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¡La suerte estaba echada! Resultados y proyecciones tras la segunda vuelta presidencial

Kast dará inicio a su Gobierno en condiciones adversas para concretar iniciativas y propuestas de su programa. Las expectativas son amplias, en seguridad, orden público, pero también crecimiento económico y reducción del desempleo

Los resultados electorales del reciente empate reafirmaron lo evidenciado en la primera vuelta del pasado 16 de noviembre. Pese a que la candidata oficialista Jeannette Jara obtuvo en esas elecciones la primera mayoría relativa, la corta distancia con José Antonio Kast, de tan solo 2,93%, junto al caudal de votos que recibieron las otras candidaturas de derecha, auguraron desde ese momento la victoria del líder Republicano. En la reciente elección Kast obtuvo el 58,17%, convirtiéndose en el presidente más votado de la historia política del país, imponiéndose en todas las regiones del país.

La holgada victoria del candidato derechista frustró las pretensiones de proyección del actual Gobierno, y de la generación que hizo posible tanto la formación del Frente Amplio (FA) como el recambio de facto al interior del Partido Comunista (PC). Así, la victoria de Kast reafirma la tendencia a la alternancia que se viene imponiendo desde fines de la primera Administración de la expresidenta Bachelet, a inicio de 2010, sin permitir la continuidad de los gobiernos de turno. Son diversas las causas que explican la derrota electoral del oficialismo, las que ameritan un análisis mucho más detenido. Por ahora se podría mencionar —al pasar— la evaluación ciudadana al desempeño del actual Gobierno. También los problemas de seguridad, la crisis migratoria, el bajo crecimiento, el aumento de la informalidad y la persistencia del desempleo, unido a la incapacidad para responder a las demandas del estallido social, como algunas de las razones estructurales más relevante. A ello se agregan los problemas que tuvo la propia candidatura de Jeannette Jara, en especial, previo al balotaje.

Muchos se han preguntado sobre el estilo de gestión que tendría un gobierno de Kast. No han faltado las voces de preocupación en personeros del Gobierno y en parlamentarios del oficialismo sobre eventuales retrocesos en derechos sociales, e incluso medidas de tipo autoritarias, que eventualmente podrían llevarse a cabo. Sin embargo, resquemores de ese tipo también valen al pensar en el comportamiento que podría llegar a tener la oposición a partir del próximo 11 de marzo.

En esa fecha Kast dará inicio a su Gobierno en condiciones adversas para poder concretar iniciativas y propuestas de su programa. Las expectativas son amplias, en seguridad, orden público, pero también crecimiento económico y reducción del desempleo. Según diversas proyecciones, el panorama económico seguirá siendo poco auspicioso para los próximos dos a tres años, vale decir, cuando haya transcurrido buena parte del nuevo Gobierno. Asimismo, la nueva Administración contará con menos recursos fiscales que los que dispuso el actual gobierno. Tales recursos ya se han visto reducidos en el marco de la reciente discusión presupuestaria.

Bajo estas circunstancias, es esperable que la próxima Administración actúe con una importante dosis de pragmatismo. Con mayor razón si se insiste en que será un “Gobierno de emergencia”, por sobre cualquier otra pretensión. La derecha, en su conjunto, sin considerar al Partido de la Gente (PDG), no tendrá de mayoría en ambas cámaras del Congreso Nacional, lo que obligará al próximo gobierno a negociar buena parte de su agenda legislativa. Para eso, será fundamental la definición de prioridades, dejando a un lado temas que puedan resultar controversiales (en especial de tipo valóricos).

Para quienes integran el actual oficialismo, la tarea más importante será definir el tipo de oposición que asumirán a partir del próximo 11 de marzo. Algo anunció Jara al reconocer la derrota ante sus adherentes. Pero su propia trayectoria como candidata estuvo marcada por la disonancia entre sus propuestas y las dirigencias de determinados partidos, así como también con la actitud de quienes participaron de la campaña. La experiencia demuestra que el mero obstruccionismo resulta contraproducente para quienes no están en el gobierno, en relación con las oposiciones que logran ser propositivas al grado de incidir y posicionar los temas de agenda.

Por ende, la oposición deberá ser asumida en términos estrictamente políticos, que sobre la base del activismo social. Una oposición preocupada solo de impulsar protestas con fines de destabilización, hoy día, puede generar enorme rechazo de parte de la población. Basta recordar la crítica que se ha venido arraigando en la ciudadanía tras lo ocurrido durante el estallido social, con la agudización de las situaciones de conflicto en la macrozona sur, la violencia en los establecimientos educacionales y recientes hechos similares registrados en recintos universitarios.

Para la nueva oposición será fundamental partir de un ejercicio autocrítico, reflexivo y de debate de propuestas, independiente de lo que ello pueda tardar. La autocrítica no solo debería abarcar la experiencia de este Gobierno, sino incluir administraciones anteriores, como las dos de Bachelet. Así, la autocrítica deberá ser de la izquierda y también del conjunto de la centroizquierda. Y tendrá que contemplar la falta de sintonía con las demandas ciudadanas, la débil presencia en sectores populares y la incapacidad para establecer propuestas alternativas a los partidos de la derecha. De otra forma, será imposible que el actual oficialismo, siendo oposición, pueda llegar al Gobierno en cuatro años más.

En el marco de esa autocrítica tanto la izquierda como centroizquierda van a requerir reafirmar su compromiso irrestricto con la democracia. Se creía que eso había quedado claro tras la experiencia de la Unidad Popular (1970-973) y tras el fracaso de la lucha insurreccional durante el período dictatorial. Sin embargo, en el transcurso de este año, declaraciones provenientes del Partido Socialista (PS), en particular de su juventud, han llevado a relativizar dicho compromiso. Lo mismo ocurre con sectores del Partido Comunista (PC) y del Frente Amplio (FA) al relativizar y justificar el uso de la violencia, en liceos, establecimientos universitarios, la macrozona sur, o frente al carácter autocrático de ciertos gobiernos de izquierda existentes en la región.

Dentro de la oposición, existirán diversos liderazgos. Además de los de Tomás Vodanovic y Gabriel Boric, Jara también se erige como una figura importante en la oposición. La cantidad de votos recibidos por Jara en la reciente elección superan por alrededor de 600 mil votos a los que obtuvo Boric en diciembre de 2021. A su vez, la izquierda tendrá que lidiar con lo que pueda emerger dentro de la centroizquierda. Y entre ambas deberán saber lidiar con la capacidad de incidencia que pueda llegar a tener del Partido de la Gente y, lo más probable, la disputa por el liderazgo en ese sector entre Franco Parisi y Pamela Jiles.

El inicio del actual gobierno estuvo marcado por el intento de establecer un distanciamiento con los gobiernos anteriores y con las generaciones artífices de la recuperación democrática. El exministro Giorgio Jackson habló de la superioridad moral de su generación en comparación a quienes les precedieron. Hacia el final de este gobierno, y tras las derrotas sucesivas, se ha terminado por reconocer el aporte de las generaciones y administraciones anteriores. Después de todo, ahí reside el auténtico legado y los principales avances en seguridad social, oportunidades y mejoramiento de las condiciones de vida de gran parte de la población. ¿Será este legado al cual la nueva oposición estará dispuesta a defender? ¿O se quedará solo con la defensa de las 40 horas y la reforma previsional? La respuesta se sabrá a partir del 11 de marzo.

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