Columna

El último graznido de Toni Albà

La popularidad es el más peligroso de los superpoderes, el que con más facilidad convierte héroes en villanos

Toni Albà, caracterizado como Juan Carlos I en el programa d TV3 'Polònia'.

La popularidad es el más peligroso de los superpoderes, el que con más facilidad convierte héroes en villanos. Puede parecer que los deslenguados juegan con ventaja al juego de decir cosas en público, pero aquí no ganan los velocistas sino los corredores de fondo. Los aficionados al eructo verbal y a la escandalera se queman pronto y arden más solos que la una, sin que sus antiguos amigos quieran tocarles ni con la punta de un palo. Willy Toledo es un ejemplo de paradigma: un actor que lo tenía todo y al que ya solo se le ve por televisión cuando grita "¡viva la URSS!" a las puertas de un juzg...

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La popularidad es el más peligroso de los superpoderes, el que con más facilidad convierte héroes en villanos. Puede parecer que los deslenguados juegan con ventaja al juego de decir cosas en público, pero aquí no ganan los velocistas sino los corredores de fondo. Los aficionados al eructo verbal y a la escandalera se queman pronto y arden más solos que la una, sin que sus antiguos amigos quieran tocarles ni con la punta de un palo. Willy Toledo es un ejemplo de paradigma: un actor que lo tenía todo y al que ya solo se le ve por televisión cuando grita "¡viva la URSS!" a las puertas de un juzgado, como una Norma Desmond proletaria.

Toni Albà sigue los pasos de Toledo en versión catalana sin subtítulos y acaba de ganarse la expulsión (temporal, dicen) del popularísimo Polònia por haber insultado grave, soez y execrablemente a Inés Arrimadas en un graznido de Twitter. TV3, en cuya pantalla se hizo famoso, le niega ahora el pan y la sal, y es en este instante cuando Albà cambia de registro: de la comedia, resbala hacia el drama. Quienes le encumbraron dejan de cogerle el teléfono y se disculpan al cruzárselo por la calle porque tienen prisa. No tengo tiempo, ya hablaremos, etcétera.

Nadie, incluso quienes sientan lástima por el destino que le aguarda, puede decir que no se lo buscó. Tal vez estaba malacostumbrado a graznar y ser aplaudido, pero si graznas a diario, llega un día en que graznas lo que no debes, y tu jefe, que te había reído las gracias, te dice que hasta aquí hemos llegado. Un guion de lo más previsible.

Por eso asombra esa persistencia en el graznido. Si has visto las barbas de Willy Toledo pelar, ¿qué te lleva a graznar compulsivamente? ¿Es una cuestión de instinto, un impulso irrefrenable, un síndrome? Toni Albà, como cómico y graznador, no tenía el menor interés para mí, pero, como hijo repudiado del show business, se me revela un personaje literario poderosísimo.

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