Opinión

Occupied, Europa

Puede que Europa ya no genere pasiones, pero al menos empieza a generar argumentos

Si han llegado hasta aquí cansados de leer malas noticias, este es su sitio: hay una buena en televisión. Llega Occupied, al fin una serie europea en un hábitat ya casi exclusivamente americano, y el arranque funciona como un puñetazo en el estómago de esta Europa que ya no es capaz de generar pasión, piedad ni solidaridad, sino apenas una euromoneda que se hace antipática y palabras tecnocráticas que rigen nuestras vidas sin alma ni corazón.

Atentos: estamos en un futuro próximo y el primer ministro de Noruega es secuestrado después de anunciar el cierre de las explotaciones d...

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Si han llegado hasta aquí cansados de leer malas noticias, este es su sitio: hay una buena en televisión. Llega Occupied, al fin una serie europea en un hábitat ya casi exclusivamente americano, y el arranque funciona como un puñetazo en el estómago de esta Europa que ya no es capaz de generar pasión, piedad ni solidaridad, sino apenas una euromoneda que se hace antipática y palabras tecnocráticas que rigen nuestras vidas sin alma ni corazón.

Atentos: estamos en un futuro próximo y el primer ministro de Noruega es secuestrado después de anunciar el cierre de las explotaciones de petróleo y gas. El cambio climático ya causa estragos. Cuando al fin le quitan la capucha para escuchar las demandas de los secuestradores por Skype en el helicóptero que le traslada a la fuerza, resulta que no se encuentra ante un malvado narco mexicano o un torturador de la yakuza; no es el Joker ni el Duende Verde ni cualquier villano de cómic. Son socios de la UE.

Sorprendente, ¿verdad? Porque debe de ser la primera vez que el malvado de la película es la UE (entre otros) y porque Europa tiene tan poco liderazgo que es difícil imaginar a sus gestores tomando tantas decisiones a la vez. “Soy un presidente elegido por los ciudadanos. Quiero hablar con alguien elegido democráticamente”, exige el primer ministro en uno de esos momentos que regala la ficción para iluminar el instante en que una vieja noción del bien está a punto de ser devorada por el mal. Y ese bien que languidece es la legitimidad de las urnas, la capacidad de los Gobiernos de gobernar.

Asoma así una posible joya de la televisión europea que lleva la firma del grandísimo Jo Nesbo, que muestra el eficiente aire nórdico al que nos acostumbró Borgen o Bron/Broen. Puede que Europa ya no genere pasiones ni valores, pero al menos empieza a generar argumentos.

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