Los de fuera

nada hace más daño al imaginario colectivo que sospechar que quienes eligen dedicarse al servicio público utilizan el cargo para medrar económicamente

Ángel Gabilondo

Los partidos políticos atraviesan una crisis de credibilidad. Es tan grave su errática actitud frente al desencanto ciudadano que contagian al sistema mismo. Pese a conocerse casos de empresarios, policías, futbolistas y hasta tonadilleros implicados en asuntos ilegales, nada hace más daño al imaginario colectivo que sospechar que quienes eligen dedicarse al servicio público utilizan el cargo para medrar económicamente. Por eso se marcan líneas de cortafuego, que no evitan el incendio pero sí quemarse. El Gobierno se puede proteger institucionalmente, pero los demás hunden su condición de alte...

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Los partidos políticos atraviesan una crisis de credibilidad. Es tan grave su errática actitud frente al desencanto ciudadano que contagian al sistema mismo. Pese a conocerse casos de empresarios, policías, futbolistas y hasta tonadilleros implicados en asuntos ilegales, nada hace más daño al imaginario colectivo que sospechar que quienes eligen dedicarse al servicio público utilizan el cargo para medrar económicamente. Por eso se marcan líneas de cortafuego, que no evitan el incendio pero sí quemarse. El Gobierno se puede proteger institucionalmente, pero los demás hunden su condición de alternativa con cada caso. Invitar a agentes externos a participar en la actividad política puede beneficiar a la imagen de los partidos, herida por la idea asimilada de que en su estructura medran los menos adecuados y que hasta las elecciones primarias padecen los mismos males que afean al sistema democrático, con intereses cautivos, familias de oportunidad y rarezas como que un candidato pueda perder consecutivas elecciones populares sin dejar de ganar las votaciones internas.

Las dificultades que ha tenido el PSOE para comunicar sus últimas acciones evidencian el problema. Ruedas de prensa que se vuelven a convocar media hora después, desmentidos, puntualizaciones y matizaciones verborreicas, hablan de una dificultad interna para ser coherente, transparente, ágil y sencillo en la explicación. Ni era tan complicado explicar por qué se apartaba de la carrera electoral a Tomás Gómez sin recurrir a turbiedades fabricadas con estados de opinión, ni es tan complicado ser claro a la hora de marcar la diferencia entre la imputación de Chaves y Griñán para ser citados a declarar y la imputación real de un delito, pese a la manipulación dialéctica del ministro de Justicia. La histeria causa el resto.

Si Podemos y Ciudadanos han acertado al invitar en la confección de su programa económico a economistas independientes, los socialistas tienen una oportunidad de oro en el nombramiento de Ángel Gabilondo para lanzar una idea nueva al electorado. Personas preparadas, independientes, enriquecidas por su experiencia vital y profesional autónoma, pueden alimentar a los partidos de eso que les falta de manera dramática: credibilidad y rigor. He ahí un atisbo de por dónde debería ir la nueva política, si los políticos lo permiten, para salvar esta crisis de fe que padecen los ciudadanos.

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