Columna

Lo que hay

Observo las opciones para el espectador que no puede (o no quiere) acceder a las televisiones de pago y el espectáculo me provoca escalofríos

Isabel Pantoja en 'Supervivientes'.

En determinadas épocas resuenan en mi cabeza aquellas palabras que escribió Alberti en el poema Nocturno y que cantaba Paco Ibáñez con tono dolorido: “Manifiestos, escritos, comentarios, discursos, humaredas perdidas, neblinas estampadas, qué dolor de papeles que ha de barrer el viento, qué tristeza de tinta que ha de borrar el agua”.

Las elecciones generales le permiten a las televisiones en abierto rellenar hasta la náusea su concienciada programación con debates, análisis, predicciones, tertulias. Y pronto llegarán las autonómicas, con lo que tendrán repleta la parrilla hast...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

En determinadas épocas resuenan en mi cabeza aquellas palabras que escribió Alberti en el poema Nocturno y que cantaba Paco Ibáñez con tono dolorido: “Manifiestos, escritos, comentarios, discursos, humaredas perdidas, neblinas estampadas, qué dolor de papeles que ha de barrer el viento, qué tristeza de tinta que ha de borrar el agua”.

Las elecciones generales le permiten a las televisiones en abierto rellenar hasta la náusea su concienciada programación con debates, análisis, predicciones, tertulias. Y pronto llegarán las autonómicas, con lo que tendrán repleta la parrilla hasta la nueva temporada. Bueno, imagino que hay clientela para ello, que el negocio funciona, que las cifras cuadran. Y los políticos encantados con su indesmayable protagonismo.

Pero observo el resto de opciones para el espectador que no puede (o no quiere) acceder a las televisiones de pago y el espectáculo me provoca escalofríos. Me imagino atado a una silla y obligado a contemplar eso sin descanso. O sea, el supremo acontecimiento de una tonadillera excarcelaria lanzada al mar desde un helicóptero en un delirante reality. O concursos sofocantes sobre gastronomía, sastrería, cantantes, habilidades varias. O corralas hepáticas, presididas por el ruido y la furia, en las que personajes vocacional o calculadamente histéricos cuyos méritos vitales o artísticos se desconocen, gritan ante las cámaras: “Que lo sepa toda España, toda España sabe que es cierto”. Y existe algo alarmante: ¿Es posible que tengan razón?, ¿que todo el país esté pendiente de sus sonrojantes batallas? Y no tengo palabras para describir el más que cruel First Dates, esos frikis que aspiran a enrollarse, a otro milagro de la primavera, que diría Machado.

Más información

Archivado En