Igor Sierra: “Leo EL PAÍS desde que tenía seis años”
El operario y bombero forestal, un héroe sin capa y guardián de los bosques en los Picos de Europa, nos cuenta cómo no ha podido dejar el vicio que sus padres le inculcaron de pequeño: leer el periódico
Igor Sierra Tascón (Barakaldo, 48 años) dice que empezó a leer EL PAÍS con seis años cuando vivía con sus padres y su hermano en Bezana (Cantabria). “Los fines de semana, nos pegábamos por él”, asegura. Desde ahí se avistan en días claros los Picos de Europa y allí ha acabado trabajando, por la falda que da a las provincias de Palencia y León. En una oficina de 2.600 hectáreas sin paredes, el pinar de Riocamba, que debe proteger todo el año como operario y bombero forestal. Hoy vive en León, donde nos encontramos para que nos cuente su vida y su labor de guardián de los bosques.
Pregunta. ¿Por qué se ha suscrito a EL PAÍS?
Respuesta. Llevo leyéndolo desde que tenía seis años.
P. Crea adicción, pero también se habrá llevado algún disgusto…
R. A mí sí, me la crea y me llevé un disgusto cuando la línea editorial cambió en su día hacia posiciones más próximas a la derecha. Aunque, piensas, quizás esté bien no estar de acuerdo todo el tiempo con lo que quieres leer.
P. ¿A qué se dedica?
R. Soy operario y bombero forestal. Estudié algo de geológicas, siempre me han gustado las rocas, darme cuenta de que solemos plantearnos las cosas a 80 años vista, lo que vivimos y que una roca puede llevar allí 3.000 y que cuando nos muramos seguirá en el mismo sitio. Sirve muchísimo para cuando no estés.
P. Conciencia de que puede no estar en cualquier momento se la da su trabajo, ¿se juega la vida?
R. Me la juego.
P. ¿En qué consiste su labor?
R. Cuidar la que yo llamo mi oficina: el pinar de Riocamba, al norte de León y Palencia. Está rodeada de pinos, pistas, jabalíes, corzos, zorros, alguna pisada de oso de vez en cuando. Mide 2.600 hectáreas y estoy encantado porque no tiene paredes.
P. ¿Cómo es el invierno?
R. Duro, de nieve, agua, aire… Te fortalece el cuerpo y la cabeza y te conecta con algo que quizás hemos perdido hace muchos años, con la naturaleza. Algo más puro que el asfalto.
P. ¿Existen la primavera y el otoño?
R. Aquí, no. Acaso tenemos tres estaciones: invierno, verano y, luego, la de tren o autobús.
P. Con el cambio climático, ¿teme más al verano?
R. ¡Muchísimo más! A cualquiera que trabaje en esto y ande por debajo del sistema Ibérico, no me gustaría estar en su piel de abril en adelante.
P. Usted trabajó en el incendio de la sierra de la Culebra, en Zamora, ¿qué pasó?
R. Los incendios hoy generan microclimas que no podemos controlar. Te la juegas con la propia irradiación de fuego. El cambio climático, existe. Cualquiera que vive en León sabe que no es normal andar más de un mes por encima de los 29 grados.
P. Por si no se han enterado algunos políticos…
R. La gran mayoría de ellos, independientemente del color que sea, andan fuera de la realidad. Y más de la del sector primario, que casi ha desaparecido del todo desde que entramos en la Unión Europea.
P. Aparte de la Culebra, el pasado verano a punto estuvo de quedarse atrapado en otro incendio. ¿Cuál?
R. En el parque regional de Picos de Europa, el jardín de León. Hay incendios que parecen menos peligrosos y no son tratados en los medios, pero resultan tan peligrosos como otros. Fuimos a defender una collada en concreto, nos rodeó el fuego y llamé a mi mujer para despedirme. Le dije lo que había y…
P. ¿Y…?
R. Logré salir. Salvamos mucho. Cuando hacemos balance de estas cosas quizás debíamos pensar, más que en lo que se pierde, en lo que se salva, que puede ser mucho. A veces debes hacer un contrafuego para que ardan 2.000 en vez de 30.000 hectáreas. A mí no me gusta ver arder un árbol, pero…
P. ¿Hasta cuándo se queda uno en un incendio?
R. Hasta que le manden marchar. En teoría 12 horas, pero se pueden convertir en 19.
P. ¿Cómo llegas después a casa?
R. Muchos días no sabes… Negro, oliendo a hoguera, a humo, con la nariz tiznada, lleno de ceniza, con ganas de abrazar a quien te espera y dormir. Aunque la adrenalina, a veces, te hace sentirte un héroe sin capa, por el hecho de haber salvado lo que tenías que salvar y quedar vivo.
P. ¿Con rabia?
R. A veces, sí, con mucha rabia, muchísima. El bombero forestal cuando realmente trabaja es en invierno para evitar que en verano no ocurra lo que a veces ocurre. Por eso, cuando se produce, da rabia. Por eso, lloras. Por la frustración de no ser conscientes de lo que tenemos, un país con esta masa forestal. Increíble. Si gestionáramos bien el bosque aquí, me río de los países escandinavos.
P. ¿Qué quería ser de mayor?
R. Pinchadiscos, empecé en El Cairo, una sala de Santander. Y eso me dio de comer una temporada larga, pero lo que tengo y soy ahora no lo cambio por nada.
P. ¿Aunque lo pague a nivel de estrés?
R. Algunos estudios dicen que para este trabajo, en las circunstancias más adversas, llegamos al desgaste de un ciclista profesional.
P. ¿Cómo se prepara para ello?
R. En mi caso, no he pisado un gimnasio en mi vida. Pero allá, en la oficina, lo que tenemos es un gimnasio pagado.
P. Se preparará de otra forma…
R. Buena alimentación, bebo mucha agua y procuro cumplir horas de sueño, aunque en eso, falle.
P. No será porque se las quitamos nosotros cuando lee EL PAÍS…
R. No, aunque mi primera conexión por la mañana, con un café, es EL PAÍS, antes en papel, aunque lo cambié, precisamente, por el tema medioambiental.