Columna

“Los artistas lo pasáis muy mal cuando nadie os llama”

‘Fosse/Verdon’ trasciende el tópico y la caricatura para proyectar una empatía profunda por un genio tan seguro de su talento como consciente de su intemperie.

Un fotograma de la serie. En vídeo, el trailer.Vídeo: HBO

Al terminar el primer episodio de Fosse/Verdon (HBO), mi pareja me cogió de la mano y me dijo: “No voy a dejar el trabajo nunca. En esta casa siempre entrará al menos mi sueldo, que los artistas lo pasáis muy mal cuando nadie os llama”. Era una reacción melodramática y burlesca, como denota el uso de la palabra artista, que nunca se pronuncia con neutralidad, pero también era una reacción sincera. Fosse/Verdon narra la historia del director y coreógrafo Bob Fosse y la actriz Gwen Verdon, pareja romántica y artística, centrada al principio en el rodaje de Cabaret, y c...

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Al terminar el primer episodio de Fosse/Verdon (HBO), mi pareja me cogió de la mano y me dijo: “No voy a dejar el trabajo nunca. En esta casa siempre entrará al menos mi sueldo, que los artistas lo pasáis muy mal cuando nadie os llama”. Era una reacción melodramática y burlesca, como denota el uso de la palabra artista, que nunca se pronuncia con neutralidad, pero también era una reacción sincera. Fosse/Verdon narra la historia del director y coreógrafo Bob Fosse y la actriz Gwen Verdon, pareja romántica y artística, centrada al principio en el rodaje de Cabaret, y consigue algo que pocos retratos de creadores logran: trascender el tópico y la caricatura para proyectar una empatía profunda por un genio tan seguro de su talento como consciente de su intemperie.

En un país donde una parte no despreciable de la población está convencida de que los escritores, músicos y artistas en general vivimos chupando de la teta pródiga del Estado, es muy difícil que alguien comprenda la angustia cotidiana de quienes no tenemos nómina y sentimos cada trabajo que emprendemos como un examen donde nos jugamos el todo o la nada. Tampoco importa mucho: basta con que lo entienda la gente que nos quiere. Pero no está de más recordar que la última medida del gobierno saliente fue legalizar algo tan elemental y de justicia como que los escritores jubilados puedan cobrar derechos de sus obras sin tener que renunciar a su pensión. Nadie sabe la cantidad de figuras de primera fila, pilares de la cultura española, que pasan sus años de vejez casi en la miseria, esperando la muerte para que la sociedad y el Estado se acuerden al fin de ellos.

Somos pocos y nos hemos buscado nuestra propia fragilidad. Nadie nos debe la menor conmiseración. Nos contentaríamos con cobrar nuestros trabajos y pensiones. Nada más. Nada menos.

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