Opinión

Nunca es tarde

El programa de Mamen Mendizábal se reivindica como un espacio necesario tras su tratamiento de la dimisión de Fernández-Lasquetty

Mamen Mendizábal.Roberto Garver

La dimisión del consejero de Sanidad, Fernández-Lasquetty, en Madrid atrapó a las televisiones con su habitual programación de tarde, relajada y evasiva. De ahí que el programa de Mamen Mendizábal Más vale tarde se reivindicara como un espacio necesario. Desde hace tiempo y pese a la duración río, de casi tres horas, el programa informativo convence por las exigencias que se marca, en un horario desacostumbrado, de cinco a ocho de la tarde, con agilidad y participación de profesionales menos crispados y más enterados de lo que resulta habitual en la inercia y la pereza de ciertas ruti...

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La dimisión del consejero de Sanidad, Fernández-Lasquetty, en Madrid atrapó a las televisiones con su habitual programación de tarde, relajada y evasiva. De ahí que el programa de Mamen Mendizábal Más vale tarde se reivindicara como un espacio necesario. Desde hace tiempo y pese a la duración río, de casi tres horas, el programa informativo convence por las exigencias que se marca, en un horario desacostumbrado, de cinco a ocho de la tarde, con agilidad y participación de profesionales menos crispados y más enterados de lo que resulta habitual en la inercia y la pereza de ciertas rutinas informativas. La cabeza de Lasquetty, que es un premio a la insistencia de los profesionales de la sanidad madrileña por hacerse ver, pese a los desplantes y los insultos políticos que les ha tocado sufrir, tendrá múltiples interpretaciones. A bote pronto parece más honesto que si la pretensión es hacer negocio con la medicina universal, esto se plantee en un programa electoral claro y transparente.

Si, como es costumbre, el siguiente escalón del destino del consejero es una empresa de sanidad privada, también ese es un mejor lugar para defender los intereses particulares, que no una consejería pagada por todos los ciudadanos. Pero Más vale tarde tuvo un agitado lunes al conocerse la renuncia de Mayor Oreja al Parlamento Europeo. Es una evidencia del desencuentro con el líder del partido, mucho más centrado y prudente en los asuntos de Estado que el ala derecha más radicalizada, ese que parece buscar desesperadamente la voz pública o quizá sería mejor decir la vox populi. Se acercan elecciones, los datos no son buenos y llegan pequeñas correcciones del tiro que afectan a los asuntos más en boca de los españoles, como la reforma del aborto, la gestión del fin del terrorismo, las demandas catalanistas y ese tiro en el pie de la economía de consumo que ha significado la subida del IVA.

Sería mezquino no agradecer como merece la implicación de los profesionales médicos en la pedagogía política, por encima de la apatía ciudadana y muchas veces de la mezquindad con que los medios de comunicación trataron esa marea blanca que trataba de evitar que los hechos consumados finiquitaran la función por la vía del decreto. Nunca es tarde.

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