Sara Vítores y el mejor regalo de la Navidad
La periodista de la Cadena SER intentó librar todas las batallas. Esta semana habría cumplido 52 años
Dice el diccionario de la RAE que la palabra “vítor”, que significa “viva, aplauso”, se usa más comúnmente en plural y ese es precisamente —Vítores— el apellido de una persona única cuya vida, terminada precipitadamente esta semana por un cáncer maléfico, solo podemos aplaudir. Sara Vítores, periodista de la Cadena SER que el miércoles habría cumplido 52 años, murió el martes por la noche sin poder vencer la última batalla. Que libró, sabe Dios que la libró.
Nunca sabe el público lo que ocurre verdaderamente en un estudio de radio cuando los periodistas, colaboradores y tertulianos nos intercambiamos gestos, risas, miradas de hartazgo o de complicidad, sin olvidar la petición de un café urgente o los gestos más nerviosos que acompañan la improvisación, el directo, la corrección de un error. Y menos aún lo que ocurre en la pecera, donde los técnicos, productores y resto del equipo apremian con lo más urgente mientras manejan a la vez más platillos que un malabarista en el circo. Y lo que este miércoles ocurrió en el estudio de Hoy por Hoy, donde entre todos llenamos toneladas de kleenex y donde Àngels Barceló y su equipo tenían el alma en los pies, también se queda entre nosotros. Tocaba seguir adelante y, tal y como Sara Vítores habría querido, el guion se cumplió. Vivienda, presupuestos, reducción de la jornada laboral. Y amén. El lloro, después.
Sara Vítores no era solo una enorme periodista, imaginativa, creativa, entregada, rebuscadora de historias y ángulos diferentes para mejorar el contenido y hacer la vida más sabia y entretenida a los oyentes, sino sobre todo una persona ilusionada, alegre, generosa, que contagiaba su disposición vital para sacar siempre de cada día, de cada minuto, lo mejor posible. En antena y en privado. Vítores era, sobre todo, una buenísima persona.
Hace pocos años, gracias a un curioso regalo de Reyes que le hizo una buena amiga, encontró un gran amor. Nos lo contó con su chispa, su alegría, los regalos están para abrirlos, se dijo. Y también ahí, en el hallazgo de esa Navidad, pudo mostrar la enorme generosidad que derrochaba.
La vida quiso, tiempo después, que le llegara el mazazo. Y que la generosidad que ella siempre había dado tuviera que cambiar de bando y le llegara plenamente desde su familia, sus amigos, sus compañeros. Aún así luchó, luchó por una solución a su enfermedad que pudiera servir a otros, luchó por que todos los que la querían sufrieran menos que ella, luchó por vivir.
Los viajes vividos con la Cadena SER, las dificultades de la pandemia o los movimientos invisibles que ocurren tras el telón son el historial nunca contado ante un producto en el que solo cuenta lo que reciben los oyentes, los verdaderos jefes. Solo créanme si les digo que, detrás de cada bolo, de cada esfuerzo, de cada información, de cada apuesta exclusiva, de cada mirada de las que reúnen cada día a millones de personas en torno a la SER, hay grandes personas, algunas más, otras menos conocidas, hoy todas doloridas por la muerte de un ser especial. Pero Sara Vítores, como su propio nombre indica, esta viva. Un aplauso por ella, que fue siempre el mejor regalo de la Navidad.