CRÍTICA / TEATRO

Doce apóstoles laicos

Carlos Tuñón desempolva 'La cena del Rey Baltasar', una función de Calderón alegórica y ritual

Kev de la Rosa y Jesús Barranco. en una escena de la obra.Guillermo Casas

Lo mejor de nuestro teatro clásico está por redescubrirse, y en ello anda una generación de directores y actores jóvenes sobradamente ignorados, pero con lo imprescindible en su acervo: curiosidad, capacidad de sorpresa y conocimiento de causa. A veces desempolvan un repertorio olvidado por desidia e inercia crítica; otras, retoman un título conocido y le inyectan savia escénica nueva. Tratan a Lope y a Calderón como a contemporáneos suyos, sin olvidar que cuando escribieron Los locos de Valencia o La vida es sueño tenían la edad que tienen ellos hoy. Un ejemplo de esto es ...

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Lo mejor de nuestro teatro clásico está por redescubrirse, y en ello anda una generación de directores y actores jóvenes sobradamente ignorados, pero con lo imprescindible en su acervo: curiosidad, capacidad de sorpresa y conocimiento de causa. A veces desempolvan un repertorio olvidado por desidia e inercia crítica; otras, retoman un título conocido y le inyectan savia escénica nueva. Tratan a Lope y a Calderón como a contemporáneos suyos, sin olvidar que cuando escribieron Los locos de Valencia o La vida es sueño tenían la edad que tienen ellos hoy. Un ejemplo de esto es La cena del rey Baltasar,dirigida por Carlos Tuñón, protagonizada por Jesús Barranco transustanciado y convertida en ceremonia para 12 únicos espectadores por función, sentados a una mesa enorme en torno a la cual se celebra el ocaso del jerarca soberbio y poderosísimo y, en definitiva, la derrota de la Vanidad y de la Idolatría (que sin esfuerzo podemos hoy identificar con la ambición y el dinero) a manos de la Muerte, figuras encarnadas con garbo por Alejandro Pau, Kev de la Rosa y Antonio R. Liaño, junto a Enrique Cervantes y Rubén Frías.

En este auto sacramental, Calderón, joven aún, advierte a su monarca y a la Corte sobre la futilidad del poder terrenal, pero tomando la precaución de alejar los hechos en el tiempo y el espacio (hasta la Babilonia bíblica), sabedor de que, por afinidad jerárquica, lo que le suceda al soberano de antaño les servirá de ejemplo y hará mella al cabo en su ánimo. Esta función alegórica y cuasi ritual, en las antípodas de las de José Tamayo, se representa en la sala Kubik, faro teatral de Usera, en Madrid, el 24 de noviembre y los días 8 y 15 de diciembre. Una sugerencia, con permiso. ¿Podría plantearse la Compañía Nacional de Teatro Clásico para próximas temporadas apadrinar montajes tan vigorosos como este, incluyéndolos en su programa aunque se representen en salas alternativas, para darles mayor visibilidad?.

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