‘Malaimagen’

A toda persona o institución le encantaría controlar la imagen que proyecta, eliminar rasgos negativos y expandir los positivos. Pero es una batalla estúpida, porque en lugar de obsesionarse con la imagen externa, expuesta, como todo lo superficial, a modas, prejuicios y mitos, la mejor fórmula consiste en mejorarte por dentro. Lo saben hasta los fabricantes de yogures protointestinales: si funcionas por dentro, luces por fuera. Antes de sostener que el New York Times es un periódico radical y separatista hay que ...

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A toda persona o institución le encantaría controlar la imagen que proyecta, eliminar rasgos negativos y expandir los positivos. Pero es una batalla estúpida, porque en lugar de obsesionarse con la imagen externa, expuesta, como todo lo superficial, a modas, prejuicios y mitos, la mejor fórmula consiste en mejorarte por dentro. Lo saben hasta los fabricantes de yogures protointestinales: si funcionas por dentro, luces por fuera. Antes de sostener que el New York Times es un periódico radical y separatista hay que mirar las fotos de Samuel Aranda publicadas allá en un recorrido por la España en quiebra y preguntarse si acaso no reflejan escenas ya cotidianas.

Antes de tildar de espléndida y magnífica la actuación policial frente al Congreso, sus responsables políticos tendrían que revisar la actuación de los agentes dentro de la estación de Atocha, la reincidencia en ocultar sus identificaciones y coaccionar a fotoperiodistas. Porque si no funciona lo de dentro se daña lo de fuera. Ese vídeo con un policía infiltrado en la protesta disfrazado de antisistema que grita no me peguéis más que soy compañero, ostia, que soy compañero, acrecienta la malaimagen por más que el empeño resida en proteger la buenaimagen.

Circula una lista escalofriante de familiares de políticos situados en cargos de confianza en instituciones del Estado y oficinas públicas. Nombramientos recientes que contrastan con el presupuesto más sórdido de la democracia. La sensación de abandono de los ciudadanos más necesitados, el incremento de tasas, multas e impuestos, acrecienta la desafección personal contra el Estado, que encuentra un paliativo en los reclamos del terruño, pero que es un grito de alarma ante la dirección equivocada de la reforma. Dos generaciones de españoles que miran al fracaso de las medidas en Portugal y Grecia con espanto, se intuyen carne de cañón y están dispuestos a sacrificar su buenaimagen antes que renunciar a ese pellizco de dignidad que llevan dentro. Ni policía ni el boyante negocio de la seguridad privada funcionarán de bífidus activos si continúa el empeño en arrasar la flora intestinal de la sociedad.

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