Columna

Y nos dieron las dos...

Algunos de los invitados más interesantes de los programas de máxima audiencia salen a horas imposibles en cualquier otro país

Ahí estaba, plantado en su soledad. Había sido invitado a un programa de máxima audiencia. Todo el mundo esperaba su aparición. Así era anunciada al menos en cada bloque publicitario. Letras llamativas impresas y música de drama. No tenía nada especial que contar, pero la expectación le daba el impulso. Y, sin embargo, seguía solo en un sofá de una esquina del plató. Por momentos, su rostro incluso salía en una esquina solo apta para las pantallas de máximas pulgadas. Durante cuatro horas no hubo más. Había llegado ...

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Ahí estaba, plantado en su soledad. Había sido invitado a un programa de máxima audiencia. Todo el mundo esperaba su aparición. Así era anunciada al menos en cada bloque publicitario. Letras llamativas impresas y música de drama. No tenía nada especial que contar, pero la expectación le daba el impulso. Y, sin embargo, seguía solo en un sofá de una esquina del plató. Por momentos, su rostro incluso salía en una esquina solo apta para las pantallas de máximas pulgadas. Durante cuatro horas no hubo más. Había llegado en prime time y ya estaba más cerca de dar el horóscopo con Esperanza Gracia.

Miquel Iceta protagonizó el sábado este triste relato en Sábado Deluxe. Desde las 22.00 ya habían salido a torear al ruedo Tamara Gorro, los contertulios de Supervivientes y hasta la actriz Yolanda Ramos. Y él, que había viajado desde Barcelona sin recibir a Susana Díaz, esperaba y esperaba. Se había convertido en el invitado de las 2.00, hora inhumana en la televisión de cualquier otro país, pero donde España sigue programando. Iceta es solo un ejemplo de lo que se repite cada semana en el programa de Jorge Javier y también en laSexta Noche (allí Revilla siempre tiene prioridad). Algunos de los invitados más interesantes no salen hasta la hora en la que comienzan a llegar los borrachos más madrugadores. A veces, son demasiado serios para su audiencia y darán para una entrevista más calmada. Otras, porque sirven de infinito gancho. Pero esa inhumana hora no es momento ni para el espectador ni para el ojeroso invitado, lejos de su máxima capacidad.

Mientras Iceta hablaba, abajo se abría otra ventana. Jimena y Sazha, las chicas retenidas en Turquía invitadas esta semana hasta al teletexto, se daban besos mudos mientras esperaban a salir "a continuación". "Calienta, que sales". Eran las 2.20. Ni el columnista fue capaz de aguantar el peso de los párpados.

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