espectáculo del que el público sale con la mandíbula descontracturada, los pulmones ventilados y la saturación de oxígeno en sangre en niveles óptimos. Los diez actores dan un recital de fregolismo, sin hacer alarde de ello: vedettes descocadas y de luto riguroso, mimos, strippers, danzantes del ritual haka maorí… La humanidad entera pasa por el escenario del madrileño Teatro Calderón, como en La hora en la que no sabíamos nada unos de otros, de Peter Handke, pero con la mecha cómica más alocada y zigzagueante.

Adiós, Arturo. Guion y dirección: Jordi Milán. Compañía La Cubana Teatro Calderón. Madrid. Hasta el 1 de diciembre.

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