El gigante aragonés que aspira a Árbol Europeo del Año
La Carrasca Milenaria de Lecina tiene más de 16 metros de altura, 7 metros de perímetro y 615 metros cuadrados de sombra
¿Son coquetos los árboles? Peter Wohlleben, que ha vendido cientos de miles de copias por todo el mundo de su libro La Vida Secreta de los Árboles (Ed. Obels), está convencido de que siguen sus propias reglas de etiqueta. “¿Aprecian en secreto la belleza? No puedo responder, desafortunadamente. Pero sé que hay una razón para que tengan esa apariencia tan perfecta: la estabilidad”, asegura el silvicultor alemán. Si de algo sabe la Carrasca Milenaria de Lecina (Huesca) es de estabilidad. Una...
¿Son coquetos los árboles? Peter Wohlleben, que ha vendido cientos de miles de copias por todo el mundo de su libro La Vida Secreta de los Árboles (Ed. Obels), está convencido de que siguen sus propias reglas de etiqueta. “¿Aprecian en secreto la belleza? No puedo responder, desafortunadamente. Pero sé que hay una razón para que tengan esa apariencia tan perfecta: la estabilidad”, asegura el silvicultor alemán. Si de algo sabe la Carrasca Milenaria de Lecina (Huesca) es de estabilidad. Una encina de más de 16 metros de altura, 7 metros de perímetro y 615 metros cuadrados de sombra que dejan boquiabierto al espectador que la contempla por primera vez. Pero es sobre todo su simetría, una forma redonda y majestuosa que ha logrado preservar durante cientos de años la armonía que los humanos persiguen en el arte o en la arquitectura. No hay nada más irresistible para un niño que el deseo de trepar un árbol. “El dueño de la era no soportaba la manía de tanta gente de intentar subir por sus ramas, y durante años las embadurnó con grasa para que resbalaran los que se atrevían a intentarlo”, cuenta entre risas Carmen Lalueza, la alcaldesa de Bárcabo, el término municipal que incluye siete pueblos entre los que se encuentra Lecina. Poco más de cien almas, entre todos ellos, empeñadas en que su carrasca se conozca por todo el mundo. Ya lograron en 2020 que fuera elegida Árbol Español del Año, con una ventaja de más de 2.000 votos sobre el segundo más votado, las Moreras de la Cala del Moral (Málaga), en una dura competición entre 11 ejemplares.
Los negacionistas estadounidenses empeñados, con poco éxito, en ridiculizar el amor a la naturaleza se inventaron el término de treehuggers (abrazaárboles). Se metieron un gol en propia meta. Su pretendido insulto era, en realidad, una obviedad. ¿Quién se resiste a intentar abrazar un árbol majestuoso? La Carrasca de Lecina necesita al menos tres personas en ese empeño. Ha dado cobijo a bodas, bautizos y hasta conciertos de música clásica. Ha estado en medio de discusiones y rencillas, sin tomar partido. “Antes de la Guerra Civil las cosas eran muy diferentes. La encina siempre ha dado muchas bellotas, y gran parte de ellas caían en el predio de al lado. Los vecinos llevaban allí a los cerdos a comer, y hubo más de una discusión encendida, sin que la sangre llegara al río”, dice Lalueza.
En tiempos de división, cuando los ánimos se encienden por un tuit malhumorado, resulta estimulante ver el entusiasmo y la unidad desatados por la candidatura de la Carrasca de Lecina a Árbol Europeo del Año 2021. La Environmental Partnership Association lleva 11 años celebrando un concurso en el que ya han participado más de 1.100 candidatos, que busca árboles con historia para contar la historia del continente. Pocas banderas nacionales los tienen. La más conocida, la del Líbano con su hermoso cedro. Pero son centenares los escudos heráldicos, el símbolo más querido por los pueblos, comarcas y territorios, que contienen un árbol. La carrasca es el símbolo de la comarca del Sobrarbe (“Sobre el árbol”), a la que pertenece Lecina. La carrasca aparece en el escudo de Aragón. “Justo en el primer cuartel [cada una de las divisiones de un escudo], el más importante, para recordar los Fueros de Sobrarbe y la consigna de libertad que fue aquel ‘antes fueron leyes que reyes”, explica Javier Lambán, presidente del Gobierno autónomo de Aragón. “Es un árbol resistente, un símbolo de lucha, fuerte y de larga vida. Para mí la carrasca es Aragón”, afirma.
La Carrasca de Lecina deberá competir aún tres semanas más, hasta el 28 de febrero, con un duro rival, el Plátano de Curinga. También milenario, con vistas al mar Tirreno, y plantado por los monjes basilios que llegaron a Calabria (Italia), según cuenta la leyenda. Imponente, pero hueco. De belleza indiscutible y sobrecogedora, la lucha final entre los dos contendientes casi parece enfrentar a la criatura de Un Monstruo Viene a Verme con la sombra que cobija a Scarlet O’Hara en Lo Que El Viento Se Llevó cuando juró que nunca más volvería a pasar hambre. Misterio o sentido de pertenencia. Dos de las miles de expresiones y significados que la humanidad ha dado siempre a los árboles, entre las que votar un año más para elegir al más bello.
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