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Cuando el patio escolar educa

La experiencia inglesa demuestra que el tiempo de juego libre también es aprendizaje. La vida emocional es fundamental en la infancia y, mediante el juego, niñas y niños aprenden a lidiar con sus emociones y autorregularse

Mirar desde otra latitud permite comprender que los cambios profundos en educación no siempre surgen de grandes reformas, sino de decisiones sencillas y valientes que transforman la cultura escolar. En distintas escuelas de Inglaterra, gracias a la Beca Aporte País de Fundación Mustakis, fue posible observar cómo equipos educativos —en patios escolares de cemento muy similares a los nuestros— intencionan el juego y el contacto con la naturaleza.

Allí, el escenario para el juego libre se habilita con el enfoque loose parts: sectores con barro, ollas, maderas de distintos tamaños, agua, hojas, cajas y piedras, que se convierten en auténticos espacios de aprendizaje. En este contexto, el juego libre no es un recreo entre clases, sino una herramienta pedagógica central, un derecho reconocido y un lugar donde se construye comunidad. El objetivo de Outdoor Play And Learning, una de las organizaciones pioneras en esta mirada, es convertir el recreo en un tiempo de juego significativo para todos los niños y niñas, mejorando el aprendizaje, la actividad y la socialización, y aportando bienestar a sus vidas.

Observar esa realidad obliga a repensar la situación chilena. En el país aún predomina la visión del patio como un lugar de paso, muchas veces dominado por el cemento y la rigidez, donde proliferan varios partidos de fútbol simultáneos y un uso mayoritario por parte de los niños. Esto reduce el recreo a una pausa funcional, silenciando su enorme potencial como espacio de desarrollo socioemocional a través del juego y la exploración.

La experiencia inglesa demuestra que el tiempo de juego libre también es aprendizaje. La vida emocional es fundamental en la infancia y, mediante el juego, niñas y niños aprenden a lidiar con sus emociones, autorregularse, tomar decisiones, crear en conjunto, equivocarse y volver a intentarlo. La naturaleza, además, se integra activamente a la experiencia escolar. En contextos de alta diversidad cultural —donde pueden convivir estudiantes que hablan más de treinta lenguas—, el juego se convierte en un lenguaje universal capaz de derribar barreras y tejer vínculos.

La pregunta es inevitable: ¿qué ocurriría si en Chile se dejara de ver el patio y el recreo como una pausa entre “lo importante” y se reconocieran como un espacio esencial para el desarrollo infantil? Desde Fundación Patio Vivo se ha trabajado por más de una década con esa convicción, colaborando con comunidades educativas para transformar la cultura del juego y los patios escolares en verdaderos paisajes de aprendizaje, diseñados para promover el desarrollo integral y el bienestar a través del juego y el contacto con la naturaleza.

Otro ejemplo relevante es el trabajo de Learning Through Landscape, organización con más de treinta años de trayectoria promoviendo el aprendizaje al aire libre y en conexión con el entorno. Esta perspectiva plantea la educación fuera del aula como una manera de situarse en el mundo —“mi escuela, mi planeta”— y conectar a las nuevas generaciones con el cambio climático, impulsando su rol como agentes de transformación.

Esa visión coincide con iniciativas desarrolladas por la Fundación Patio Vivo, como el programa Metodología de Aula Abierta, que busca llevar el aprendizaje al exterior, transformando jardines, patios y áreas verdes en extensiones del aula donde se abordan contenidos curriculares desde la experiencia directa. También con Patio Vivo Cultivable, que promueve la sustentabilidad, la cultura local y la alimentación saludable mediante huertos escolares en liceos técnico-profesionales, transformándolos en verdaderos laboratorios de aprendizaje donde se desarrollan habilidades del siglo XXI como la colaboración, la creatividad y la responsabilidad.

Lo que ocurre en Inglaterra confirma una idea fundamental: el juego no es un lujo, un descanso ni un pasatiempo. Es un lenguaje universal que prepara para la vida, enseña a convivir, a imaginar, a crear y a llegar a acuerdos. Al mismo tiempo, es una estrategia pedagógica profundamente efectiva para enfrentar desafíos urgentes como la violencia escolar, el sedentarismo, la crisis socioemocional o el debilitamiento de las relaciones comunitarias.

El patio escolar, la cultura del juego y las clases al aire libre pueden ser un poderoso recurso frente a muchas de las carencias del sistema educativo, pero esto requiere un cambio cultural. Implica tomar decisiones que validen diversas formas de aprender, reconocer lo que realmente importa para la infancia y la adolescencia, permitir que la naturaleza florezca en los patios escolares no como un decorado, sino como una oportunidad pedagógica, y confiar en la capacidad de niñas y niños para construir conocimiento a partir de la experiencia.

Transformar la educación no siempre implica partir de cero. A veces basta con mirar nuevamente el suelo que pisamos, imaginar nuevas posibilidades y abrir las puertas del aula para que el patio y la naturaleza —con toda su complejidad, libertad y potencia— vuelvan a ser parte del corazón de la escuela, fortaleciendo el aprendizaje y el bienestar.

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