De la escucha profunda, hoy

Sarah Davachi y Ellen Arkbro firman dos trabajos en los que se encuentran algunas claves de la creación más sugerente

Retrato de la música sueca Ellen Arkbro. Camilla Rehnstrand

La vertiente más experimental de la composición contemporánea tiene en Sarah Davachi (Calgary, Canadá, 1983) y Ellen Arkbro (Estocolmo, Suecia, 1990) a dos excitantes referentes. Además de eso, a ambas les une el desarrollo de sesudos proyectos de investigación sonora: sobre psicoacústica, música barroca y la relación entre electrónica e instrumentos tradicionales (Davachi); sobre just intonation o entonación pura, variaciones microtonales, sistemas de afinación poco convencionales, composición algorítmica y la síntesis del sonido a través del complejo software SuperCollider ...

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La vertiente más experimental de la composición contemporánea tiene en Sarah Davachi (Calgary, Canadá, 1983) y Ellen Arkbro (Estocolmo, Suecia, 1990) a dos excitantes referentes. Además de eso, a ambas les une el desarrollo de sesudos proyectos de investigación sonora: sobre psicoacústica, música barroca y la relación entre electrónica e instrumentos tradicionales (Davachi); sobre just intonation o entonación pura, variaciones microtonales, sistemas de afinación poco convencionales, composición algorítmica y la síntesis del sonido a través del complejo software SuperCollider (Arkbro).

Sarah Davachi se desplaza en Pale Bloom de la música electroacústica de Gave In Rest y Let Night Come On Bells End The Day (los dos de 2018) para centrar aquí su discurso en composiciones para piano, órgano, violín, viola de gamba y voz. El disco se abre con los tres movimientos de ‘Perfumes’, composición concebida a modo de suite. En ‘Perfumes I’ es un piano melódico y espectral el que construye la pieza, repite motivos (de menor a mayor intensidad), sugiere silencios, “llama” a Johann Sebastian Bach (también lo hará en la segunda parte de la suite) y trabaja una estética del sonido (pura, lejana) que será central en el disco. ‘Perfumes II’ orbita también alrededor del piano, los silencios entre notas se reducen y el recurso a la composición “clásica” se refuerza con la interpretación del contratenor Fausto Dayap Daos: lied del siglo XXI en el que los trabajos de Ian William Craig para voz y cinta magnética resuenan como referente. En ‘Perfumes III’ el órgano dirige la pieza mediante tonos largos y sostenidos en diálogo armónico y sutil con el piano ejerciendo de contrapunto. ‘If It Pleased Me To Appear To You Wrapped In This Drappery’ comienza con un sugerente juego entre violín y viola de gamba al que se unirá el órgano en un registro oscuro, grave, para conformar una coreografía de puro sonido más allá de los instrumentos: el resultado es bello, frágil y emocionante.

El puro sonido es el material que maneja Chords, el segundo largo de Ellen ­Arkbro tras su celebrado For Organ And Brass (2018). Puro sonido, con cambios de acordes que no buscan trazar melodías y variaciones microtonales en el desarrollo de estos acordes. ‘Chords For Organ’ es una composición para órgano en la que Arkbro explora ampliamente las posibilidades del drone en uno de sus instrumentos más afines: trabaja sobre mínimas variaciones tonales por acorde durante los casi 16 minutos en que desarrolla magistralmente una pieza oscura, ritual y secreta en la que el sonido prácticamente puede tocarse. ‘Chords For Guitar’ trabaja sobre el mismo punto de partida, pero sitúa la guitarra en el centro. La pieza especula con la permanencia del sonido, su onda expansiva, su relación con el aire, el espacio que ocupa y su duración. La guitarra funciona como un todo, aunque el oyente asiste al resonar de cada cuerda, siente la mano que las pulsa y las convierte en acorde y termina en el lugar de encuentro entre el exterior del instrumento y su interior. Chords es una escucha exigente, pero entusiasma.

Sarah Davachi. Pale Bloom. W. 25TH.

Ellen Arkbro. Chords. Subtext.

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