Foo Fighters, sólidos e impermeables

La banda de David Grohl reincide en sus himnos rock con 'Sonic highways'

Ay, qué malas son las expectativas. Sin las tejidas alrededor de Sonic highways, el octavo álbum de Foo Fighters resultaría otra robusta entrega del grupo de Dave Grohl y su rock para corear en masa, combinado de melodía y estridencia guitarrera. Pero grabar cada uno de los ochos cortes del disco en otras tantas mecas de la música estadounidense y reflejarlo en un documental para la HBO, a la vez indagación histórica sobre dichas escenas, cambia por completo el enfoque.

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Ay, qué malas son las expectativas. Sin las tejidas alrededor de Sonic highways, el octavo álbum de Foo Fighters resultaría otra robusta entrega del grupo de Dave Grohl y su rock para corear en masa, combinado de melodía y estridencia guitarrera. Pero grabar cada uno de los ochos cortes del disco en otras tantas mecas de la música estadounidense y reflejarlo en un documental para la HBO, a la vez indagación histórica sobre dichas escenas, cambia por completo el enfoque.

La banda ya atesoraba experiencias con la cámara: fue objeto de un repaso a su trayectoria (Back and forth, 2011) y Grohl, por su parte, dirigió en 2013 el documental Sound City sobre dichos estudios de grabación californianos, todo un acierto. Y semilla para los sabrosos ocho episodios de la serie televisiva Sonic highways, de nuevo dirigidos por él, que nos viene desvelando semanalmente Canal Plus Xtra. El problema surge cuando uno espera que las vivencias de Foo Fighters en Chicago, Washington D.C., Nashville, Austin, Los Ángeles, Nueva Orleans, Seattle o Nueva York y el contacto con las correspondientes leyendas locales permeen el sonido del álbum. Eso no ocurre. Y nadie se debería llevar las manos a la cabeza: Grohl y sus muchachos se caracterizan por su solidez, no por la inventiva o lo variopinto de su paleta.

Y mira que el grupo, quizá consciente de ello, lo afirmó explícitamente: el disco no es la banda sonora de la serie. Ni siquiera los invitados a tocar en cada tema dejan de verdad su impronta. Las letras de Grohl sí que se esfuerzan en cambio por aludir a la mística de las ciudades anfitrionas o a sus iconos. Las tribulaciones de Buddy Guy en Chicago subyacen, por ejemplo, en el primer single, Something from nothing, rematado con un crescendo feroz. Los añejos disturbios raciales de la capital se mencionan en The feast and the Famine, título acorde (el festín y la hambruna) con la reivindicativa escena hardcore del D.C. También su pegada, una excepción: Congregation no rezuma country ni por el forro, pese a encargarse en Nashville Zac Brown de la guitarra solista, igual que cuesta creer que la Preservation Hall Jazz Band de Nueva Orleans toque en In the Clear. Lo hace, como Joe Walsh en pleno desierto de Joshua Tree para Outside, sin que nada se altere.

El "qué he hecho para merecerte" de What did I do / God as my Witness parece un guiño al islote de Austin en Texas. Y Subterranean quizá se bautice en honor al sello Sub Pop que lanzó el grunge y a Nirvana, aunque casi roza el dream pop, con Ben Gibbard como huésped. Precisamente Butch Vig, productor del Nevermind de Nirvana (Grohl era su batería), se encarga por segunda vez de un disco de Foo Fighters, pero la limpieza de su tratamiento (hasta cuerdas de Tony Visconti en I'm a river) empeora sus resultados para el álbum previo, Wasting light (2011).

Foo Fighters. Sonic highways. Roswell / RCA

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